Gastronomía Estas son las tapas de atún rojo de almadraba que podrás probar en la Feria del Atún en Barbate

Oe, Ximo, qué cosas pasan. Hace quince días, en las fiestas, brindamos por la salud de todos, por el poco tiempo que intuíamos, porque nadie hoy, ha avanzado nada sobre el más allá. Declarabas tu fe y tu esperanza. Con tu cabeza clara de doctor de doctores. La tarde se entraba, espléndida y suave, hasta la mesa del hotel playa. Café y tertulia. Y el más allá. Y, de súbito, te has ido a investigarlo.

La vida no ofrece vestigios, ofrece miedos y carencias en estos tiempos. Es más difícil vivir ahora que nunca, o estamos mucho más cansados para emprender algo más que unos versos.

Oe, Ximo, doctor Calap, amigo íntimo y siempre optimista, capaz de hablar siete u ocho idiomas. Investigando lenguas aparecen los signos más internos de sus culturas. De sus religiones o sus chamanismos. De las deidades imperfectas, de la evidencia del final.

Cuántas vivencias, juntos. En el tiempo de los viajes a Jerez. Cuando, entre el doctor Chamorro y este elemental poeta, descubrimos tu filón lírico y ganaste premios literarios por primera vez en Letras con Arte, donde jurados desconocidos te valoraron en las incursiones creativas.

Son detalles que cuelgan en el tiempo sus toallas para secar las lágrimas, que buscan su cuadratura en el dolor más telúrico. La muerte es algo que cuesta digerir, asumir, pensar. En la Biblia hablan de, al menos, dos nombres que no murieron: Enoc y Elías. Se los llevó el Dios del Sinaí en sus carros de fuego. Lázaro resucitó y remurió. La virgen, también. Pocas opciones nos señalan que el final no sea el fin.

El dolor es una ventana nublada. El despojo de los despojos, ese reino, es la muerte. Todos esperan algo de sí. Pero el dolor sume y borra. Machaca y unge. Nada es nuevo bajo el sol, ni la muerte ni cuando el corazón, piadoso, sucumbe y acaba pidiendo piedad. Siento la muerte como un desierto infinito perfectamente llano e inconmensurable donde nos hundiremos en la tiniebla divina y en ese desierto llano e inabarcable, rezo: O quam salubre, quam iucundum et suave est sedere in solitudine et tacere et loqui cum Deo! ¡Oh, qué saludable, qué agradable y dulce es sentarse en soledad y callar y hablar con Dios! Estaremos tan íntimos y perdidos en esa intimidad donde nadie recupera su lugar ni su forma, nunca.

Querido Ximo Calap: Intento imaginar el más allá, un desierto infinito sin arenas ni dunas. En una tiniebla oscura que no es otra que la salida de este mundo. A lo peor somos inmateriales fragmentos de fragmentos más mínimos que la ceniza, la arena o la palabra. A veces, veo una barcaza de locos navegando por una orilla sin agua, con dirección a la infinita sombra. Entonces, cuando llegue, yo me recluiré, cuando te siga, en esa divinidad silenciosa y desanimada donde no hay obra, ni diversidad, ni imagen. Laus deo. Amigo.

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