La Junta de Andalucía acaba de lanzar una amenaza enmascarada sobre los más de 1.500 alumnos del Centro de Educación Permanente de Adultos María Zambrano en San Fernando, y, por supuesto, sobre otros muchos miles que reciben este tipo de formación en toda la comunidad. Estas personas se apuntan cada año para recibir una enseñanza no reglada, lúdica (y también lúcida), social y esperanzadora. Dedican cientos de horas al año a disfrutar del inmenso placer de la cultura en cursos, talleres y actividades exteriores que son para ellos como un alimento que, por las razones que fuere, no recibieron cuando les hubiera correspondido.

Ahora, el Gobierno del mismo Juanma Moreno que subió el sueldo de manera considerable hace pocos meses a sus altos cargos y a él mismo, ha considerado tal vez que el gasto en ese tipo de centros no tiene sentido tal como está planteado ahora mismo, y quiere que los estudios que allí se imparten tengan como objetivo la obtención de un título, como si este fuera un objetivo deseable o con algún sentido a ciertas edades. Olvidan intencionadamente que casi el cien por cien de esos usuarios están jubilados, y seguramente muy lejos de querer presumir de titulitis, que así dicho parecería otra más de las enfermedades que acechan a los mayores.

Si algo demuestra la existencia de instituciones como el María Zambrano es que hay una gran cantidad de público deseosa de este tipo de disfrute del saber por el saber, y de todo lo que trae como consecuencia, sobre todo en la socialización: si uno va a una clase se relaciona con profesores y otros alumnos, obtiene nuevos amigos y se aboca a una nueva vida con intereses en común tan elevados como el aprendizaje de otro idioma o el conocimiento de las variadas materias que nos hemos ido inventando para sobrevivir a este mundo con buena cara.

La Junta, con esa incomprensible iniciativa, lanza a estas personas a la única posibilidad de las academias o centros de actividades privados y, quién sabe, a lo mejor este es el objetivo y empezamos a comprender.