El viernes pasado asistí a la quinta edición del TEDxCádizUniversity en un Palacio de Congresos abarrotado de jovencísimos estudiantes de la UCA. TED, acrónimo de Tecnología, Entretenimiento y Diseño, es una iniciativa para divulgar "ideas que merecen la pena". Son microcharlas con intermedios musicales en torno a un tema amplio: este año fue "Raro. Un elogio de la diferencia". En la edición gaditana de la franquicia TED se va viendo que predomina el contenido humorístico y emotivo/actitudinal, y se impone el estilo gangoso-tierno-casual de las charlas inspiradoras basadas en historias de vida cuyo resumen podría ser "Tía/tío, eres guay". La que más me gustó formalmente, dentro de este tipo, fue la de Mailaen Gurbindo (Chica Lista), y conceptualmente, la de Beatriz Armillas Mateos, que invitaba a escuchar con las antiguas orejas lo que dice la gente con su boca de verdad. Parece mentira que haya que recomendar al personal que se quite los auriculares inalámbricos un rato y deje de wasapear compulsivamente, pero eso es lo que hay. Informativamente, me quedo con la intervención del joven Alberto González Meléndez hablando de especies raras y biodiversidad. Se puede combinar con el mensaje de la ecocharla indie de Francisco Zuloaga, que podría haber incluido el informe que en 1972 encargó el Club de Roma al MIT sobre los límites de crecimiento del sistema capitalista. Convendría saber que estamos ya en la parte del gráfico donde el aumento de la población coincide con el agotamiento de las fuentes no renovables de energía y la contaminación irreversible del planeta. El cambio climático, la pandemia y Putin no son más que el principio de la nueva normalidad. Si yo fuera del Club de Roma ficharía a Morad (ese moro rapero que parte la pana en Youtube) para que les contase estas cosas a los colegas. Y a C. Tangana para que invitase al patio a chingar maltusianamente. Y a Rosalía para que nos cante con estética Manga que el pequeño ucraniano sin hogar soy yo. O sea tú. Es decir, everybody (por si no se habéis dado cuenta). Mejor se lo encargamos al Yuyu (flor y nata de Cádiz como endemismo) y nos reímos un rato.

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