Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Trataré de enjaretar algunas ideas que me siguen asombrando. La primera es el concepto del tiempo. En alguna parte escribí que tiene el tiempo dos velocidades, una la de los niños que pasa lento mientras juegan, sin saber qué hora es ni cuanto falta para hacer lo que sea. O al menos así era en los niños de antes que carecían de juguetes sofisticados pero que inventaban lo preciso para distraerse sin necesidad de conexiones. Supongo que a los lectores mayores les pasaría lo que a mí, que cuando nos llamaban para regresar a casa a veces no sabíamos si era para el almuerzo o la merienda.

La otra la de los adultos, que avanza a velocidad vertiginosa. Apenas recogido el nacimiento, las guirnaldas y los juguetes, las casas recuperan su orden aburrido, el timbre deja de sonar a cualquier hora y los WhatsApp se relajan. Y entonces es cuando hubieras dado todo por un momento más con los que tanto quieres. Esos que, como ya crecieron, se vuelven a encontrar sumidos en el laberinto del tiempo sin tiempo.

No hay marcha atrás, y surge otra idea. La imposibilidad de retroceder, de hacer algo de otra manera a como hicimos, o no hicimos. Unas fotos de mis primeras compañeras de trabajo en la expo de Sevilla me hacen preguntarme qué pasó, qué excusa puse para no ir con ellas. Probablemente serían las otras obligaciones de los sábados para las madres trabajadoras, pero quién lo sabe, quién es consciente de lo que debió costarme no ir con ellas a una escapada de amigas. Ese tremendo sentido del deber que se fijó en mis venas y en la de muchos de ustedes seguro que sigue patentando nuestra forma de ser.

No perdamos tiempo en lamentaciones. Es imposible deshacer lo hecho sobre todo porque volvería a hacerlo, aunque reconozco cuánto me hubiera gustado estar con ellas.

Planear el futuro a muy largo plazo es una temeridad. Saquemos consecuencias del paisaje europeo. Es esencial saber cómo deseamos planificar el presente, aún con nieblas o chaparrones. Agradecer la suerte de compartir el café, la charla o las aficiones para no convocar a la tristeza.

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