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concert music festival en chiclana

Intensidad encapsulada

  • Raphael celebra seis décadas de música sobre el escenario principal del Concert Music Festival

  • El cantante repasa en Sancti Petri su trayectoria en dos horas y media con temas propios y varias versiones

Raphael durante su actuación en Sancti Petri.

Raphael durante su actuación en Sancti Petri. / Sonia Ramos (Chiclana)

¿Cómo resumir toda la intensidad que implica un recital del incombustible Raphael en escasas líneas? ¿Y cómo hacerlo cuando esa mencionada intensidad que provoca el de Linares en su público queda encapsulada por las pertinentes restricciones del momento? Intentémoslo.

Intensidad es el concepto más certero que se alcanza a elegir para definir lo que significa un espectáculo de la figura por antonomasia de la música popular española. Absolutamente todo en su manierismo es excesivo y, al mismo tiempo, perfectamente calculado. Nada se sale de madre y todo se desborda entre las paredes imaginarias del escenario, el del sábado noche en el Concert Music Festival de Sancti Petri, al que regresó con enorme éxito como era de esperar apenas desde la primera canción, con la audiencia en pie –aunque teóricamente no pudiera hacerse según el protocolo anticovid... pero cómo controlar las muestras de sincera expresividad y admiración– y aplaudiendo a más no poder.

Raphael celebraba con esta gira sesenta años de directos y conexión directa con el respetable. El repertorio se antojó una suerte de refrito de sus temas clásicos, algunas versiones de sus viajes por cancioneros ajenos y ciertas pildorillas del último trabajo discográfico editado, titulado 6.0.

Porque es el Raphael de toda la vida aunque actualizado, reinventado mil veces para mostrarse, una vez más y por siempre, joven, juvenil, fresco, histriónico, comedido a ratos, triunfante siempre y animal de escenario como pocos.

De ese más reciente álbum se sirvió para abrir el concierto, con el Vivir así es morir de amor de otro grande de la música patria, Camilo Sesto. Tan importante como el propio dominio escénico del cantante fue el magnífico acompañamiento del que se rodeó en Chiclana, un troupe de diez músicos (piano, batería, sección de viento, guitarras, percusión y programaciones) y tres coristas góspel –hubiera sido maravilloso conocer sus nombres– que acompañaron deliciosamente muchas de las interpretaciones de la velada, dándole a las archiconocidas melodías otros aires y cadencias que fueron de agradecer.

El de Linares se hizo acompañar de una gran banda y tres coristas góspel

Intensa también fue la selección de canciones que el artista compartió durante dos horas y media en Sancti Petri, que esperaba degustar esas letras esculpidas con martillo y cincel en la memoria colectiva española. Entre ellas estaban dos himnos, Digan lo que digan y Mi gran noche, pasados por el tamiz de la electrónica, con un Raphael imprimiéndoles ritmo con sus características brazadas y caídas de brazos –marca de la casa– y un psicodélico acompañamiento visual digno de un Valerio Lazarov 6.0. Una auténtica rave de diez minutos que se llevó en volandas el disfrute encapsulado de un entregadísimo público.

Tras la euforia, la intensidad más comedida de Provocación, Me olvidé de vivir, No vuelvas, Frente a frente –con dos Raphaeles enfrentados en la pantalla–, Ave María y Le llaman Jesús –puro sonido Misisipi en las voces del coro para una experiencia religiosa compartida–. Más tarde, esa Vida loca de Pancho Céspedes rematando las notas al aire con sus manos, No puedo arrancarte de mí –sentado en una silla–, Yo sigo siendo aquel, Amor mío –al borde del llanto–, Estuve enamorado y Estar enamorado, Cierro mis ojos, Cuando tú no estás, Que nadie sepa mi sufrir, En carne viva –la pantalla ardía– y Resistiré –el himno del confinamiento que en el caso de el de Linares es una filosofía de vida–.

Y, por último, una breve excursión hacia la otra orilla rescatando clásicos como el tango Nostalgias –golpeó con furia el piano que le daba de cantar– y el bolero Adoro.

Para los bises Raphael se guardó artillería pesada: Qué sabe nadie, Escándalo y Como yo te amo sirvieron para cerrar un espectáculo que dejó intensidad dentro y, también, fuera del escenario. El personal de seguridad y acomodación de Concert Music y de Cruz Roja tuvo que afanarse en calmarla en varias ocasiones; un desmayo entre las butacas, 'rebeldes' sin tapabocas en las gradas y hasta algún espectador agresivo dieron la nota –no precisamente cantada– a una noche redonda y controlada por el buen hacer del equipo del festival. La intensidad, aunque se sirva encapsulada, en ocasiones se desborda.

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