Bloomsday en Cádiz

A James Joyce le gusta esto

  • La Orden del Finnegans se reencuentra como paso previo a una futura "refundación" en Dublín

Un momento del encuentro de esta mañana en la glorieta de Ory, con algunos asistentes vestidos de época.

Un momento del encuentro de esta mañana en la glorieta de Ory, con algunos asistentes vestidos de época. / Joaquín Hernández Kiki

La Orden del Finnegans es una orden "convulsa" y en "estado latente", que no descarta una próxima "refundación". Eso afirmaron cuatro de sus miembros reunidos en la celebración de un Bloomsday gaditano que se ha extendido a lo largo del fin de semana. Antonio Soler, Eduardo Lago, José Antonio Garriga y Malcolm Otero Barral trataron de explicar en la charla Joyce y yo su relación con el autor irlandés y con su obra. Ni Ulises fue un título que les llamara a algo parecido al amor en su primer encuentro, ni James Joyce una persona a quien les hubiera gustado tener cerca. Tanto a ellos como a la moderadora de la charla del sábado, Zarabel Santos-Rodríguez, autora de De perdidos al Liffey,  les sucede como, en fin, a la mayoría de los mortales. No se sienten especialmente mal por ello: recuerdan que la misma Virginia Woolf rechazó el manuscrito de la novela.  "De hecho, yo pertenezco a la orden, y no he vuelto a leer el Ulises, tremendo libro, desde que lo hice allá por enero del 80", confiesa José Antonio Garriga.

Inactiva desde hace unos años, la Orden del Finnegans es algo por lo que les siguen preguntando, para su sorpresa, en la mayor parte de las entrevistas. Todo en la Orden del Finnegans -que, por supuesto, nunca pretendió seguir ningún orden- es pura broma y, por eso mismo, se toma más en serio que lo hecho con alguna pretensión de seriedad (a James Joyce le gusta esto). 

José Antonio Garriga (escritor y jardinero, según su propio criterio) se acercó a la obra de James Joyce a finales de los setenta, con Dublineses y, sobre todo, Los muertos -el título que más influido-. "Yo lo leí en la universidad, imagino que por leer algo que todo el mundo consideraba difícil -comenta el editor (y fontanero), Malcolm Otero-. En retrospectiva, supongo que no me enteré de nada". 

Antonio Soler llegó a Joyce a través de un amigo "algo maniático, que coleccionaba libros y coches viejos. Tenía idea de que era un libro complejo y me dije que podía intentarlo, porque era devoto de Proust. Evidentemente, me quedaba grande. Con el tiempo, reflexionando sobre ambos, he pensado que con Proust te encuentras con un caudal narrativo inigualable; mientras que, con el Ulises (y con Joyce, pero con el Ulises especialmente), te encuentras con un imposible de torrentes, afluentes, meandros, cascadas... y termina en un delta mucho más amplio que el gran río de Proust". 

Recordaron que la semilla de la Orden se plantó en 2006, con Antonio Soler, Malcolm Otero y Eduardo Lago entre los socios fundacionales. Poco después, le consultaron a Enrique Vila-Matas que cómo vería la creación de una orden literaria, y le pareció estupendo. A la Orden terminarían incorporándose autores como Jordi Soler o Emiliano Monge. La Orden tenía como principio acudir todos los años a Dublín a celebrar el Bloomsday y leer fragmentos del Ulises al atardecer, en la Torre Martello, donde nombraban al nuevo caballero. A esta máxima absoluta seguían un chorro imposible de normas, entre las cuales se encontraba, por ejemplo, que si alguno de los integrantes mencionaba a "determinado escritor, merecería la expulsión fulminante".  

"Con el paso del tiempo -rememora Antonio Soler-, se nos llegó a unir incluso un pequeño grupo de seguidores, aunque aquello no tuviera nada de enjundioso". Un año, nombraron caballero a una mujer irlandesa a la que se encontraron por la calle, vestida de época como muchos de los que andan por las calles de Dublín el 16 de junio, y que consideraron que estaba especialmente bien caracterizada -también consideraron que debía ser carnicera-. Otro año, le hicieron creer a un periodista de La Razón que la próxima integrante del grupo iba a ser María Dolores de Cospedal.  Sólo en dos ocasiones hubo mujeres que les acompañaran en el recorrido, que se les hizo algo ortopédico: "Nos sacaban de nuestra rutina".  Y tanto que los sacaban: a una de las acompañantes le entró un cólico nefrítico ("De verdad que pensé que lo que tenía era un ataque de risa", asegura José Antonio Garriga). En honor al suceso, instauraron el Premio Menchu: pero tiene que salirte una piedra en el riñón para lograrlo. 

"Yo no soy fiel a las órdenes para nada. No hemos vuelto a Dublín desde hace años, así que supongo que estamos todos expulsados -continúa Garriga-. Sí es verdad, como estipulamos de alguna manera, que todos somos escritores muy distintos pero que tratamos de desarrollar obras serias, de compromiso. Los escritores, por lo demás, ya sabe todo el mundo que somos insoportables y sólo hablamos de nosotros mismos". 

Sí es cierto que, tras disolverse la Orden, alguna vez se consideró la posibilidad -confiesan- de seguir celebrando el encuentro en Gibraltar. Es bastante probable que el año que viene regresen a Dublín.

Para Enrique Vila-Matas, la Orden del Finnegans es una orden "latente". "Yo añadiría -apunta Antonio Soler-, que somos una Orden convulsamente latente". 

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