Por qué el atún de almadraba en Cádiz tiene algunas respuestas contra la despoblación

Mª del Carmen Pérez, doctora de Economía de la UCA, señala en un estudio conjunto las claves para el desarrollo del mundo rural

Once pueblo de la provincia gaditana aparecen en la lista negra de la despoblación de la Junta

Una imagen de la levantá de atunes en la almadraba de Barbate este año.
Una imagen de la levantá de atunes en la almadraba de Barbate este año. / Julio González

La bola de cristal, ese viejo programa infantil en el unos electroduendes despiezaban El Capital, tenía una frase que a los niños del momento se nos quedó para la eternidad: “Sólo no puedes; con amigos, sí”. El concepto se viene a la mente charlando con María del Carmen Pérez, doctora y profesora titular del Área de Economía Aplicada del Departamento de Economía General de la UCA. Su nombre aparece junto con el de Juan Antonio Lobato, doctorando en la Universidad Carlos III de Madrid, al haber desarrollado un estudio sobre actuaciones efectivas a la hora de paliar la despoblación rural. El trabajo –que surge de un máster interuniversitario, y publicado en el Journal of Urban Planning and Development– propone una planificación que combine economía, urbanismo y sostenibilidad para revitalizar el medio rural. “La despoblación –indica María del Carmen Pérez– ha de entenderse como el resultado de varios factores, y asumirla desde la arquitectura y desde la economía podía dar una perspectiva más amplia”.

LA CLAVE: ESTABLECER SISTEMAS DE REDES

Para los autores, la clave está en el establecimiento de un sistema de redes: “Es absurdo que en cada pequeño municipio pongan un hospital o un cine, pero sí ha de haber infraestructuras o elementos que proporcionen cohesión en cada grupo de municipios –explica–. Todo eso pasa por una planificación en cuanto a la respuesta de las necesidades sociales mucho más sólida, y por eso son tan necesarios los sistemas de redes: comerciales, institucionales, empresariales...” Asimismo, “tienen mucho que aportar, en la salvaguarda de un territorio, los planes mancomunados”.

“Hay una clave importantísima –continúa– y es que el territorio no se puede considerar hoy día como un espacio físico y ya está, sino como una convergencia de cultura, historia, economía, sociedad, forma de vida, y de sus protagonistas en sus procesos de desarrollo”.

Así, precisamente por las particularidades de cada zona, no tienen sentido las políticas generalistas:“Desde la administración a las empresas que haya, la vida, el carácter, la tradición inversora... todos son distintos dependiendo de la zona –indica la economista–. Las políticas generales tienen que adaptarse al territorio”.

EL ÉXITO DEL ATÚN DE ALMADRABA

En ámbito gaditano, uno de esos ejemplos exitosos de mecanismos en forma red –asegura María del Carmen Pérez– es todo lo que ha terminado representando el atún de almadraba. En un primer nivel, estaría la industria agroalimentaria –la transformación en productos elaborados–:“Y luego tendríamos toda la red montada alrededor del atún en ocio y turismo, restauración, almadrabas, museístico... –indica–. Hay todo un clúster importante en torno a un producto que sirve para visualizar un territorio, de forma parecida a lo que ha pasado con el aceite de Jaén, y eso es a través de redes, cooperativas, administración y organizaciones empresariales y laborales, promoción de ciudades y territorios...”

Para la especialista, la zona de La Janda es precisamente una de las de mayor potencial de la provincia, por su capacidad para jugar también con el turismo de interior “de forma que no se apliquen las inercias del monocultivo de playa, algo que no queremos trasladar a otras áreas”.

EL HÁNDICAP DE LA DESCONEXIÓN

En el listado negativo, tenemos la desconexión entre las distintas comarcas gaditanas: “Toda la zona del Campo de Gibraltar sigue ahí como un aparte, a pesar de la Jerez-Los Barrios: los puertos de Cádiz y Algeciras son dos entes ajenos. Y tenemos, también, la existencia de parques naturales que transcienden más de una comarca”.

En la provincia de Cádiz, es cierto, la despoblación no se ha traducido aún en una lacra. No tenemos esos agujeros negros demográficos que arrojan Aragón, las Castillas, Galicia o Extremadura. En la lista de localidades en riesgo de despoblación elaborada por la Junta, aparecían once pueblos gaditanos, casi todos del entorno de la Sierra (Algar, Benaocaz, El Bosque, Castellar, El Gastor, Grazalema, Tesorillo, Setenil, Torre Alháquime, Villaluenga y Zahara de la Sierra). Todos ellos, con una población menor a 3.000 habitantes –Cádiz es, con gran diferencia, la provincia que menos municipios presenta en este listado, que encabeza Granada, con 121–.

Los datos, en cualquier caso, se muestran favorables con las provincias que cuentan con una gran franja litoral, que suele sufrir menos las mordidas demográficas.

INTERCONEXIÓN CON NÚCLEOS URBANOS

Aun así, la tendencia muestra que “los espacios rurales están cada vez más en conexión con los urbanos, por lo que se tienen que fomentar las relaciones entre un ámbito y otro”, añade Pérez, que también señala el cambio que ha venido experimentando el concepto de campo. Primero, en la propuesta de nuevas formas de asumir la labor agrícola y su famosa entrega absoluta: “Se pueden programar o encargar tareas según empresas, cooperativas y demás; labores que haya que hacer a menudo para todo el colectivo y que sirvan para descargar a quien trabaja o ha de hacerse cargo de una explotación, por ejemplo”, explica María del Carmen Pérez.

“Y en segundo lugar, el concepto de lo rural ahora también es ocio, naturaleza, antiestrés... Con un turismo rural vinculado al deporte, la cultura, la naturaleza, donde los jóvenes tienen mucho que aportar –desarrolla–. Con la mejora de infraestructuras y tecnologías, además, hay mucha gente que tira de teletrabajo”.

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