Quién no ha escuchado eso de “lo siento pisha, no todo el mundo puede ser de Cai”. Paradojas de la vida, una pareja, de Barcelona él y de Cuenca ella, nos ha mostrado cómo querer, y bien, a nuestra tierra.

Dos periodistas que han vivido el último año y medio en El Puerto. Que llegaron con sus ilusiones y, claro que sí, con sus reticencias. Pero con una fórmula de éxito vital: “allá donde fueres, haz lo que vieres”. Con respeto, y ganas de entendernos. De escucharnos, dejando a un lado los tópicos absurdos que etiquetan a los andaluces. Con la inteligencia necesaria para admirar la riqueza de nuestra forma de hablar. Con la empatía suficiente para reconocer lo valioso de ser “gente normal”. Les he leído agradecer nuestra buena acogida; creo que los que llegaron con los brazos abiertos fueron realmente ellos.

Con esta actitud, Cristian e Inma se han empapado de ti, añorado Puerto. De tus playas, tus calles y tus costumbres. Han disfrutado de tus vinos, de tus guisos. Con un grado de profundización admirable, con ayuda de sus cicerones autóctonos. Hasta el pollo frito de Helo-Libo han probado. Si me permiten la expresión, digamos que se han puesto púos.

Esta pareja, sin haber nacido aquí, fue día a día enamorándose de El Puerto, aceptando sus carencias y amando sus virtudes. Y como buenos enamorados, se lo han contado a toda España. Con la mejor arma que tiene un periodista, su pluma. Ambos han hablado tanto y tan bien de nosotros que, solo con leerles, he podido escribir este artículo.

Inma ha publicado reportajes sobre Cacao Pico y Bodegas Obregón, ahíesná. Y nos dedicó una “carta de amor a El Puerto”, uno de los textos más honestos y cálidos que recuerdo. Y lo ha hecho a los cuatro vientos; en medios de comunicación que se leen más allá del Aquasherry, y en su perfil de Twitter, donde se ha hinchao de recomendarnos.

Cristian recopiló hasta “72 razones por las que todo español debería vivir al menos un año en Cádiz”, la cual denominó como “la provincia más hedonista de España”. Una de sus frases debería plasmarse en un azulejo: “porque vas a El Puerto por un año y se te acaba quedando él una vida entera”. A la altura de la que nos dedicó Joselito.

Ellos han sido un ejemplo de amor verdadero. Ese que silencia las vergüenzas y ensalza las virtudes. Nos han querido como a nosotros mismos nos cuesta querernos, portuenses de pura de cepa. Ahora nos han contado que se vienen a Madrid. Inma y Cristian, os habéis ganado como nadie, y con todos los honores, el reconocimiento de paisanos. Os doy la bienvenida a esta familia de melancólicos nostálgicos que somos los portuenses en Madrid. Ánimo en la adaptación, que viniendo de El Puerto no es fácil. Porque aquí las papas aliñás las cobran a precio de oro, y están secas como mojamas. Y si me aceptáis un consejo, cuando la capitalidad madrileña os sobrepase, hay una fácil solución: un ALVIA directo a El Puerto. Mano de santo.

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