Soy atea. Me gustaría que tuviéramos un estado laico, que no hubiera clases de Religión en la escuela pública o más transparencia en la financiación de la Iglesia, por poner algunos ejemplos. Eso no quiere decir que si alguien a quien aprecio me invita a su boda religiosa vaya yo a sabotearle la ceremonia, o que me ponga a soltarle improperios al cura en un responso. Cuando se da el caso, guardo silencio, y me siento y me levanto las veces necesarias. No rezo, no comulgo, pero por respeto a quien me ha invitado no monto un numerito. Es solo una cuestión de educación, no significa que durante ese rato yo me traicione a mí misma, o que olvide mis convicciones.

Será por eso que tampoco me parece tan descabellado que un diputado, o un ministro, por muy republicano que sea, escuche e incluso aplauda (o no) al Rey si está interviniendo en el Parlamento. Al fin y al cabo, es este el sistema que les ha puesto ahí. Lo que no implica, insisto, que tengan que olvidar sus principios, o que pongan en marcha los mecanismos oportunos para cambiar nuestra forma de gobierno. Aspirar a una República no es traicionar a un país, ni ser un antisistema. Es creer en otro tipo de forma política democrática (más democrática, a mi parecer; pero es que además de atea, también soy republicana; lo tengo todo).

De todos modos, tranquilidad. Sinceramente, veo poco probable que se den pasos, al menos durante esta legislatura, para plantear un cambio en la monarquía parlamentaria. Es un asunto que despierta más pasiones que razonamientos, y que a la población, en general, no le quita el sueño mientras que el Jefe del Estado no protagonice ningún escándalo.

Por eso, más que el aplauso republicano, de la apertura del curso parlamentario me llamó más la atención el de quienes se dicen fervientemente monárquicos. Un aplauso de cuatro minutos suena forzado, la verdad, no creo que nadie le salga de natural. Ni que fuera la ópera. Entiendo que fue una forma de demostrar su respaldo al Rey, su apoyo, su defensa; que es otra manera de decir que lo ven en peligro. Me da a mí que don Felipe hubiera preferido una ovación menos exagerada.

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