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Entrevista a María Asunción Mateo

La guardiana de la memoria de Rafael Alberti

María Asunción Mateo, en la sede de la Fundación Alberti en El Puerto de Santa María.

María Asunción Mateo, en la sede de la Fundación Alberti en El Puerto de Santa María. / Julio González

María Asunción Mateo destila elegancia y sabiduría en su conversación. Incluso cuando hace referencia a tiempos complicados, se muestra serena en sus palabras. Ahora, lo importante para ella es volver a poner en marcha la Fundación dedicada a su marido, Rafael Alberti, tras años de decadencia. Retorna a la misma con ganas de ayudar y con la confianza en recuperar el esplendor que tenía este centro cuando ella estaba al frente del mismo.

–¿Qué sintió cuando volvió a cruzar, tras trece años de ausencia, la puerta de la Fundación Rafael Alberti?

–La verdad es que me causó una gran ilusión. No esperaba volver, porque yo era como de la Edad Media, de tomar una decisión y no dar marcha atrás. Pero cuando volví (hace unos días) sentí alegría, pero también tristeza por las condiciones en las que estaba la Fundación, aunque ahora soy optimista.

–¿Qué ha pasado para romper estos trece años de silencio?

–Ha sido esencial la entrada de la Junta de Andalucía, formando parte del patronato. Que la Junta forma parte fija del mismo es fundamental. Se garantiza, además, que sea cual sea el gobierno que esté el trato con la Fundación va a ser el mismo.

La obra de Rafael está por encima de todo. La Junta tiene claro que la obra de Alberti tiene que estar al alcance de todos, con un respeto total hacía su ideología. Y es que nadie se pregunta, por ejemplo, sobre lo que pensaba Góngora. Hay que tener claro que la Cultura debe estar por encima de todo.

–¿Cómo se ha encontrado la Fundación tras tantos años de abandono?

–Muy mal. Yo estuve en ella 17 años. Era el centro de mi vida tras morir Rafael. Estaba pendiente de todo. Desde que los cuadros estuviesen bien colgados hasta que el aire acondicionado funcionase bien. De todo y sin descanso. Tenía un compromiso personal con la obra de Rafael. Él me lo pidió, expresamente, que me hiciese cargo (de la Fundación) para siempre.

Cuando decidí irme, el alcalde de la época me pregunto las causas de mi marcha. Eran razones personales, porque me se sentí muy sola ante todo.

Una institución como esta no podía apoyarse solo en una sola persona. Hasta tenía que buscar las ayudas de las distintas administraciones para todo lo que se hacía. (Una época en la que Fundación era un referente cultural más allá de España, con la presencia de grandes nombres de la literatura).

Ahora me pregunto cómo fui capaz de hacer tantas cosas sin apoyo. Lo que me mantuvo en pie ante tanto abandono fue el amor mutuo entre Rafael y yo. Él siempre va conmigo a todos los sitios.

–Y ahora que se recupera la Fundación, ¿qué rumbo debe seguir?

–Debemos recuperar los actos de gran categoría que antes organizábamos, con la presencia de gente de gran renombre. Hay que renovar y acondicionar las instalaciones de la Fundación, porque hay gente en Andalucía y en la propia provincia de Cádiz que la desconoce. Y hay que vender todo lo que se haga fuera de España, donde Rafael Alberti es un nombre muy reconocido de la Cultura.

La figura de Rafal no es local, y eso lo ha entendido la Junta de Andalucía. Es una figura internacional, uno de nuestros grandes poetas. Creo, sin embargo, que Cádiz no se es consciente de su gran relevancia.

Yo ahora no puedo dedicarme en lo que me quede de vida en cuerpo y alma a la Fundación porque me volvería local. Habrá que crear un equipo que se haga cargo del mantenimiento, la administración, la biblioteca y la organización de eventos (esta semana se han celebrado las jornadas conmemorativas del 121 nacimiento del poeta portuense). Así, sí se podrá funcionar. Y yo, como mujer de Rafael Alberti y especialista en su obra, ayudaré en todo lo que sea necesario.

Esta es una Fundación que ha tenido un gran prestigio gracias al nombre que Rafael tiene en todo el mundo. Ahora hay que luchar porque los andaluces y los gaditanos se lo crean.

–¿Quién o quiénes han sido los culpables de estos trece años de silencio?

–No puedo señalar a nadie. Fue una dejadez de los partidos políticos a lo largo de los años. Una dejadez continuada que fue dejando de lado a las actividades culturales. Solo hay que mirar al pasado para vez el esplendor que tuvimos, con invitados de primera línea, que sabían el valor de la poesía de Rafael, fueran o no amigos de él.

–Estamos ahora, en el conjunto de España, viendo cómo se atacan los fundamentos de la Constitución, cómo se menosprecia la Transición democrática. Eso me recuerda una foto de Rafael Alberti como pregonero del Carnaval de Cádiz, en la plaza de San Antonio, saludado de forma muy amistosa por José María Pemán. Dos referentes de nuestra cultura, de ideologías radicalmente diferentes. Para mi es una foto icónica de lo que fue la Transición.

–Cuando Rafael llegó a España (tras décadas en el exilio) dijo que él se había marchado con el puño cerrado y volvía con la mano abierta, como imagen de reconciliación. Él siguió siendo comunista hasta el final, pero dejó claro que el carné del partido no era el carné de la conducta.

Él me contó (respecto a su encuentro con José María Pemán), que Pemán bajó de su casa (vivía en la misma plaza de San Antonio) para darle un abrazo, un abrazo de concordia.

Junto a esto, Rafael me contó también que en una Feria del Libro, estaba Pemán y preguntó dónde estaban los libros de Rafael Alberti. Le dijeron que no había ninguno y él tuvo la gallardía de retirar los suyos. No fueron amigos, pero ambos querían lo mismo: la reconciliación.

–Ahora que retorna a la Fundación, ¿teme que se reproduzca la inquina contra usted por parte de algunas personas del mundo de la cultura?

–Que va, que va. En absoluto, ni pensarlo. Ahora (estos escritores) ya no hablan. Ahora que he descubierto la cara oculta de estos señores, que no han podido demostrar que lo que digo no es verdad. Nombres como García Montero, Benjamín Prado y otros, a los que cito en mi libro (Mi vida con Alberti, la reciente obra publicada por María Asunción Mateo, en la que responde con claridad a duros los ataques sufridos contra su persona por parte de los que califica como “viudos eméritos de la literatura española”).

Yo no puedo perdonar la falta de respeto que tuvieron con Rafael ya muerto, e incluso con vida. Esto no lo puedo consentir. Por eso escribí un libro. Un libro que me lo pidió él. Un libro en el que se ha reflejado la verdad de la situación vivida. No entiendo el pecado que cometí para que se me tratase de esa forma, solo por casarme con él y hacerle feliz.

Rafael trató a todos ellos con gran generosidad, y yo también. Lo que pasó es que este grupo no aguantaba que yo saliera en la foto con él, aunque no se atrevieron a decirlo cuando Rafael estaba con vida. El hombre que hoy dirige el Instituto Cervantes (Luis García Montero), ya dijo que cuando Rafael Alberti se casó conmigo él ya no tenía la cabeza bien, que era un pelele. ¡Qué falta de respeto y qué mentira!

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