Rafael Duarte
Otoños marinos siempre
Visto y Oído
Nosotros, los españoles, no estamos para muchas invasiones. La de Ucrania, menos mal, nos parecee pillar lejos, incluso la sentimos desmotivados: embestimos colectivamente el colapso. Hay polemistas encantados con que todo vaya a peor. El podemismo y el voxismo tóxicos se han instalado por las bandas y ahora que España se encuentra en una situación más vulnerable e incierta hay quienes azuzan aún más el fuego. No son tiempos de patriotismo de cartón y aunque no se tenga fe en nuestros gobernantes se impone un espíritu de consenso y paciencia que cuesta encontrar en los contertulios televisivos. Es más fácil seguir protestando contra Pedro Sánchez como si no hubiera existido una pandemia o la guerra en el Este fuera una invención. La realidad nos va sacudiendo bofetadas y seguimos alzando la cara política para que los golpes sean más fuertes.
Todos estamos más a gusto en nuestra esquina protestando y quejándonos pero no son momentos de tertulia y ladrillazos sino de encauzar soluciones, moderar tonos y aunar consensos que permitan enderezar este cuadro que por peso se nos resbala de las manos. O surge un encuentro entre las formaciones responsables o nos encontraremos con unos años más angustiosos y quienes peor van a estar son los que ya pendían de hilos frágiles.
La matraca de los opinadores radiofónicos puede seguir insistiendo en el catastrofimo y el pesar por los gobernantes que tenemos, de una y otra parte, pero o buscamos soluciones económicas y contribuimos a ellas o pereceremos entre toda esta crispación insuflada desde los extremos.
Lo estamos pasando mal, pero si miráramos por encima de nuestras cejas nos encontraríamos con mucha más gente que lo está pasando peor. Miremos más allá de nuestras opiniones y de la pantalla y redes que nos sugieren ideas fijas. O nos reencontramos y aportamos buena fe, echamos una mano, o nos vamos a pique sin que sea necesario que nadie nos invada.
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