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MONTENegocios en el

Pocas de las 22.700 escopetas de la provincia acceden a las monterías que congregan a la aristocracia, la 'crème' política y empresarial

Un cazador acude a su puesto acompañado de un forestal tras obtener uno de los puestos que sortea Medio Ambiente en sus terrenos cinegéticos.
Pedro Ingelmo

08 de marzo 2009 - 05:01

Hasta hace bien poco, en la entrada de una finca de San Roque, el busto de un impresionante corzo con una cuerna majestuosa recordaba la hazaña. "Cazado por Don Carlos Arias Navarro", ponía la inscripción. La montería, una forma de caza exclusivamente española, ha estado asociada en Andalucía a jueces y ministros, empresarios y aristócratas. Bermejo y Garzón continúan una saga de escopetas ilustres que de octubre a febrero regulan la existencia de venados, corzos, jabalíes, gamos y muflones.

"En esto de la caza hay desde alevines hasta el Liverpool. Estamos los que cazamos en puestos de 500 euros, los que cazan en puestos de 6.000 euros y los que cazan gratis. Esos son los que juegan la Champions, los que pueden disparar a venados de ocho años en fincas malladas, los que tienen pieza segura; los demás, de seis monterías a las que vamos nos volvemos de vacío en tres, y si disparamos a un corzo de tres años ya hemos tenido mucha suerte". Es Luis García, jerezano, una de las 22.700 escopetas de la provincia que opta a cazar en alguno de los 7.461 cotos existentes en Andalucía, donde tiene su licencia de clase A, la que le permite usar su arma de fuego sobre caza mayor, aves acuáticas y ojeo de perdiz. La que no tenía Bermejo.

Cada coto tiene permitida una montería al año por cada 500 hectáreas. Un cálculo aproximado: cada año se celebran en Andalucía más de 25.000 monterías. Y están muy solicitadas. A la Junta se le desbordaron en la última temporada las solicitudes para la subasta de los 1.781 puestos que ofertó en los terrenos cinegéticos gestionados por Medio Ambiente. La caza no es, ni mucho menos, una afición minoritaria. Pero, como dice Luis, hay monterías de regional y de Champions.

Gabriel Sánchez tiene una finca en el término de Medina en la que se celebra cada año una de esas 25.000 monterías. El negocio es tirando a ruinoso, aunque hay quien le saca rendimiento. "Ahora prolifera la caza turística. Te traes un autobús de belgas y ofreces un producto typical. Cobras mil euros el puesto y pones a los belgas a disparar a ciervas. Nadie que no sea belga paga mil euros por disparar a ciervas".

Pero ése no es el caso de Gabriel ni de la mayoría de las monterías que se organizan en la zona. Un caso tipo. "Pongamos una finca de 500 hectáreas que alquilas para organizar la montería. Podrás colocar 40 puestos a una media de 500 euros. Ese es tu ingreso más la carne. Ahí ya te digo que el mercado se ha desplomado. La mayor parte de la carne se exporta a Alemania. Empezó el año pagándose a tres euros el kilo y la temporada ha terminado pagándose a 70 céntimos. Ahora vayamos a los gastos: 5.000 euros para pagar al personal, unos 30 tíos entre batidores, realeros, etcétera. 10.000 de alquiler. Otros 5.000 euros en gastos diversos de infraestructura, burocracia, comida y todo lo que acompaña... con suerte, lo comido por lo servido".

Lo que cuenta Gabriel es una montería media en la que los 40 puestos se disputan en finca abierta quizá un corzo, quizá un venado, algunas hembras y luego todos los cochinos asilvestrados que se crucen, ya que en Cádiz no existe el jabalí, pero sí una auténtica plaga de cochinos salvajes.

¿Qué es entonces una montería de Champions? Emilio Cano, que pertenece a la asociación Jóvenes Monteros, dice que en esas monterías "no se va a perder el tiempo. No suele haber más de quince puestos, lo que te garantiza el triunfo. En realidad, tiene mucho de caza artificial porque son fincas cerradas pobladas con ciervos de cuernas grandes. El bicho es más ganadería que otra cosa. Nacen para ser cazados".

Luis y Gabriel coinciden en nombrar las monterías de mayor caché de Andalucía y unas de las más demandadas en toda España: las de Las Lomas. Las Lomas es una finca propiedad de la familia Mora-Figueroa en el término de Vejer. "En las grandes monterías de Las Lomas es asiduo el Rey y ahí no puedes entrar ni pagando, es por estricta invitación, en zonas malladas, con lo que tienes controlado a lo que puedes tirar. Las piezas son lo mejor que te puedes cobrar en la región. Y te cobras piezas seguro. Habría gente que pagaría una fortuna por un puesto en Las Lomas en una de esas monterías". En esta finca, según la página Naturaleza y Caza, el Rey consiguió en el año 2000 el tercer mejor trofeo de venado de la historia. En esa misma montería Fernando Mora-Figueroa se adjudicó el noveno.

Dentro de esos ranking aparece a la cabeza en la categoría de gamos Javier Corsini. Fue en la finca gaditana La Alcaria. Las relaciones de Corsini nos vuelven a llevar a la aristocracia, ya que los Corsini, organizadores también de muy demandadas monterías, están estrechamente relacionados con Jaime de Marichalar.

En lo que a jueces se refiere, durante un tiempo fueron famosas las organizadas, en los años de Pedro Pacheco, en los Montes de Propio, la finca pública de Jerez. Era lo que se llamaba jornadas de esparcimiento y el ex alcalde de Jerez tuvo mucho éxito con esa iniciativa lúdica para el mundo empresarial y de la magistratura. "Se hacían buenos contactos", contaban en su día los que asistían.

Menciona Gabriel el nombre de otro gran aficionado a la caza, el empresario Juan Abelló, que, según afirman, ha organizado sonoras monterías en su finca de Cádiz, aunque su finca más demandada se encuentra en Toledo. "Nadie piensa que en las monterías de Abelló la gente pague. Una montería de ese tipo, las monterías de negocios, pueden costarle al organizador fácilmente 300.000 euros o más entre una cosa y otra. La caza, en esos casos, es una excusa. El coste está bien empleado". Los Albertos, Alcocer y Cortina, también son cazadores asiduos en la provincia.

En el relato que Luis y Gabriel hacen de una montería cuentan cómo se llega a la venta a las nueve de la mañana, cómo al puesto se llega a las once de la mañana, cómo se suelta a los perros a las once y media, cómo se empiezan a escuchar disparos a las doce, cómo se para a las tres y empieza la comida (casi siempre garbanzos), cómo después de la comida corren las copas y cómo van llegando los animales muertos cinco o seis horas después de ser abatidos... En esas monterías de negocios "la cacería empieza cuando se termina de disparar", bromea Gabriel.

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