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Concierto de la Coral de la UCA en el Falla

David Palomar llenó el escenario, y el teatro

David Palomar y la coral de la UCA

David Palomar y la coral de la UCA / Fito Carreto

El espectáculo, que bajo el nombre de Requiem nos presentó el cantaor gaditano, es difícil de valorar en su conjunto como un todo unitario. De lo que no quedó duda, sin embargo, es que lo importante era escuchar a David Palomar. Su público apoyó al cantaor payo de la Viña, en este nuevo proyecto. Y David cantó muy bien, por derecho, con sentimiento y respeto, además haciéndose acompañar de recursos avanzados en el toque de guitarra o en el piano, que utilizó incluso un nada habitual método de frotar las cuerdas del piano con otra cuerda como si de un arco de violín se tratara. Guitarra y piano se repartieron, un poco más inclinado del lado del piano, todo hay que decirlo, la ejecución de las falsetas de la soleá y la seguiriya. En general, la parte flamenca estuvo muy bien, y eso que David Palomar adaptó todo el repertorio a la visión conceptual de lo que es una misa de réquiem: Solemne y seria (lo cual no quiere decir plana). Para ello recurrió a los palos más jondos como la soleá, el martinete y la seguiriya, para darle seriedad al momento. Muy bien.

Desde mi punto de vista, sin embargo, la sonorización del espectáculo resultó un poco chocante. Por un lado, el piano y guitarra, que contaron con la amplificación de micrófonos, me resultó un poco más acentuada de lo que en realidad se necesitaba, sobre todo, teniendo en cuenta que ni la Orquesta Álvarez Beigbeder, ni el coro, ni los cantantes solistas del Requiem de Mozart, dispusieron de micrófonos.

La orquesta, por momentos sonó desigual (fagotes y clarinetes a penas se escucharon). Algo desbalanceadas las distintas secciones. Sin embargo, los metales y la percusión mantuvieron bien la tensión de la obra. Tal vez si se hubieran puesto micrófonos, por secciones, a la orquesta, se hubiera conseguido un mejor resultado. Y esto es así ya que el tipo de espectáculo que se diseñó, es incompatible con la utilización de la concha acústica del Falla debido a la complejidad que entraña su montaje con la disposición de los focos, proyectores y demás elementos de la producción escénica. Al final, puede que Requiem, en su conjunto, resultara algo descompensado en cuanto a la sonoridad, probablemente por esta causa.

Y desde el punto de vista comercial, se me antoja que esta obra es un proyecto de difícil reproducción, por la cantidad de gente que se necesita en el escenario, y por la duración del mismo. Si encima le añades baile, todavía más complicado. Y es que, no por el hecho de adicionar elementos se obtiene como resultado un espectáculo innovador, sino que se puede caer, por el contrario, en lo barroco.

En resumen, David Palomar triunfó ante su público, en un nuevo proyecto, de difícil ejecución, y que a mi modo de ver debería revisarse para buscar un mejor “hilo conductor” que consiga un espectáculo con identidad propia, con creatividad que supere la mera yuxtaposición de obras y estilos.

Por lo demás, el público lo pasó bien y con el Teatro en pie aplaudiendo, con ganas, al finalizar el espectáculo.

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