Con la Venia

Pasos lentos y mirada larga. Por Yolanda Vallejo

  • YOLANDA VALLEJO

  • 04/06/2023 a las 07:55h.

  • Lo del tiempo es tan relativo, que apenas han pasado siete días desde que se celebraron las elecciones municipales y ya estamos metidos, otra vez, en la vorágine electoral, sin tiempo –tan relativo, ya le dije– de digerir lo que ocurrió el domingo pasado, y casi sin hacer una reflexión medio serena de lo que pasó en la noche de infarto del 28M. Son estrategias, dice la gente; pero creo que son, más bien, medidas disuasorias para que no pensemos demasiado. «No se habla de Bruno» cantaban los miembros de la familia Madrigal, ya sabe, los del 'Encanto' de Disney, y eso –entre otras cosas– es lo que ha conseguido Pedro Sánchez en Cádiz, que apenas se habló de Bruno veinticuatro horas, porque el lunes a media mañana, ya estábamos a otra cosa. ¡Qué le vamos a hacer! El gobierno propone y, además, dispone cuántas veces más tendremos que pasar por las urnas antes de que nos cansemos definitivamente.

  • Pero entre tantos ecos, hay que buscar tiempo para oír las voces, porque los hasta hace nada candidatos, han hecho valoración de los resultados electorales y ¡oh, albricias!, alguno ha hecho incluso autocrítica de su paso por la carrera hacia el sillón de san Juan de Dios, dejándonos algunas reflexiones que, de ser ciertas, podrían ser el comienzo de una hermosa amistad, como decía Rick Blaine al final de 'Casablanca', en la Casa Consistorial. A ver si hay tiempo de verlo.

  • De momento, parece que aquello de buscar culpables y de justificarse ha pasado a mejor vida. Salvo, claro, para los de Izquierda Unida de Ubrique a los que les ha faltado tiempo para encontrar la causa de su derrota. Habría estado bien decir aquello de «por un peo aquí me veo» aunque habría sido evidente, ya que, al parecer según la formación política, la historia del vídeo manipulado de Canal Sierra, y el apuro manifiesto del candidato –lo del nerviosismo no es el peor de sus males– en un debate televisivo han sido decisivos para el descalabro. En fin, qué quiere que le diga, lo de los límites del humor parece que funciona igual de mal en las dos direcciones. También mal la reacción de Marina Liberato tras su fracaso electoral, arremetiendo primero contra la izquierda con aquello de la humillación y luego contra el Partido Popular, cuya victoria considera «la muerte a pellizcos de Cádiz» –a mí, qué quiere que le diga, me parece que hemos salido perdiendo sin Marina Liberato en los plenos–, que es una expresión tan gaditana como fantástica.

  • Ismael Beiro, el que no es de izquierda ni de derechas, ni feminista, ni antifeminista, ni de aquí, ni de allí, jugó tanto al despiste que al final, terminó despistándose de la carrera. De los siete concejales que le aventuraban sus propias encuestas a los 1.349 votos que le han dado los gaditanos, media un abismo que él mismo ha intentado justificar con un «quizás la ciudad todavía no esté preparada para propuestas tan valientes y sólo los valientes arriesgan, y nosotros lo hemos hecho», unas declaraciones que han estado a la altura de su campaña, valiente campaña y valientes declaraciones. 

  • Porque lo mismo no estamos preparados para lo de Beiro –y yo me alegro muchísimo– pero lo cierto es que la ciudad ha votado con más cabeza que corazón –que no, que no lo digo por Belgrano– poniendo todos los huevos en solo tres cestas, algo que no ocurría desde 1995, año en el que el Ayuntamiento de Cádiz se constituyó repitiendo prácticamente el mismo esquema que tendremos a partir de ahora, con Izquierda Unida en vez de Adelante Izquierda Gaditana, eso sí. Nuestra ciudad ha elegido, quizá, la opción menos arriesgada pensando en un posible pacto PSOE-AIG, teniendo en cuenta que la gobernanza con siete concejales –por mucho pacto que se hiciera– sería, cuanto menos, complicada. 

  • Los tres candidatos de los partidos electos han resultado ser lo que todos queremos para nuestra ciudad. Gente tranquila, gente sosegada y gente educada, algo que no abunda en estos tiempos revueltos instalados en la bronca y en la confrontación. Habrá que ver, claro está, hasta donde llega la mano tendida de Bruno García y si los portavoces de la oposición no le cogen hasta el hombro, pero, de momento, da gusto pensar que el cambio se va a producir sin los aspavientos, los insultos y los malos gestos de otras veces. Oscar Torres –que se sintió alcalde por sorpresa durante tres largas horas– ha recogido el guante del Partido Popular y anuncia una oposición «responsable y constructiva, a la vez que férrea y vigilante», lo cual es de agradecer porque para eso está la oposición y no para las intrigas y para poner «palos en las ruedas» –qué antiguo, ¿se acuerda?–. Y lo ha dicho con el pleno convencimiento de que la decisión de los gaditanos está por encima de cualquier otro tipo de interés. Me está gustando a mi esta oposición; igual que me gusta la elegancia de David de la Cruz, el gran perdedor de estas elecciones, que ha reconocido no sólo su derrota, sino lo lejos que estaba de sus vecinos y sus vecinas, «me equivoqué. Yo, el primero. Nos equivocamos. No supimos leer las señales del cansancio, las críticas del desencanto o las miradas tibias de indiferencia». Y tiene razón, no todo el mundo está en el mundo virtual de las redes sociales donde atesoraba likes y seguidores; y buscando el sur, perdió el norte. Le honra su sinceridad, le honra su humildad y le honra el haberse mojado con la ola que, según su partido, le ha pasado por encima. Ahora, dice, andará con «pasos lentos y mirada larga» –la poesía nos pierde–, aunque yo preferiría que se pusiese las gafas de cerca, que ahora toca estar muy pendientes de todo lo que pase. Por Cádiz, porque después de ocho años, nos lo merecemos