300 años del nacimiento de Carlos III
Tribuna de opinión
Visitó la provincia siendo un jovencito de trece años, donde por vez primera contempló el mar, aprovechando la estancia en el puerto de Cádiz del buque de guerra 'San Rafael'
EN la madrugada del 20 de enero de 1716 nació en Madrid el primogénito de la parmesana Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V de Borbón. El recién nacido fue inmediatamente bautizado por el Patriarca de las Indias, y se le puso Carlos por nombre en recuerdo del último soberano español de la Casa de Austria.
Las posibilidades de que el nuevo infante llegara a rey de la gran Monarquía Hispánica eran muy remotas, ya que tenía por delante en la sucesión al trono a sus hermanastros Luis, Felipe Pedro, y Fernando, hijos de Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya. Sin embargo, Felipe Pedro murió en 1719; Luis en 1724, tras un efímero reinado; y Fernando en 1759, después de haber reinado trece años y no dejar descendencia.
El destino quiso que Carlos de Borbón y Farnesio alcanzara a ser, primero, duque de Parma y Piacenza, y archiduque de Toscana; luego, rey de Nápoles y Sicilia; y, finalmente, rey de España y de sus Indias (1759-1788).
El que está considerado como el mejor soberano de la rama española de los Borbones visitó la bahía de Cádiz siendo un jovencito de trece años de edad, donde por vez primera contempló el mar.
Felipe V se hallaba en Sevilla acompañado de la reina, los príncipes Fernando y Bárbara de Braganza -casados en enero de 1728-, y los infantes Carlos y Felipe, cuando el 18 de febrero de 1729 recibió la noticia de la llegada al puerto de Cádiz del buque de guerra San Rafael, perteneciente a la Armada de Galeones de Tierra Firme, de la que se había visto obligado a separarse por un temporal a la altura de las Islas Terceras o de los Azores, cuyo capitán advirtió que galeones y escuadras no tardarían en hacer su entrada.
Entonces, el rey resolvió que la Corte partiera de Sevilla al amanecer del día 21 y se dirigiera con la mayor celeridad a la Isla de León, a la que se llegó en la noche no obstante existir una distancia de veintidós leguas. Siete paradas de tiros de mulas fueron usadas en el recorrido.
En la Isla de León, reyes, príncipes e infantes quedaron alojados en una espaciosa casa de campo propiedad de Guillermo Macé y Auffray, un comerciante bretón natural de Saint-Malo naturalizado en España y vecino de la ciudad de Cádiz. Horas antes se habían avistado algunos bajeles, de los que entró primero en la bahía la fragata de guerra "Volante".
El día 22 y desde la misma Isla, la familia real contempló la arribada de la mayor parte de la Armada de Galeones, de la Escuadra de Azogues, y de los navíos de guerra que convoyaban: el San Luis, que conducía la mitad del tesoro de Galeones; el Fuerte y el San Antonio, que transportaban el tesoro de los Azogues de Nueva España; el Blandón y la Paloma; el San Fernando, que conducía la otra mitad del tesoro de Galeones; y los demás buques de guerra que componían dichas escuadras, con excepción del Catalán y el San Juan, que se esperaban próximos. Entraron también siete navíos mercantes de la conserva de estas escuadras; los dos navíos de registro de Honduras; los avisos de Tierra Firme y Nueva España; así como un bergantín de La Habana. Se esperaba que las embarcaciones restantes llegasen pronto sin mayor novedad.
El tesoro y la carga de los frutos que condujeron, comprendidas las arrobas de tabaco en polvo y en rama pertenecientes a la Real Hacienda, excedieron los 30.000.000 de pesos.
Reyes, príncipes e infantes permanecieron en la Isla de León hasta que se trasladaron a la ciudad de Cádiz, en la que entraron en la mañana del 28 de febrero. El recibimiento que se les prodigó fue tan solemne como espléndido. Al entrar por la puerta de Sevilla, fueron saludados por tres salvas reales de toda la artillería de la Plaza y un repique general de campanas. En el recorrido hasta la "magnífica y espaciosa casa que estaba prevenida para su Real habitación", se hallaron erigidos siete "elevados y primorosos arcos triunfales", y las calles estuvieron adornadas con vistosas colgaduras. A la entrada de la plaza mayor de la ciudad fue levantada una galería de ramos, hierbas y flores que terminaba en un arco, acompañado de "una especie de teatro, o perspectiva, en cuyos bastidores se ocultaba un grande y armonioso coro de instrumentos músicos".
Toda la carrera estuvo guardada por ambos lados con los oficiales y soldados de los Regimientos de Infantería de España, Valladolid, Nápoles, Sicilia, Córcega y Canarias. Las compañías de Granaderos de estos cuerpos formaron en el campo, así como los Dragones, los Batallones de Marina, y el Regimiento de Caballería de Farnesio.
Aquella noche y las dos siguientes hubo en toda la ciudad grandes iluminaciones extraordinarias, y en la plaza de Palacio tres castillos de fuegos artificiales.
El 1º de marzo, desde el balcón del Ayuntamiento que daba a la plaza mayor, la familia real presenció el ejercicio militar que efectuó "la numerosa, y lucida Compañía de Caballeros Guardias Marinas, los cuales fueron examinados en su Real presencia, por los Maestros de la Academia, sobre las más difíciles cuestiones de la Cosmografía, Náutica, y otras Ciencias matemáticas de su instituto, a que respondieron con grande acierto; y después se ejercitaron en otras habilidades propias de su profesión, a que dieron fin con una contradanza de espadas negras, en que acreditaron su agilidad y destreza en el baile, y en la esgrima".
Felipe V y los suyos abandonaron Cádiz el 3 de marzo para regresar a la Isla de León bajo un fuerte temporal, llegando antes de mediodía a la casa que habitaban.
El día anterior, miércoles de ceniza, había llegado a la bahía gaditana la escuadra de Galeras de España, procedente de Cartagena de Levante y a cargo del general José de los Ríos, quien recibió la orden de pasar a las cercanías del puente de Suazo para que reyes, príncipes e infantes las viesen; lo que efectuaron el día 6 por la tarde en una góndola muy hermosa que al efecto se había preparado. Con su tapicería bordada en perlas y esmeraldas, "parecía la barca de Cleopatra".
El día 7, la familia real fue a divertirse con la pesca en "un paraje de esta misma Isla donde hay grande abundancia de pescados de varias especies". En la misma tarde, volvió a embarcarse para subir a bordo del navío de guerra "San Felipe". Durante los días que siguieron continuó instalada en la Isla de León y, en las tardes del 14 y 15, pasó a ver el nuevo astillero levantado en el sitio de Puntales, en cuya playa hallaron formados los Batallones de Marina y el Regimiento Real de Artillería. Todos los navíos españoles y extranjeros que se hallaban en el puerto saludaron con repetidas salvas.
En la noche del día 22 tuvo lugar un espectáculo primoroso. Un castillo de fuegos artificiales fue formado en el mar sobre dos barcos que se condujeron "delante de la casa que servía de Palacio a S.S. Majestades, y Altezas en aquella Isla". La fiesta resultó muy divertida no sólo por la extraordinaria estructura del castillo, sino también por un artificio utilizado de bombas que caían encendidas al mar y no se apagaban, así como por los barcos que en gran número rodearon al castillo, hallándose sus marineros vestidos con trajes de vivos colores que se confeccionaron para la ocasión.
Antes de esta función, se echó al agua el Hércules, segundo navío que llevó tal nombre y primero de guerra fabricado en el astillero de Puntales, que luego fue llevado a La Carraca donde se terminó.
En las tardes, reyes, príncipes e infantes solían divertirse yendo a pescar a los molinos de mareas existentes en la misma Isla de León y sus alrededores, o embarcándose para cazar aves acuáticas. Realizaron estas actividades en el molino de Luis de Osio, en las salinas de Juan de Barrios, en la Isla de la Grana, y en el caño de Fernandillo. El 28 de marzo subieron a bordo de la capitana de la escuadra de Galeras de España, desde la que "vieron correr gansos en el mar a los moros de las mismas galeras, que fue una fiesta muy extraordinaria, y divertida, por la grande agilidad y destreza con que los moros se arrojaban al agua para coger los gansos".
La familia real abandonó la Isla de León el 31 de marzo, dirigiéndose por tierra a Puerto Real donde pernoctó. Al día siguiente arribó por mar a El Puerto de Santa María, del que salió el 2 de abril por la tarde hacia Sanlúcar de Barrameda, donde llegó muy de noche y se aposentó en el palacio del duque de Medina Sidonia. El 10 de abril, que fue domingo de Ramos, la Corte se encontró de nuevo en Sevilla.
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