El mundo cofrade de nuestra ciudad de nuevo sufre el varapalo de tener que ver como otra capilla cierra temporalmente sus puertas.

Ya desde 2014 tenemos en plena Plaza de España la Capilla de la Aurora, cerrada por el mal estado en el que se encuentra el edificio, sobre todo el sostenimiento de su cubierta, lo que hizo que la hermandad de la Humildad fuese acogida por las hermanas del Espíritu Santo en su Convento. Diez años haría de este suceso el próximo 2024.

En estos días nos enterábamos de que la Hermandad de los Afligidos también sufre problemas en la Capilla del Hospital de San Juan de Dios.

Cierto es que conocíamos su deterioro, ya que de sobra era conocida la famosa grieta que desde hace tiempo se dejaba ver en la fachada. Y cierto es que se estaba realizando un estudio sobre las patologías del edificio con vistas a la futura restauración.

Ante el estado actual del edificio, es nuestro Ayuntamiento el que con un “procedimiento de emergencia” actuará sobre el mismo para garantizar su estado hasta la inminente restauración.

Los mentideros cofrades son como son y de nuevo entra ese pánico de ver como otra hermandad podría salir de su sede canónica en breve. La intención de la hermandad es permanecer todo el tiempo posible tras la puerta de su Capilla, en el lugar más seguro del templo, para así romper lo más mínimo con el día a día de los devotos.

El concejal Javier Bello parece que finalmente es ese bálsamo que los cofrades necesitaban y de inmediato puso a disposición de Afligidos el local antiguo de la Cruz Roja en Micaela Aramburu, eso sí, no exento de polémica.

Llegando a la hipótesis de que Afligidos, en algún momento de dichas actuaciones sobre el edificio, tuviese que dejar temporalmente su Capilla, me surgen dudas.

De todos es sabido la masificación que sufre la Basílica e imaginar una Semana Santa con otra cofradía más saliendo de ella da que pensar.

Obispado, Consejo, Párrocos y Ayuntamiento, trabajen de la mano para que nuestras Parroquias abran sus puertas y aunque no todas, no den la espalda a las hermandades que, a pesar de muchos, sí son una puerta abierta a la Iglesia.