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Con Iglesias tampoco

Dame pan y dime tonto. Cobrando pasta gansa la oposición es menos dura, ¿verdad?

Volvía de Sanlúcar de Barrameda rozando las once de la noche del campeonato de minibasket y en la radio hubo una fuga de cobertura. Cambié de emisora y la voz atemperada de Ignacio Camacho apareció, sigilosa e inteligente, en la cadena COPE hablando de ideas, sesgos y de cómo la ideología -reducto del siglo XIX- manipula y limita la capacidad del ciudadano votante. El programa, en realidad, parecía ir de esas fake news que son quizá la peste negra de nuestros tiempos posverdaderos. Camacho dudaba de la objetividad del ciudadano con ideología para formarse una opinión, mediatizada, claro está, por el pensamiento único.

En mi opinión -poco ideologizada- Ignacio Camacho es uno de los mejores columnistas españoles, si no el mejor. Su carácter sobrio y afable esconde un analista de excelso nivel no exento de agudeza e ingenio. Desgraciadamente, el programa radiofónico acabó en seguida y yo continué mi regreso al hogar canturreando viejos éxitos de los ochenta.

Ya en la cama, mientras leía un artificial best-seller, me detuve a pensar en los conflictos ideológicos del votante frente al sainete en que se ha convertido el intento de gobierno de Pedro Sánchez. La negociación parece bloqueada a ambos lados del espectro: Con Rivera no y con Iglesias tampoco. Casado sospecha -con esa intuición que le ha otorgado másteres por todo el orbe- que al presidente del gobierno en funciones le interesa volver a convocar elecciones para clavarle la puntilla definitivamente a sus rivales de la izquierda morada. Con coleta o sin ella.

Eso sí, una y otra vez nos llevan a pastar a los mismos pastos borreguiles donde pisan minas los torpes: la reforma laboral, el desahucio de Franco, el orgullo gay y la derogación del inexistente concordato con la Santa Sede. Lo digo desde ya: Carmen Calvo no tiene ovarios para hacerlo. No está el PSOE para pisar callos ni sotanas. Son cantos de cisne cara al sol, los que profiere de vez en cuando nuestra clase sin clase política. Desvisten la manipulación y la convierten en posverdad con lencería de fake new. Las RRSS lo amplifican todo: decía Ignacio Camacho que tendemos a creernos lo que cualquiera publica en Facebook si es algo concerniente a nuestra cuerda ideológica. Pues también.

Que sí, que lo sé. Que los otros incurren en lo mismo: sacan la ley del aborto, el alejamiento de los presos de ETA, la inmigración, la ruptura de España... Son tan aburridos unos y otros que sus reiteraciones podrían tomarse por bulos. La falta de coherencia es palpable, casi connatural, a estos sofistas de medio pelo que cobran de nosotros y tienen la costumbre de subirse el sueldo cada cierto tiempo con independencia de si el IPC sube o baja.

Y mientras, en nuestros ayuntamientos, los que anteayer defendían los pactos sensatos y estaban a partir un piñón critican ahora los carteles de feria, los recursos temerarios y cuantas cosas se hicieron por los ex socios. Es nuestro maleficio: solo concuerdan entre sí para obtener su propio y común beneficio. O sea, dame pan y dime tonto. Cobrando pasta gansa la oposición es menos dura, ¿verdad?

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