Larga cambiada

Mila Alarcón

malarcon@diariodecadiz.com

Eternamente, gracias

Hace tres semanas falleció un tío mío (vaya manera de empezar la columna ¿no?). Tenía 84 años y era soltero. En la vida sólo tenía a sus dos hermanas, a sus cinco sobrinos y al resto de sus sobrinos nietos (donde me incluyo yo). En total -sumando también a los cuñados y sobrinos políticos- éramos 16 personas. Y a la hora de la verdad, en el momento de irse, tan sólo estuvo acompañado por una de sus hermanas, mi abuela, de 79 años. Apenas se puede mover. Tiene algunos huesos deformados y está literalmente comida por los dolores.

Indudablemente, ella no era la persona indicada para estar en la habitación. Con esto no quiero echar nada en cara ni darme golpes en el pecho. Dios me libre. La otra hermana (mi tía) estaba en ese mismo momento operándose de la vista y el resto del mundo corríamos inmersos en nuestra devoradora rutina, intentando conseguir algo más en la vida (las cosas están como para decir que no a los trabajos). Está claro que no busco culpables. Quizás el único responsable sea la mierda de dinámica de vida en la que corremos y corremos como un hámster en una bola.

Mi tío falleció a las 16:00 horas. La mayoría de nosotros no aparecimos hasta un poco más tarde, cuando conseguimos librarnos de nuestros importantísimos trabajos (nótese la ironía). Y en el tanatorio fue la primera vez que escuché hablar de ella. Se llama Esther Mirabet, trabaja en la parte de observación en Frontela y fue la única que estuvo allí en el momento de la verdad: acompañó a mi tío en sus últimos momentos y sostuvo la mano de mi abuela mientras se despedía.

Y ahí fue cuando valoré el trabajo que día a día realizan estos profesionales en la sanidad. Siempre se habla de lo malo y muy poco de lo bueno. No se habla de que muchas veces llenan el hueco que dejamos los familiares, ese que ni por todo el oro del mundo se puede comprar. Nos salvan el culo y arreglan nuestras cagadas y la mayoría de las veces criticamos, nos enfadamos y los maltratamos. Esther, no se si eres médico, enfermera o auxiliar. Sinceramente no me importa. Pero la columna de hoy va dedicada a ti y a todos los profesionales que como tu muestran su lado más humano. A ti y a ellos eternamente gracias por todo lo que hacéis.

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