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Guardia Civil

Diarios que salvan vidas

  • El guardia Curro encomendó al Chato la misión de llevar al cuartel de Prado del Rey el Diario. Cuando un día faltó sabían que algo malo ocurría

Imagen del cuartel de la Guardia Civil de Prado del Rey.

Imagen del cuartel de la Guardia Civil de Prado del Rey.

Su nombre es Curro Romero, aunque en el pueblo todos lo conocen como El Patillas. Tras su perfil de bandolero se esconde un tipo listo, empático, amable, un guardia civil pendiente no sólo de mantener el orden en Prado del Rey sino la salud de sus habitantes. Esa preocupación suya por el bienestar de sus vecinos resultó clave para salvar la vida de Antonio Velázquez, El Chato. Su perspicacia se adelantó a los acontecimientos cuando una mañana, desayunando junto a su sargento, se encontró con el Chato. Lo vio temblón, desmejorado y, como si una lucecita se encendiera en su cerebro, decidió darle tarea. “Chato, como ya estás jubilado, te voy a poner una tarea. Todos los días te vas a encargar de ir al centro del pueblo, recoger el Diario de Cádiz y acercárnoslo al cuartel”. El Chato protestó de entrada. No le hacía gracia que le endilgaran una responsabilidad diaria a sus años. Incluso al sargento del puesto le rechinó la misión encomendada por Curro. Hasta que al volver a la mesa se lo explicó. “Curro me dijo que El Chato vivía solo –nos decía ayer José, el sargento–, que estaba soltero y enfermo. Que de esa forma, el Diario haría de testigo de la salud del Chato. Si cada día llegaba el periódico sería señal de que estaba bien, y en el momento que el Diario dejara de llegar tendríamos motivos para preocuparnos. Controlando el Diario controlaremos al Chato, me dijo Curro”.

Durante dos meses el periódico llegó al cuartel con puntualidad británica. El Chato se levantaba, desayunaba y acudía a recoger el Diario de Cádiz al centro de la localidad. Día tras día. Hasta que una mañana José llegó al cuartel y el periódico no estaba. “Me escamó nada más entrar. Subí a la oficina y pregunté por él. No lo hemos visto me dijeron. Nazaret, la chica que atiende en el bar, también me dijo que no había llegado esa mañana. Así que decidí ir a su casa”.

La perspicacia del agente fue clave para socorrer al Chato del infarto cerebral que había sufrido

El sargento nos contaba ayer que tras llegar al domicilio del Chato vio que nadie respondía a la puerta. Un pintor realizaba su tarea en la finca. “Le pedí prestada la escalera y subí hasta su ventana. Lo vi tirado en el suelo. Así que rompimos un cristal y entramos. Le había dado un infarto cerebral. Rápidamente llamamos a los servicios sanitarios, que pudieron atenderlo y salvarle la vida. Me parece una historia tremenda, porque si Curro no hubiera tenido esa visión, esa experiencia, seguramente habrían pasado días quizá sin saber nada de este hombre y no habría podido hacerse nada por salvarle la vida”, reflexionaba.

Historias como esta, donde la profesionalidad y la cercanía de los hombres y mujeres de la Guardia Civil resultan claves para salvar vidas, no son difíciles de encontrar en los pueblos de toda la geografía española. En muchas ocasiones se juegan su integridad física por proteger a la ciudadanía. Como llevan haciendo desde su fundación, hace casi dos siglos.

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