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Cine

Manuel Iborra: "En 'Orquesta Club Virginia' sufrí una decepción conmigo mismo"

  • Treinta años después de su rodaje, el cineasta se reconcilia con su película a través de un documental donde actores y equipo técnico despliegan sus recuerdos de la grabación

El director de cine Manuel Iborra.

El director de cine Manuel Iborra. / Jesús Marín

Es curioso, mientras que Jorge Sanz, Antonio Resines, Emma Suárez, Juan Echanove o el inolvidable Quique San Francisco recuerdan con cariño y guasa aquellas casi ocho semanas en Marruecos que dieron forma a la Orquesta Club Virginia, Manuel Iborra, el director del filme, se sienta frente a su propia cámara para relatarnos con angustia los obstáculos y problemas a los que tuvo que hacer frente en una película por la que se vio superado. El retrato de un fracaso, dice el cineasta afincado en Cádiz; una película sobre el paso del tiempo, dice la actriz Clara Sanchís; un canto de amor al cine, dicen las críticas. O quizás, sólo quizás, La Club Virginia, el último documental de Iborra, es el relato de lo que ocurre cuando una serie de personas se encuentran en un lugar y en un momento determinado. ¿Y qué ocurre? Ocurre la vida.

–¿Qué tiene ‘Orquesta Club Virginia’ para rememorar su rodaje tres décadas después?

–Sinceramente, al principio ni me acordaba que se cumplían 30 años del rodaje pero el caso es que en agosto del año pasado pensé, esta cosa que se te viene a la cabeza a veces, que me gustaría hacer una película por el rodaje de Orquesta Club Virginia pero no sabía muy bien por qué. Simplemente me apetecía y me dije que iba a intentarlo para, de hecho, averiguar el porqué de esta cosa interior. Mi sorpresa fue que cuando empecé a llamar a los actores y al equipo técnico, pues sin ellos este proyecto no podía salir adelante, todos me dijeron que sí . Entonces pensé que eso que me pasaba a mí con la película también les ocurría a ellos, que para cada uno, de alguna manera, ese rodaje fue especial. Y eso no quiere decir que fuera un gran rodaje, ni que el resultado del rodaje sea una película buena, pero hay rodajes que no se sabe muy bien por qué son especiales, y éste se ve que lo fue.

–De hecho, Emma Suárez, tal y como se puede ver en el documental, todavía conserva la guitarra de su personaje

–Así es. Bueno, y Emma no iba a hacer el personaje de María. Ella siempre me lo recuerda, “tú eres un hijo puta porque no querías que hiciera ese papel”. Y no es que no me gustara, yo la había visto en La blanca paloma y tal, pero la verdad que fue Quique (San Francisco) el que me dijo llama a Emma que ella es perfecta para el papel. Y así fue. Es más, Emma hizo todo su rodaje, prácticamente, en una semana, que ni estuvo los dos meses como el resto del equipo y, sin embargo, también tiene ese vínculo raro con la peli.

–Ha nombrado a Quique San Francisco. Puede que sea su última aparición en un filme. Supongo que habrá sido duro para ustedes...

–Vaya honor más triste... Ojalá hubieran venido para él muchísimas películas detrás de esta.... Quique rodó esto en noviembre del año pasado y cuando Jorge (Sanz) y (Antonio) Resines, que estaban en Madrid y estuvieron más al tanto de todo, pues nos dijeron lo que pasaba pues la verdad que todos pensamos lo mismo, que si había superado todo lo anterior pues esto también. De hecho, Enrique bajó de la UCI, estaba en planta, y la cosa es que tuvo una complicación... Y bueno... Ahora ya te vas acostumbrando pero al principio, incluso, cuando salió la posibilidad de presentar la película en la Seminci de Valladolid pues yo no lo veía claro pero Emma dijo que había que ir, que era un precioso homenaje, aunque uno siempre espera que no existiera estos homenajes... Hay una cosa que también hablaba con Emma, y es lo que notas la falta de personas que te han hecho reír y pasarlo bien, y no sólo me refiero a su labor como actor. Esa gente que desprende tanta alegría como desprendía Quique, pues se echan mucho de menos. Él lo cuenta un poco en el documental, que nos íbamos a correr por las murallas y tal, pero lo que no cuenta es que él, al principio del rodaje, me vio muy nervioso así que durante las dos primeras semanas yo me despertaba y él estaba a los pies de la cama con un cruasán, un café con leche y diciéndome “gordo, tómate esto, nos vamos a correr, y vas a hacer una película de puta madre”. Se ha explotado mucho el otro lado de Quique, el más canalla, pero se ha hablado demasiado poco de éste, de lo que tiraba de las películas con su alegría, con su profesionalidad, con su generosidad... Yo he hecho cuatro películas con Enrique, algún día llegó tarde, pero siempre se sabía la letra, siempre salía a la primera o segunda toma.

–’La Club Virginia’ se rueda en 2020. ¿Afectó al rodaje las especiales circunstancias que vivimos el pasado año?

–Tanto el rodaje, como el montaje y, quizás, el guión tienen tres pequeñas singularidades. A la hora del rodaje, aparte de por el asunto de la pandemia, pensé que quizás era bueno que se autofilmaran, en la medida de los posible, porque así igual se conseguía una intimidad más complicada de conseguir si yo les entrevistaba. Y creo que se ha logrado al hacer más de la mitad de esas entrevistas de esa manera. Con respecto al guión, yo lo único que les dije es que no quería que hablaran de la película sino de lo que sintieron en el rodaje de la película. Para ayudarlos les propuse enviarles unas preguntas, pero todos me dijeron que no, así que lo que hablan es lo que cada uno ha querido. Y me acuerdo que cuando me llegó todo el material pues lo monté un poco a ciegas porque no sabía qué película quería contar todavía. Casi por atracción de unas declaraciones con otras fui montando, y cuando lo tuve todo se lo envié a Jorge Sanz y le dije “mira qué material más curioso ha salido”. Él me respondió, “mira, Manolito, tú no sabíass qué película querías hacer pero nosotros sí”. Bueno, es más eso es lo que ocurrió en la película también, Jorge lo cuenta, “nosotros no le hacíamos a Manolo ningún caso, nosotros sabíamos lo que teníamos que hacer”.

–¿Y eso no le molestó?

–No, es que yo creo que a partir de la Nouvelle Vague se mitificó un poco la figura del director, y cuando hay un guión que se aguanta y unos cómicos buenos, como aquí, a veces el director lo que tiene que hacer es no meter mucho la pata, y yo, como ves en el documental, metí bastante la pata.

–Santiago Ramos le dice caprichoso, Antonio Resines lo tilda de obsesivo-compulsivo, Jorge Sanz que se complicaba mucho... ¿Se siente retratado en ese dibujo colectivo?

–Y el ayudante de dirección cuenta las cosas que yo hacía para disimular cuando no tenía ni idea de qué hacer... Sí, sí, me siento totalmente retratado e identificado.

–¿Era así el Manuel Iborra de entonces o el de ahora?

–El de siempre. Pero como dice Emma en algún momento, él crea algún tipo de ambiente... Bueno, a decir verdad, sólo hay una cosa con la que no estoy de acuerdo de todo lo que dicen de mí, eso que dice Jorge que prefiero poner a los actores bajo presión para que funcionen... Más bien creo que es todo lo contrario, y te pongo un ejemplo de la misma película. A todos los actores se les hizo un cassette donde estaban los playbacks de todas las canciones que tenían que interpretar y un playback en el que todo estaba bajito y se oía más fuerte el instrumento que ellos tenían que interpretar. Bien, le pregunto a Jorge la primera semana que cómo lo lleva porque él tenía lo de la trompeta del final, que era muy importante. Y me dice que bien. La segunda semana vuelvo a preguntar y me dice que, de hecho, lleva el cassette siempre en la mochila y que va muy bien. Igual la tercera semana. Y cuando llegamos a la séptima, que es cuando eso se rueda, le voy diciendo que en nada tenemos que hacerla, me dice que bien, que ahí está en la mochila, que siempre va con él, y me da por abrirle la mochila y, efectivamente, allí nunca estuvo el cassette... Con que... Presión, poca.

Cartel del documental 'La Club Virginia' de Manuel Iborra. Cartel del documental 'La Club Virginia' de Manuel Iborra.

Cartel del documental 'La Club Virginia' de Manuel Iborra.

–¿El rodaje que ellos rememoran es el mismo que usted recuerda?

–Bueno, yo creo que el espíritu, esa cosa que flota a veces en el aire, eso sí que lo comparto. Lo que ocurre que ellos, casi todos, vivieron una película fantástica y yo no.

–Por eso le pregunto. Porque en la autoentrevista que se hace en el documental, recuerda la película con mucha angustia, con mucho disgusto...

–A ver, es que yo hago la broma de que yo quería rodar Lawrence de Arabia y me encontré con la realidad de mi capacidad. Digamos que sufrí una decepción conmigo mismo. Yo siempre pienso que esta película son los actores y el equipo, que la llevaron en volandas, y yo no sé muy bien qué es lo que hice.

–¿No es un poco injusto consigo mismo?

–No eres la primera que me lo dice, pero yo en la autoentrevista intenté revivir la sensación que tenía entonces, porque creo que eso es lo honrado.

–Evidentemente, yo no estaba pero me baso en lo que cuenta Quique de que os falló el ‘service’ marroquí. Así que entiendo que al caerse, por ejemplo, el barco que quería o no aparecer los extras pues son obstáculos que no dependen de su capacidad creativa, ¿no?

–Lo que ocurre es que el oficio del director, aparte de hacer una película lo mejor posible, consiste también en cumplir el plan de trabajo, meter la película en el presupuesto y solucionar esos problemas. Eso forma parte de nuestro oficio. Esa incapacidad que yo sentí de solucionar pues es lo que me pesa. Luego hay cosas como la escena de Jorge y Emma contra el póster de Janis Joplin pues que es estupenda pero salió de aquella manera. Esa escena no era así, ella llegaba, se quitaba el jersey, se tumbaba en la cama... Y nada, no funcionaba, y yo venga a darle vueltas, ahora así, ahora del otro lado... Hasta que el ayudante de dirección me dice en un momento dado, “te queda media hora para rodar esta secuencia”. Entonces le dije a Chicharro, el director de arte, “¿no hay un cartel por ahí de Janis Joplin?, pues ponlo en la pared” y yo mismo fui escribiendo la letra en unos papeles, los puse también y a los actores les dije, “venga a hacerlo contra la pared”. Y, de repente, das motor y ves que eso funciona y da origen a la anécdota famosa que cuenta Emma del cinturón... Cuento esto porque tengo la sensación de que, a veces, ocultamos que el cine también es así. No todo está previsto, hay muchas cosas que salen fruto de la desesperación.

–Hombre, también entiendo que un rodaje es una tensión constante, ¿no?

–A ver, comparado con las luchas de la vida, un rodaje es una pamplina pero sí es verdad que si tienes un sueño de hacer un tipo determinado de película, ese sueño lo vas persiguiendo todo el rato. Esa es la tensión. Pero por lo demás... Es como te lo tomes. Recuerdo un una de las escenas del hotel de Amán, ese donde hablan mucho en el pasillo, once y media de la mañana, rodamos una primera toma de una escena, la que van pintados de negro y cuando vamos a hacer otra toma no vemos ni Quique ni a Jorge por ningún lado. ¿Dónde están? Y estaban los dos en una habitación del otro extremo durmiendo profundamente. Eso sí, se les despertó, hicieron perfectamente la otra toma y para la siguiente se volvieron a dormir. Tensión cero.

–Sí, eso creo que lo cuenta Quique, que había aprendido a dormir en los rodajes...

–Sí, eso, los dos, pero sobre todo Jorge... Yo a Jorge lo he visto durmiendo pero profundamente, despertarse, retocarse un poquito, dar motor, decir sus frases perfectamente, corten, y volver a dormir. Pero es que él, como Quique, llevan desde los 7 años en esto. Para ellos un set es algo familiar.

–¿Sigue siendo ‘Orquesta Club Virginia’ su espinita clavada o este documental le ha ayudado a reconciliarse con la película?

–Sí, creo que me ha ayudado de alguna manera. La primera vez que vi la película y no me pareció horrorosa, y por eso creo que me decidí a hacer el documental, fue hace un año y medio. Es que hasta llamé a Santiago Ramos, para decirle, “Santiago estás de puta madre” porque a mí en aquel momento no me gustaba su trabajo. “Hombre, has tardado un poco de tiempo en darte cuenta, 30 años nada más y nada menos”, me dijo con razón... No sé pero es que yo creo que lo correcto es que cuando haces algo bien te lo debes quedar para dentro pero cuando haces algo mal hay que decirlo porque todos nos equivocamos. Azcona me decía siempre “lo más bonito que tiene la película que has hecho es que es como las películas que hacíamos antes, de fracasados, porque todos somos fracasados”.

–La película se presentó en la Seminci, está en salas comerciales pero antes tuvo su preestreno la pasada semana en Cádiz, ¿por qué esta deferencia?

–La razón es bien sencilla. Yo vine hace cinco años o seis años a Cádiz a hacer un documental y no me he ido, con lo cual, la gratitud que le tengo a Cádiz en infinita.

–¿Qué encontró?

–Mira, en este tiempo he aprendido que los guiris no tenemos que hablar de Cádiz. Si te gusta, te quedas, y si no te gusta, te vas. A mí me gusta. Es que cuando leo a gente de fuera explicando a los gaditanos lo bonito que es esto pues me resulta un poco raro. Pero lo que sí creo que me puedo permitir decir es que Cádiz, que es una ciudad preciosa con sus barrios, sus playas y sus murallas, son los gaditanos.

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