Manual de desguace. Por Yolanda Vallejo
Algunas veces una imagen vale más que mil palabras. Todos las tenemos en la retina histórica, son imágenes que van configurando en la colectividad el icono exacto de los acontecimientos. La caída del Imperio Romano, por poner un ejemplo, es Peter Ustinov tocando la lira mientras arde Roma. Esa y no otra es la imagen, como el impacto del segundo avión contra las Torres Gemelas lo fue del principio de la destrucción de occidente tal y como lo conocíamos hasta entonces. Piense, piense en las imágenes que cambiaron para siempre nuestro horizonte conocido. La caída del muro de Berlín, la foto de Ceaucescu muerto aquella mañana de Navidad, el derrumbe de una gigantesca escultura de Sadam Hussein…y la destrucción de bibliotecas como símbolo indiscutible de la memoria intelectual de una sociedad. Tal vez por deformación profesional la quema de libros siempre me ha parecido una de las peores atrocidades que se pueden cometer contra la humanidad. Destruir la raíz de lo que el propio hombre ha creado es intentar acabar con la cepa de lo que somos, de lo fuimos y de lo podríamos llegar a ser. Ahí tienen bibliotecas como Alejandría, Constantinopla, la Madraza de Granada o las más recientes de Sarajevo y Bagdad. Imágenes que se llevan por delante a más de mil millones de palabras. La más reciente, Mosul. Y no será la última. Porque nuestra capacidad de destrucción es directamente proporcional a la capacidad de construir imperios, civilizaciones, sociedades, estados en nombre de las ideas, no siempre buenas ideas. La decadencia viene siempre precedida de signos o señales que, a menudo, no sabemos interpretar y el declive nos pilla por sorpresa cuando ya tenemos el juguete roto entre las manos. Luego nos justificamos con el “se veía venir” que nunca vimos y entonces, nos lamentamos. Y las señales de degeneración, están. Y desde luego, son señales que valen más que mil palabras. Esta semana, las hemos tenido por todas partes. Sólo hay que interpretarlas correctamente. Señales evidentes de que el “game over” está cerca y de que no quedan más vidas para seguir jugando. Mire. Yo no sé montar un ferrari con piezas de un desguace. Creo que usted tampoco, pero el hijo de Pujol sí. Lo ha dicho su madre y la palabra de una madre no conviene ponerla en duda. Tal vez tiene razón, porque construir –o intentarlo- un ferrari con piezas de chatarrería es lo que viene haciendo la clase política en este país desde hace bastante tiempo. No ha dicho nada nuevo Marta Ferrusola, sus hijos, “que van con una mano delante y otra detrás” no se diferencian mucho de los políticos a los que ya estamos acostumbrados, gente con una mano delante y otra detrás –haga un repaso, son muchos- que han llegado a donde están porque usted, y yo, hemos mirado a otra parte. Como si no tuviese nada que ver con nosotros. Chatarreros, expertos en los desguaces, gente sin escrúpulos ni decencia. Qué más señales necesitamos cuando la propia vicepresidenta primera del Congreso de los Diputados se pasó el tiempo que duró la intervención del presidente del Gobierno en el debate del estado de la Nación, jugando con el Ipad –me da igual si era el Candy Crush o el New York Times. La lectura que hay que hacer no es la de condenar su actitud sino la de hacernos una sola pregunta. Si a ella, que es del club no le interesa lo más mínimo lo que dice el presidente, ¿qué esperan que hagamos el resto de los mortales? Señales de desprecio absoluto a los ciudadanos como la intervención de la alcaldesa de Valencia –veintitrés años lleva, que no es nueva- y su “caloret”, muchísimo peor que el relaxing cup de Ana Botella por mucho que haya pedido disculpas torpes después del bochornoso espectáculo. Señales aparentemente contradictorias como la de Teresa Rodríguez que deja su cargo de eurodiputada –y sus limosnas del “sobrante”- nueve meses después de ser elegida, para coger un sillón más cerca de su casa. Vuelvo al sur, dice ella –tú que puedes- porque “mi responsabilidad es con mi tierra”. Bueno, realmente tu responsabilidad es quedarte en el puesto para el que te ha votado la gente que ha confiado en ti, lo que pasa que en el pueblo de donde dije digo, digo Diego, pasan estas cosas y no ocurre absolutamente nada. Señales como el programa cultural que Ganemos Cádiz ha presentado para la ciudad y que necesita de un manual de instrucciones para su correcta interpretación. ¿Qué significa, por ejemplo, “fomento de un cambio de valores que conlleve una desmercantilización del ocio”? Porque si significa lo que yo creo, está en contradicción con lo de convertir la cultura en un factor de desarrollo económico que genere empleo, riqueza y bienestar, que también afirman en el programa. Mire, el ocio y el negocio nunca hicieron buenas migas. Ya lo dijeron los griegos –los de antes- que sabían más que nosotros. No se puede seguir moviendo miserias de un lado a otro. Hace falta algo más que chatarra para hacer algo bueno. Con la chatarra y el desguace solo se construye porquería A menos, claro está, que uno sea hijo de Jordi Pujol.
También te puede interesar
Lo último