Irene González en busca de la forma absoluta del objeto

La artista debuta de manera individual en Cádiz con una exposición en la Galería Benot

Irene González, anoche en Benot ante algunas de sus obras.
Irene González, anoche en Benot ante algunas de sus obras.
Tamara García Cádiz

25 de enero 2014 - 05:00

Irene González es, lo que se llama, una artista emergente. Irene González es una joven granadina, del año 88, que tiene sus planteamientos estéticos muy claros. En esta primera exposición individual, en Cádiz será su bautismo en solitario, el espectador podrá disfrutar de su tarjeta de presentación con dos series que ahondan en esa inquietud que la anima a pintar, a crear: la búsqueda de la forma absoluta del objeto. Irene lo explica bien. Lo explica muy claro. Sus obras, obviamente, también lo relatan. En la Galería Benot desde ayer y hasta el 9 de marzo.

"Buscar la forma absoluta del objeto es buscar también la forma eterna de la imagen. Para ello, eliminamos el contexto que es lo que puede dar más información. Los rostros, por ejemplo, aparecen desplazados en un fondo vacío dotándoles así de una atmósfera de irrealidad, fuera del tiempo y del espacio", explica la creadora licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada en 2011, Master en Dibujo: Creación, Producción y Difusión en 2012 y formada también en la Accademia di Belle Arti di Bologna (Italia).

Los rostros de los que González habla -"suspendidos en el espacio, reducidos sólo a la cabeza, sin cuerpo, sin referencia externa", precisa- son las obras que conforman su serie Iconos de silencio, ocho dibujos (en Benot se exhiben 7 ya que uno se vendió "hace tiempo") sobre soportes de madera tratados con la intención de "darles una textura", dice.

"Estos rostros se convierten en iconos por eso mismo, porque de ellos no tenemos más información. Son iconos de todo lo que nos pueden decir al presentarlos de esa manera, para unos será inteligencia, para otros soledad, individualismo... En fin, silencio", cuenta la artista que en las diez obras que completan la exposición, las que forman la serie Espacios en espera, ha tenido que utilizar "otros recursos" para conseguir la ansiada forma eterna de la imagen.

"En los paisajes no puedes hacer lo mismo, no le puedes quitar el contexto", incide sobre esta colección de dibujos realizados, esta vez, sobre papel. Por eso, González los presenta con una visión "muy universal", "sin señales que identifiquen en qué sitio concreto nos encontramos". Visiones universales, muy subejtivas que también nos hablan "de la inmensidad interior" tanto de la propia artista como del espectador "si llega a ocurrir la identificación con la obra", desea. Paisajes, al fin, también como reflejos del hombre.

Este camino hacia lo absoluto que emprende Irene deja un reguero de sensaciones jalonadas por la insinuación. "Mis imágenes son sugerentes pero no narrativas, no puedes saber que está sucediendo en el cuadro. Prefiero sugerir algún tipo de narración pero sin explicarla, situando al espectador en un camino que él mismo tendrá que recomponer con lo que se le ofrece", detalla. Es decir, su interés se sitúa más en las distintas posibles lecturas de la obra y no en su significado.

Interés, también, en las imágenes "con una cualidad dual", que sean "inquietantes y reconfortantes" al mismo tiempo. Para ello, la pintora recurre a la influencia de un campo en el que ha trabajado, la fotografía analógica. "Me gusta que en las obras, como en las fotografías, existan errores como el desenfoque. Por eso, en algunas partes del dibujo la imagen es imprecisa, desenfocada, porque aunque realice una obra figurativa no huyo de la abstracción y estos errores se la aportan", relata la artista que ya ha trabajado sobre este concepto en su serie Limbo, aunque "ésta no viaja a Cádiz".

En Cádiz, en Benot, "una sala acogedora y con la que me gustaría seguir manteniendo la relación", espera, sí se podrán ver las 17 piezas que componen una exposición que es toda una declaración de intenciones. Las de Irene González.

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