A punto de empezar julio parece que hemos desembocado por fin en la cacareada “nueva normalidad”. Al menos a mí, no me gusta el término. Ni sé lo que es normal ni me queda claro cuánto de la anterior “normalidad” deberíamos retomar. Mientras hay quien todavía no sale de casa más que lo imprescindible, otros parecen haber pasado página. La incertidumbre se hace fuerte, no es posible hacer planes, las salidas con mascarilla a los centros de encuentro habituales dejan un regusto triste… Ayer sin ir más lejos fui al centro a apoyar a los propietarios de Dan & Dänek que se ven obligados a cerrar. Ellos, al menos, lo hacen temporalmente, pendientes de una vuelta renovada, pero cuando caminaba hacia la tienda, el panorama de la calle Larga era desolador: “Se vende”, “Se alquila” eran casi los únicos reclamos en los escaparates de los locales comerciales. Yo tengo la malsana costumbre de sufrir con demasiada empatía cada cierre. Siento incrustadas en mi ser las dificultades de los autónomos, de los pequeños y medianos empresarios que se ilusionan en cada proyecto arriesgando todo lo que tienen y más.

La situación no ayuda en estos momentos a levantar el centro, se teme la llegada del otoño-invierno cuando, con confinamiento o no, desaparezcan los turistas y el portuense se olvide otra vez de vivir su ciudad, dando la espalda a una forma de vida latina que nos identifica. Somos herederos del ágora griega y el foro romano, plazas que se abrían al encuentro de los ciudadanos. Esta forma de entender la vida ha hecho a nuestras ciudades y pueblos lugares confortables, atractivos, especiales. El centro histórico es lo que individualiza a cada pueblo y ciudad. No sé si estamos a tiempo de levantarlo, probablemente hacerlo desaparecer no sea una aspiración consciente. Me resulta difícil creer que alguien prefiera de verdad vivir al estilo nórdico o americano donde los encuentros son en el interior de las casas y el ocio se vive en los centros comerciales.

Yo no he “normalizado” del todo, lo reconozco, por ahora recupero familia y amigos, pero deseo que el cóctel de este verano combine pasión y prudencia, con una buena base de apoyo a la actividad económica local.

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