Un trozo de Galicia en Cádiz

Cádiz y Galicia guardan una relación muy íntima gracias al mar y la pesca. Esta actividad económica propició que muchos marineros gallegos se trasladaran a más de mil kilómetros. Las bondades del clima permitían que los tripulantes se enfrentaran a unas aguas más tranquilas que las que encontraban en los caladeros de Gran Sol (al oeste de las islas británicas) o Terranova (en Canadá, donde se buscaba el bacalao). En los puertos del norte de España se corría la voz del dinero que se podía ganar llevando las embarcaciones a otros bancos más propicios como el marroquí, el de la zona canario-sahariana o el de Mauritania.

El flujo de personas afectó principalmente al siglo XX hasta la década de los 70, aunque este movimiento también se dio durante el siglo XIX. Eran los años en los que no paraba la actividad en el muelle pesquero gaditano, con más de 200 embarcaciones que salían a faenar. Su reflejo se veía en la plaza de San Juan de Dios, principal lugar de movimiento de armadores y tripulantes. Esto, con el tiempo, ya se perdió.

La influencia gallega en Cádiz es más que evidente tanto en la población como en la hostelería. Sin embargo, no existía ningún reconocimiento físico a la importancia que tuvo para la ciudad toda la colonia que llegó para trabajar en la pesca.

Mañana se celebrará un emotivo acto que pretende homenajear la labor realizada por toda la emigración gallega que se desplazó a tierras gaditanas durante el pasado siglo. El programa de actividades se abrirá sobre las 10.30 horas con un pasacalles de un grupo de cuatro gaiteros. El evento central se desarrollará a las 11.15 horas en el salón de plenos del Ayuntamiento de Cádiz, que servirá para dar relevancia a la aportación de toda esta comunidad a la economía y a la sociedad gaditanas.

El lugar que servirá para tener en el recuerdo las raíces gallegas de una buena parte de los gaditanos será la esquina entre la plaza de San Juan de Dios y la calle Plocia, en donde se encontraba el bar Los Pabellones. Allí se descubrirá una placa en agradecimiento a la labor pesquera realizada en Cádiz por toda la emigración gallega.

Al frente de la organización del evento están el gaditano Pedro Castilla y los gallegos Gaspar Santos, Antonio Otero y Vicente Otero. El germen de este acto está en el libro Soltando amarras, una novela publicada en 2012 que escribió Pedro a partir de las vivencias de Gaspar, Antonio y Vicente, tres patrones que llegaron a Cádiz en los años 60 del pasado siglo. "Me dijeron que era una pena que la historia de Cádiz y la emigración gallega se perdiera, por lo que me animaron a que escribiera un libro sobre esto", explica Castilla.

A partir del año de trabajo para elaborar el libro y las presentaciones tanto en la provincia gaditana como en Galicia, surgió la oportunidad de hacer este homenaje. Han sido dos años de espera por un motivo muy importante, la rehabilitación de la finca que acogía el bar Los Pabellones.

Este establecimiento ha sido escogido para albergar la placa conmemorativa por su importante relación con las tripulaciones de los barcos pesqueros. En ella, se hacía el reparto de los provechos, que era el dinero que conseguían los marineros por la venta de las huevas, las bocas y el aceite de helves. Pepe Gómez padre se encargaba de repartir las ganancias a los trabajadores de los bous, embarcaciones pesqueras de unos 50 metros de eslora. "Pepe supo ganarse nuestra confianza. En los años 70 se podía manejar un millón de pesetas por cada barco al mes", cuenta Gaspar.

Un dato curioso que llegó a recopilar Pedro Castilla para su libro es que en los años 20 del pasado siglo el 18% de la población gaditana era gallega. Sin embargo, parte de la unión de esta colonia se perdió por el cierre de la Casa de Galicia hace una década. Por ello, el acto tiene un componente emotivo para volver a unir a esta comunidad.

"Todos los gallegos estamos muy agradecidos a Cádiz", sentencia Gaspar. Una integración y un mestizaje que hacen que el presente de la ciudad no se pueda entender sin la emigración gallega.