Sábado, finales de febrero en Madrid. Calle Alcalá. 10 de la mañana. Metro Suanzes hasta los topes. Las aceras llenas, caravana de coches, imposible aparcar. Pandillas de jóvenes, familias numerosas y parejas enamoradas. Público variopinto: andando, en bici, con patinetes eléctricos. El destino: el Parque de la Quinta de los Molinos. Sí, un parque, casi a las afueras de Madrid.

Uno, andaluz acostumbrado a la bulla, se pregunta qué pasará. De la Quinta de los Molinos no sale una Hermandad. No hay una feria en el recinto. No canta el “Selu” ni Martínez Ares. Pero hay emoción, jolgorio y masificación, incluso en este tiempo de mascarillas pandémicas. Móviles en mano para captar el momento. Filtros de Instagram preparados. Máxima expectación.

¿Qué acontecimiento tan único se produce en la Quinta de los Molinos? ¿Qué vuele loco al urbanita, netflixero y que escucha a C. Tangana, ahora “el madrileño”? Pues que, en primavera, florecen los almendros. Momentazo culmen del “moderneo” capitalino.

Sí, los almendros. Rodeados de polución, bullicio y rascacielos. Quizás ahí se encuentre el hallazgo. Lo que deslumbra. Algo de naturaleza en mitad de la ciudad. Y ese afán por publicarlo en las redes. Madrid mola, mazo. Tenemos un parque de almendros en flor. Y luego los catetos somos los andaluces por hacernos fotos en el Primark de Gran Vía después de ver el Rey León.

Sí, los almendros en flor, preciosos. En un parque a las afueras de Madrid. Ante esto, ¿qué tendríamos que hacer los andaluces cuando florece el azahar? Con sus notas florales y sus matices cuaresmales. Ese verde y blanco tan nuestro. Azahar, qué floreces en cada calle…qué poco caso te hacemos. Será porque en Andalucía no hay que montarse en un Cercanías, subir cuatro tramos de escaleras mecánicas y hacer cola para disfrutar de los caprichos de la naturaleza. Cuántos bares tienen sus terrazas al cobijo de los naranjos, y caen los pétalos en las mesas, al amparo de una buena copa de Fino. Eso sí que es para Instagram, madrileños.

Azahar, no te hacemos tanto caso como al almendro en Madrid. Será porque en Andalucía tienes competencia. Los olivares, las laderas con casas encaladas, los arenales de nuestras playas o el verde tus pinares.

Los andaluces estamos anestesiados de belleza natural. En Madrid se madruga para disfrutar de cierto atisbo de naturaleza. En Andalucía lo tenéis a mano. En la propia casapuerta, a unos minutos en coche. Esta es la razón por la que el pasado domingo, Día de Andalucía, las redes se llenaron de homenajes a nuestra tierra. Y no solo de andaluces. Seguramente, de los mismos que madrugaron para ver los almendros en flor.

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