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El oripandó en el Teatro Falla

El mejor José Mercé que la salud le dejó ser

El cantaor José Mercé, durante su actuación en el Falla.

El cantaor José Mercé, durante su actuación en el Falla. / Lourdes de Vicente

Fatigas grandes ha pasado este miércoles 16 de noviembre, Día del Flamenco, José Mercé en el Gran Teatro Falla. "Ay, madre mía", "ay, dios mío", salpicaba por lo bajito, el cantaor jerezano el concierto en el que presentaba su último disco, El oripandó, en su amado Cádiz. Las duquelas del querer y no poder. Bueno, no poder es mucho decir para un artista que, aunque con la capacidad pulmonar rozada "por una bronquitis, un catarro muy malo o yo no sé lo que es esto", se lamentaba al final de su cita gaditana, firmó un recital rebosante de cariño y de muchos arrestos.

"¡Tú no te preocupes José, tú estás en tu casa!", se adecuaba ese ente casi humano que es el Gran Teatro Falla -ya saben, un teatro, una sola voz- incluso antes de que el referente del pelo y el metal (con permiso de Ranca y Panseco) confesara sus problemas de salud. Perro viejo, este Falla, que le tiene cogida la medida a Mercé, al que quiere y disculpa y, es más, hasta celebra atronador los momentos luminosos de El oripandó y de su apunte jondo, que algunos hubo.

La malagueña de El Mellizo, sin duda, fue uno de esos ratitos brillantes que Mercé le brindó al público que abarrotaba el coliseo de Fragela durante una cita que igual se enmarca en el Festival Patrimonio Flamenco (Ayuntamiento) que en el Festival de Música Española (Junta). Qué más da. Cualquier sostén es bueno para conmemorar el nombramiento del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad con un artista de primer nivel como es José Mercé. Un flamenco por los cuatro costados al que, por cierto, no se le cayeron los anillos por cerrar su concierto con un llamamiento: "¡Carnaval, Patrimonio de la Humanidad!"

Antes, casi hora y media de disfrute y sufrimiento. La entrada un tanto irregular con la taranta sí funcionaba de Preludio, pero no de un nuevo día, sino de lo que iba a ocurrir en el recital; la emoción, aunque real, verdadera, palpable, de Jamás desaparece lo que nunca parte, el corazón de El oripandó, el tema que dedica a su fallecido hijo Curro, disculpaba sus silencios, sus tropiezos, que no tenían agarre en otras canciones como en la balada Si tú me lo pides, volvería a empezar o en esa rumba con aires de tango titulada Tengo cosas que contarte donde La Mala Rodríguez rapeaba desde la pantalla con proyecciones, quizás, completamente suprimibles.

La otra cara de la moneda, la bonita, la feliz, la encontramos en el sabor de Cuando todo empieza, donde los golpes del yunque parecen guiarlo en el camino de vuelta a la senda del compás y la respiración gracias a su temple en el martinete; y, por supuesto, en la mencionada malagueña, en los primeros envites de la soleá y los fandangos (que iban perdiendo fuelle en su desarrollo), en la valentía con la que enfrentó al respetable, despojándose del micro en la despedida por Jerez y, muy por encima de casi todo, en esa versión de Al alba, del inolvidable Luis Eduardo Aute, que se adapta a su garganta (más o menos a punto) como un traje a medida.

Con Aire también la gozó Cádiz, más que con ese descafeinado homenaje a Triana de Tu frialdad y con La primavera que, esa sí, necesitaba de respiración asistida. 

"Cádiz, estoy asfixiao", se disculpaba Mercé que hizo todo lo que pudo por agradar, hasta se pegó sus dos o tres pataítas, durante su concierto en el Falla, acordándose de su debut en El Tablao, de "la suerte" que tuvo al recalar en aquel rincón de Santa María de la Cabeza con Juan Villar, Rancapino y La Perla y hasta lamentando que "el arte de Cádiz ya no es el que era", que "la esencia se ha perdido", que murió junto a gente como "Pablito de Cádiz y su hermano, el Niño de los Rizos..."

José Mercé miró al pasado el Día del Flamenco pero también al futuro, dándole su sitio al jovencísimo guitarrista Manuel Cerpa, al que vio en Tierra de Talentos "y al que he fichado porque no lo podía dejar escapar;  buscando entre el público "a mis niños", a la gente joven que es a la que hay que arrimar a este arte grande nuestro; y poniendo en valor esta nueva apuesta con su "hermano y amigo" Antonio Orozco que le compone y produce, más que un disco, "una obra, sin ánimo de ser pretencioso", califica a El oripandó, donde el gusto por los fraseos largos del artista catalán dificultaron más si cabe la actuación del jerezano en estas circunstancias.

José Mercé habló con su público, cantó como pudo la Alegría de su disco, se fue al pop rock con Caminante, le dijo un "te quiero" muy fuerte a su mujer, Mercedes García, integrante del coro, con Cincuenta primaveras y otras mil que yo quisiera (las que hacen de casados el próximo septiembre) y se fue de Cádiz levantando al público de sus butacas. Y con su garganta afillá a medio gas, ¿qué...?

Y es que Mercé es Leyenda del Flamenco aunque el miércoles, para lamento de los que echamos de menos su eco personalísimo y que parece inagotable, pasara muchas fatigas para demostrarlo.

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