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Literatura

Jesús Maeso de la Torre: "Prácticamente, los españoles diseñamos los hoy Estados Unidos"

El escritor Jesús Maeso de la Torre, en la redacción de 'Diario de Cádiz'.

El escritor Jesús Maeso de la Torre, en la redacción de 'Diario de Cádiz'. / Tomás Gómez

Exquisito conversador, exuberante fabulador y excelente divulgador de la Historia española, Jesús Maeso de la Torre, después de 20 novelas a sus espaldas, asume por fin el título de escritor. Se resistía a ostentarlo –“yo sólo soy un novelista, escritor es una palabra muy grande”– pero después de una trayectoria respetada por crítica y público, un superventas como Comanche y una novela, La rosa de California (HarperCollins), donde ahonda en la huella potentísima que España ha dejado en los Estados Unidos de América, no tiene otra escapatoria más que aceptar la realidad. Jesús Maeso de la Torre es escritor, un buen escritor.

–Con ‘La rosa de California’ vuelve a un territorio que ya exploró en su anterior novela, ‘Comanche’, ¿por qué?, ¿quería hermanarlas de alguna manera?

–El volver a este territorio es porque cuando estuve en Santa Fe (Nuevo México) vi en afecto tan inmenso que nos tenían aquellas personas, que amaban la Historia de España infinitamente más que nosotros y me animaron a que no me quedara allí, sino que volviera en otra novela para complementar todo lo que había dicho en Comanche, que me quedé en San Francisco y de allí no pasé. Había que hablar de nuestra extensión de lo que hoy es Vancouver, Alaska, todo aquello que perteneció a España. Y bueno, como toda esta historiografía la tenía también, y por la imaginación no hay ningún problema, pues me dije, vamos a sacar una novela. Así que he hecho como una especie de matrioshka.

–Explique eso

–Mi novela es como una muñeca rusa, que es una novela histórica, aunque yo no me considero novelista histórico, porque me lo invento todo, pero..., digamos que es una novela histórica pero dentro hay un western, hay una novela de aventuras, hay una novela de misterio, porque hay una serie de asesinatos.

–¿Ocurrieron de verdad?

–Sí, los yuma atacaron selectivamente a algunas misiones porque no estaban contentos con el dominio español, no porque fuera especialmente virulento, sino porque ellos eran gente muy libre, no aceptaban estar en una misión. Así que hubo una rebelión de los yuma y cogieron prisioneras a cuatro mujeres blancas y eso la Corona Española no lo podía permitir. Entonces, mi anterior personaje, Martín de Arellano, va a buscarlas y llega hasta casi Alaska y eso coincide con que los españoles estaban ya posicionándose en ese territorio. De esas mujeres españolas se sabe el nombre de una de ellas, Jimena de Ribera, que era hija del Capitán Ribera, y al resto de mujeres pues les he puesto yo nombre.

–Comienza la novela, por cierto, sin piedad con el lector. Un cruento asesinato al que le siguen varios...

–¿Sabes qué pasa? Hace muchos años yo estuve en una mesa redonda de la Feria del Libro de Madrid con Juan Eslava, Vargas Llosa, que aún no tenía el Nobel, y algunos más. Y Juan dijo que para comenzar una novela hay que darle un puñetazo en la boca del estómago al lector para que se quede sin aire y no deje la novela. Vargas Llosa, pues abundó en lo mismo. Y yo aprendí esa lección y siempre he tenido ese propósito, que la novela tenga mucho interés en el principio, para que el lector no la deje, y que vaya en un clímax de vértigo hasta un final bien trágico o bien feliz. Y en mis 20 novelas, porque esta hace la número 20, creo que lo he conseguido porque siempre he tenido el favor de la crítica y el público.

–¿Cuál es el reto que le ha planteado esta novela?

–Pues, como yo ya tuve contacto con los Estados Unidos, era hacer una especie de cirugía restauradora de lo que fue España en lo que hoy es el país más poderoso de la tierra. Prácticamente, los españoles diseñamos los hoy Estados Unidos. La prueba está en que cumbres, moneda, ciudades, el mismo nombre de Estados Unidos, se lo puso el gobernador Luisiana, que era español. Y es que las tres cuartas partes de Estados Unidos perteneció a la Corona Española y le dimos el nombre a territorios como Colorado, Nevada, Tejas, Nuevo Méjico, California, Las Rocosas, Sierra Madre... Y ese era mi propósito, que el público español, el hispanoamericano y el americano, porque La rosa de California ha salido a la venta a la vez aquí y en Estados Unidos, comprenda de una vez por todas que el elemento español es fundamental porque los Estados Unidos no hubieran sido Estados Unidos sin España, si Bernardo de Gálvez no gana la batalla de Pensacola a los ingleses, no hubieran existido. Y eso lo han olvidado.

–Y nosotros

–Exacto, España lo ha olvidado también. Entonces me he dado cuenta, aunque sea por mero egoísmo de escritor, que este tema ha dado fuerte en América y creo que es un territorio donde debo ahondar. Recordar también a los Dragones del Rey, un cuerpo expedicionario verdaderamente notabilísimo. Porque era un cuerpo de 3.000 caballeros, no podía ser cualquiera, que vigilaban una frontera de 4.000 kilómetros, que no era, ni más ni menos que el Monument Valley, el cañón de El Colorado, la comanchería... Eran unos jinetes terribles, no es que fueran violentos o inhumanos, sino que eran unos soldados de frontera. llevaban una lanza, un acero toledano, un fusil brown... Y, claro, los indios les temían... Pero ellos nunca atacaban, ellos lo que hacían era defender las iglesias, las misiones, los presidios...

–Y uno de ellos es uno de los personajes principales, Martín de Arellano, que le da más vida tras ‘Comanche’, pero me gustaría que me hablara de Luna Solitaria, un personaje extraordinario

-Sí a Martín de Arellano ya aquí lo encontramos casado con otra estupenda mujer, la princesa aleuta Aolani, pero sí, Luna Solitaria confieso que es mi personaje, aunque tenga un final trágico. Había mujeres guerreras pero tenías que tener unas cualidades excepcionales para ser una líder, si no pues no lo eras. Y esta mujer, de la parte india, es el personaje más importante porque, a pesar de ser violenta, tiene una calidez humana muy importante, pero bueno su final..., digamos que los escritores tenemos que hacer cosas para otorgar un final digno al personaje... La mujer en esta novela tiene un papel predominante. Te mencionaba a la princesa Aolani, que es una mujer libérrima totalmente. Y bueno, Martín de Arellano, no es que quede muy bien siempre, porque era un hombre rudo y tal, pero es como eran aquellas gentes... En fin, he sentido un gran placer al escribir esta novela porque nuestra historia es sublime y hay que conocerla, y me sirvo de la literatura para eso.

–Porque una novela de Jesús Maeso tiene un andamiaje histórico pero luego todo un revestimiento de ficción

–Mis lectores saben que yo me inclino por el elemento ficcional más que por el histórico, aunque este último siempre es exacto y profundo, pero lo mío es para emocionar, entretener, para impresionar. Mi propósito es que la literatura sea un motivo de placer, nada más, y luego si el lector se lleva algún conocimiento, pues mejor. Es algo, por cierto, que me preguntaron el año pasado en Nueva York, en mi academia (la Academia Hispanoamericana de la Lengua de Nueva York), a lo que yo contesté que la arquitectura y el andamiaje de mis novelas yo los suelo hacer paseando por las playas de Cádiz y ya luego me siento a escribir. Por cierto, los dos únicos escritores españoles que estábamos en la Academia éramos dos gaditanos, Pepe Caballero Bonald y un servidor que, bueno, como sabes he nacido en Úbeda pero me considero gaditano. Y es que para mí es un placer enorme pertecer a esta ciudad, mi producción literaria siempre ha sido en Cádiz, he tocado el Cádiz de las Cortes, el medieval, Tartesos, del que iré a hablar dentro de muy poco a la academia, bueno a hablar de Gadir, porque Tartesos es una entelequia. Cádiz es una ciudad tan creativa, tan imaginativa, que creo que algo se me ha pegado y por eso no tengo problemas para inventar. Eso me lo ha dado Cádiz.

–¿Por qué esa desmemoria en España sobre esa aportación histórica en Estados Unidos? ¿Por qué la leyenda negra de España en el continente americano sigue viva y no tanto la de otros países?

–Efectivamente, la leyenda negra nuestra nunca prescribe. Han prescrito las tropelías de Inglaterra, han prescrito las tropelías de Francia con los ugonotes, por ejemplo... Todo el mundo prescribe su memoria menos la de España, siempre sigue ahí. Pero es que nosotros, cuando nos vamos de América hasta nuestros días, no escribimos nuestra historia, fallamos por incomparecencia, y entonces, ¿quién escribió nuestra historia?, nuestros máximos enemigos, los ingleses y los franceses. Y es ahora cuando estamos escribiendo nuestra historia, sobre todo hispanistas, ¡qué vergüenza!, Henry Kamen, Hugh Thomas, Joseph Pérez, y luego un grupo de novelistas históricos, que lidera precisamente un periodista, Antonio Pérez Henares, y se llama Escritores con la Historia, y estamos yendo a todas partes de España y del mundo, para explicar la historia, tal como fue, con nuestras luces y con nuestras sombras. Tampoco queremos hacer una leyenda rosa, sino como fue, pero es que tenemos una historia inmensa. Cuando España descubre América cambia el mundo, eso es una verdad insoslayable, económica, cultural y socialmente no hay revolución industrial, ni revolución francesa, si España no hubiera descubierto el mundo. Vamos, que antes de Clint Eastwood y John Wayne estábamos nosotros llenando aquello de misiones, de ranchos y de cowboys, que es una invención española totalmente.

–Bueno, ha marcado usted también tendencia a tenor del último premio Planeta...

-Sí, mi amiga Luz Gabás... Qué buena es... Me ha alegrado mucho porque creo que este modesto gaditano ha marcado tendencia porque hay mucha gente que ha empezado a escribir de América del Norte y se le está dando reconocimiento.

–Como no desvelo nada, porque está en las primeras páginas del libro, puedo decir que el asesino utiliza las espinas de la rosa de California para marcar sus crímenes pero, ¿hay algo más detrás para titular su novela así?

–Mira, siempre me acuerdo mucho de cuando estuve en Roma y conocí a Umberto Eco, y él me confesó que a El nombre de la rosa le puso Asesinato en la abadía, un título horrible, y que fue su editora la que le dijo, “no, tú acabas la novela diciendo “y ya lo único que me queda es el nombre de la rosa”, ahí está el título”. Así que para titular una novela hay que fijarse mejor en el detalle. Además, en este caso, la rosa de California es la flor característica de allí y bueno sí que vengo a decir que la vida también son espinas, los dragones tienen que hacer una labor terrible, los indios lo pasan muy mal con unas hambrunas tremendas, los asesinatos... El territorio es precioso, como la vida, pero ambos tienen espinas.

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