El isleño fallecido en el Índico alertó de que su compañero era inestable
Denuncian irregularidades en el proceso de selección de vigilantes
Casi todos sabemos, o creemos saber, qué ocurrió el pasado viernes a bordo del Txori Gorri, el atunero español que faenaba frente a las islas Seychelles y que saltó a las noticias por un altercado entre miembros de su equipo de seguridad que terminó con dos muertes: la del isleño Juan Manuel Marchante, y la de su atacante, Juan José Vera.
"Es cierto que hubo una discusión anterior, pero dentro de lo habitual entre jefe y subordinado", comentan fuentes cercanas a la tripulación, a raíz de la versión que subrayaba una "pelea" entre ambos. Lo importante no fue un posible enfrentamiento puntual entre los dos, sino la inestabilidad que, desde el primer momento, manifestó el autor de los disparos.
"Desde que llegó, los compañeros vieron que no parecía estar muy en sus cabales", continúan estas mismas fuentes, que comentan que Vera manifestaba un "comportamiento extraño", con actitudes alarmantes, como "apuntar con un arma a la tripulación de otro barco". O decirle a su jefe de equipo, no otro que Marchante: "Tú ya has perdido los billetes de avión. No los vas a encontrar".
"Ocurre que nunca te imaginas la amenaza vaya a ejecutarse. Aun así, Juanma Marchante comunicó a Segur Ibérica (firma que gestiona la seguridad de los atuneros españoles en el Índico), en varios partes, sus dudas acerca del equilibrio psicológico de su compañero, sin que hubiera reacción".
Marchante y Vera siguieron juntos en los cuatro meses que duró el servicio y que iba a terminar ayer mismo. El pasado viernes, según testimonios relacionados con el Txori Gorri, Juan José Vera disparó en el pecho a Marchante mientras estaba en su turno de guardia, desde la cubierta superior del atunero. "Tú no te metas, que para ti también tengo", le dijo a un oficial que acudió a su lado al escuchar los disparos. Después bajó y volvió a dispararle a su compañero. El tercer miembro del equipo salió, desarmado, a tratar de calmarlo. "Y no se encerró: se sentó y se pegó un tiro -prosiguen-. Según la sensación que trasmite la tripulación, su idea era acabar con todo el mundo".
Los atuneros que faenan a lo largo de la costa de Somalia cuentan con seguridad armada desde el ataque al pesquero Alacrana, en 2009. Un dispositivo que queda bajo el paraguas de la llamada operación Atalanta: "Tras la alarma de los ataques piratas, el Estado se vio en la necesidad de reclutar servicios de seguridad para la zona -explican-. En esa primera selección, incluyeron a vigilantes de seguridad que debían realizar un curso específico en la Escuela de Instrucción de Infantería de Marina en Cartagena. Después, conscientes de las características que exige un servicio así, se reclutó a personal procedente del Ejército: se exigían cuatro años de servicio en un cuerpo de élite, con experiencia demostrable en misiones internacionales y, por supuesto, licencia de armas".
"Pagaban bien. Fuimos todos", dicen. "La alarma era real. El 100% de los ataques que tuvimos fueron resueltos satisfactoriamente, y los atacantes se dieron cuenta de que los atuneros españoles iban ya armados. El último ataque fuerte fue en otoño de 2012. Sin embargo, aunque la amenaza disminuyó -y ahora la actividad pirata se dedica más a interceptar buques en tránsito-, el peligro sigue existiendo, pues un atunero faenando puede ser fácilmente abordable".
Pero al bajar el estado de alarma, bajó el operativo -pasaron de cuatro a tres miembros por equipo, con el mismo protocolo de actuación- y también los sueldos, con hasta mil euros menos por nómina en un periodo de algo más de un año. Todo esto, en un servicio muy difícil psicológicamente, de condiciones claustrofóbicas y para el que hay que "que tener una preparación previa. Es una situación que puede colocar al límite a cualquiera. Pero si no tienes recursos de actuación previos, aumenta la posibilidad de que ocurra".
Además de existir, aseguran, irregularidades por parte de Segur Ibérica -que hasta el momento, no realiza declaraciones al respecto- en forma de "extras sin pagar, campañas de causa común con resolución judicial favorable que no se aplican, amenazas..." De modo que la "gente válida que se lo pudo permitir, terminó dejándolo atrás. Quien no tenía idiomas, o tenía familia, o tenía dificultades económicas, seguía". "Durante mucho tiempo -apuntan-, este trabajo ha salido gracias a los operadores. Personas que han intentado hacer bien su trabajo, como Marchante. Al final, en la empresa intentaban hacerlo lo mejor que podían con los perfiles que llegaban, bajando el baremo". Estas Navidades se dio una gran carencia en el servicio a nivel de plantilla. El jefe de personal había dejado su puesto por baja médica y el tema quedó a cargo del área de Protección Marítima de la empresa. "Y pusieron en marcha un curso exprés para embarcar en pocos días, sin reconocimiento psicológico". Juan José Vera sería uno de los nombres que ingresó a través de esta última criba.
La alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada destacó ayer la "complejidad" que conlleva el protocolo de repatriación de Juan Manuel Marchante. Según nota oficial emitida desde la Junta de Andalucía, que ha expresado su pesar por el fallecimiento, aún no hay fecha estimada para ello, ya que la investigación aún está abierta.
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