concert music festival 2023

Víctor Manuel en Chiclana: Las palabras justas

Víctor Manuel durante su recital en el escenario chiclanero

Víctor Manuel durante su recital en el escenario chiclanero / Miguel Gómez (Chiclana)

Aprender a escribir desde la riqueza sentimental de la música de Víctor Manuel debe ser una experiencia que marca de por vida. Comentaba una de las asistentes al concierto que ofreció este pasado viernes el artista en Sancti Petri que los dictados que su profesor le mandaba hacer en etapa escolar eran canciones del cantante y compositor. Una forma, sin duda, mucho más gozosa que cualquier otra de enfrentarse al folio en blanco.

Ante el mar de palabras del que el narrador hace oficio, Víctor Manuel siempre utiliza las justas. Nada es superfluo en el discurso que maneja, todo suma para filtrar el mensaje posterior y, como se comprobó en el recital de Concert Music Festival, transmite desde la sencillez del experimentado juglar.

Venía Víctor Manuel a contar a Chiclana nada más y nada menos que 75 años de existencia –en realidad 76 ya– con melodías que son parte de la memoria sentimental de ese país siempre por hacer llamado España. No escatimó esfuerzos el asturiano, en este sentido, en ofrecer al público una colección de lo más granado de su extensa trayectoria, en la gira La vida en canciones. El escenario lo cura todo.

Víctor Manuel, en Sancti Petri. Víctor Manuel, en Sancti Petri.

Víctor Manuel, en Sancti Petri. / Miguel Gómez (Chiclana)

Porque la música es medicina para el alma y en canal la abrió el artista –arropado por una banda de seis componentes capitaneada por su hijo David San José–, muy emocionado en varios pasajes del concierto y consciente de haber llegado hasta hoy con la coherencia entre el decir y el hacer prácticamente intacta. Una victoria frente a las veleidades que marcan el frenético ritmo del mundo presente.

Abrió el recital celebrando en una tardía noche de verano el inicio el estío con Danza de San Juan, para continuar ofreciendo a Cádiz un gran achuchón sonoro, en la archiconocida Quiero abrazarte tanto, y a continuación abordar con brío Bailarina. El tarareo y aplausos del respetable fueron constantes en dos horas de espectáculo.

“Cantaremos canciones de otras épocas, iremos de atrás hacia adelante. Pero les voy a dar una buena noticia: no vamos a estrenar ninguna nueva”, avisaba chistoso Víctor Manuel, sabedor de que el poderoso arsenal que traía a Chiclana era más que suficiente para encandilar los corazones. Aclaró con contundencia, no obstante, que “si todas las de hoy no las hubiese estrenado alguna vez, no las estaría cantando aquí”. Las tonterías, como las palabras, las justas.

Clásicos como ‘Sólo pienso en ti’, ‘El abuelo Vítor’ o ‘Ay amor’ sonaron en Chiclana

A la Luna que medio asomaba en el cielo de la noche gaditana le dedicó aquella bonita melodía de los 80, porque “no hay nada más hermoso que la luna llena”, afirmaba el artista en otro de sus aforismos. “Los del signo cáncer –esos lunáticos necesarios como él mismo– siempre estamos desviviéndonos por que la gente de nuestro alrededor esté cómoda”, reivindicaba como creador de imaginería artística, aunque consciente de que la materia prima de las canciones, ese mismo blanco satélite, “se aleja cada año de la Tierra 38 milímetros. Llegará un día en que ni ustedes ni yo la veamos”. No importa lo más mínimo, en las futuras noches sin luna siempre quedarán melodías para resquebrajar los claroscuros de los sentimientos.

Canciones como ¿A dónde irán los besos?, dedicada a “la primera vez que perdí la cabeza por una mujer”, Brigitte Bardot, esa “mujer bellísima que se ha convertido en una vieja insoportable”, por la que Víctor Manuel quiso también aprender francés y a la que le dio esquinazo “por Juanita, que estaba más al alcance mi mano y era rotundamente guapa”, relataba simpático el cantautor.

El artista asturiano interpreta uno de sus temas ante Chiclana. El artista asturiano interpreta uno de sus temas ante Chiclana.

El artista asturiano interpreta uno de sus temas ante Chiclana. / Miguel Gómez (Chiclana)

Aprender a escribir y a amar. Ay amor –que despierta a las piedras y otras muchas realidades aparentemente dormidas–. De la erótica cinematográfica de la Bardot a la poética de una no menos sugerente Sube al desván o la más contenida Nada sabe tan dulce como su boca. ¡Que aprendan los reguetoneros lo que es subir la temperatura con la medida exacta del verbo y un revestimiento sonoro de lujo!

En este ir y venir de recuerdos, las diferentes etapas vitales de Víctor Manuel quedaron retratadas en Sancti Petri. La infancia, marcada por los trayectos en ferrocarril como El hijo del ferroviario, El abuelo Vítor –“él decía que no había escuchado la canción”, contaba–, la memoria materna de Paxariños y sus contradicciones, fruto de esa terrible educación nacionalcatólica que aún colea, y la siempre desafiante paternidad propia con Nada nuevo bajo el sol.

También ofreció el intérprete –una faceta mucho menos mencionada pero tan destacable como la compositiva– parte de esas “canciones desgraciadas”, las “que me salieron bien pero a vosotros os importó un pijo”, de menos éxito aunque de pareja valía que sus clásicos. Entre ellas, Me gusta saber de ti –“esta canción es de ilusión, es un juguete”, dijo– y Canción pequeña.

Completaron además la noche la trágica La madre, el amor inocente a Carmina, la reivindicativa La planta 14, la “antimilitarista” El cobarde, la mitológica El Cuélebre, las patrióticas Esto no es una canción y Digo España –“no todos los políticos son iguales, unos suben las pensiones y otros las bajan”, exclamó sin cortapisas–, Soy un corazón tendido al sol, el canto a los orígenes de Asturias y “la canción que más alegrías me ha dado”, la siempre enternecedora Sólo pienso en ti, que levantó de sus asientos al público. En el bis se reservó Para que te quieran y que tú sepas.

“Cuando uno vuelve al sur cambia la savia de las venas, regresa a la meseta como una moto”, confesó. Vuelve Víctor, vuelve.

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