Una cancela de diez metros abrirá paso al tren hacia la nueva terminal del puerto de Cádiz

Un tramo de vía de 113 metros construida por Adif y una cancela abatible de casi 10 metros permitirán unir la estación con los terrenos de la Autoridad Portuaria

Convoyes de hasta 750 metros cruzarán la antigua la Avenida de Astilleros, lo que provocará la interrupción del tráfico durante aproximadamente cinco minutos cada vez que pase el tren

El tren volverá a cruzar de nuevo la avenida de Astilleros de Cádiz camino de la terminal de contenedores

Un operario pinta, en una imagen de archivo, el muro de la carretera de Astilleros, más o menos en el lugar en el que habrá que abrir la cancela para el paso del futuro tren que llegará hasta la nueva terminal de contenedores del puerto de Cádiz
Un operario pinta, en una imagen de archivo, el muro de la carretera de Astilleros, más o menos en el lugar en el que habrá que abrir la cancela para el paso del futuro tren que llegará hasta la nueva terminal de contenedores del puerto de Cádiz / Lourdes de Vicente

Las obras del nuevo acceso ferroviario entre la estación de Cádiz y el puerto avanzan con el tramo a cargo de Adif, que contempla la modificación del trazado de vía de acceso hasta conectar con la nueva infraestructura portuaria. El trazado abarca unos 113 metros, y se ha diseñado con un radio único de 180 metros, eliminando transiciones intermedias antes del tramo recto en la zona portuaria. Esto busca garantizar una curva uniforme desde el inicio hasta la integración con el proyecto de la Autoridad Portuaria.

El tramo incluye distintos tipos de vía según la zona: vía en balasto al inicio del desvío, vía en balasto con losa de hormigón en la zona de la cancela de cerramiento (donde la infraestructura abandona terrenos de Adif y accede a la Avenida Astilleros), y vía en placa con carril embebido en el tramo que atraviesa a nivel la avenida hasta entrar en terrenos del puerto.

Además, se instalará una cancela de unos 9,96 metros de luz, con dos hojas abatibles, que separará los terrenos ferroviarios de la vía pública antes del acceso al recinto portuario. Esa cancela será el “portón” simbólico y físico que permitirá —y delimitará— el paso del tren desde suelo urbano hacia suelo portuario.

Convoyes gigantes cruzando la “carretera industrial”

Cuando entre en funcionamiento, este ramal permitirá que convoyes de mercancías de hasta 750 metros de longitud circulen desde la estación hasta la nueva terminal de contenedores del puerto.

El paso por la Avenida de Astilleros —la antigua “carretera industrial”— supondrá un cierre de tráfico durante unos cinco minutos por cada convoy, tiempo que puede aumentar por el proceso de cierre y apertura de la vía urbana.

Este tipo de operación no era habitual: desde hace años no un tren no cruzaba por esta vía urbana. Ahora, con este proyecto, se recupera ese paso —aunque limitado al tramo necesario para llegar al puerto—, lo que supone una novedad significativa en la relación entre la ciudad y su infraestructura portuaria.

Obras complementarias: muro, cerramiento y preparación del terreno

La construcción de este ramal exige también adecuar el entorno urbano: en los últimos meses se ha procedido al derribo del muro de cerramiento que separaba los terrenos ferroviarios de la avenida, un paso obligatorio para ejecutar la vía y permitir el cruce.

Este tipo de obra ya había sido aprobada años atrás, con el objetivo de sustituir el viejo muro por un cerramiento nuevo y preparar todas las infraestructuras subterráneas coincidentes con la futura vía.

Una conexión clave para la logística portuaria y para Cádiz

Este proyecto forma parte del plan para dotar a la nueva terminal de contenedores del puerto de Cádiz de acceso ferroviario directo a la red nacional, algo esencial para mejorar su competitividad y capacidad logística.

La construcción del tramo por parte de Adif —con su cancela, vía adaptada y cruce urbano— representa una obra estratégica que unirá la estación, la ciudad y la infraestructura portuaria, integrando distintos ámbitos de movilidad y comercio.

En definitiva: esa cancela de casi diez metros no es solo un elemento físico, sino el umbral que abrirá una nueva etapa ferroviaria para Cádiz y su puerto.

El tren se asoma de nuevo a Cádiz

El ferrocarril llegó a Cádiz en el siglo XIX, cuando se inauguró en 1861 la línea que unía la ciudad con Sevilla. La primera estación se ubicó junto al muelle, en terrenos ganados al mar, cerca de los baluartes de Santiago y de los Negros. Era una instalación modesta, descrita por la prensa de la época como una gran barraca de madera, pero su apertura supuso la incorporación de la ciudad al transporte ferroviario y al comercio moderno. Con el paso del tiempo, las vías comenzaron a atravesar zonas muy pobladas, generando una fractura urbana: puentes, pasos a nivel y verjas metálicas formaban un corredor férreo que dividía la ciudad en dos mitades y condicionaba la movilidad diaria.

Durante décadas, el tren circuló literalmente por el borde del casco urbano e incluso por zonas que hoy se consideran plenamente integradas en la ciudad. Ese paisaje cambió definitivamente a principios del siglo XXI, cuando se ejecutó el soterramiento ferroviario y se construyó la nueva estación terminal junto a la Plaza de Sevilla. La retirada de las vías en superficie eliminó las barreras que durante tanto tiempo separaron barrios y permitió coser la trama urbana. Desde entonces, en Cádiz dejó de verse un tren circular por calles o avenidas, y el tránsito ferroviario se replegó al subsuelo o a zonas estrictamente operativas.

Por este motivo, la construcción del nuevo ramal ferroviario hacia la terminal de contenedores —que volverá a cruzar la Avenida de Astilleros y lo hará además mediante una cancela de casi diez metros— adquiere una dimensión simbólica destacable. No se trata de recuperar un trazado histórico, sino de un uso completamente distinto, industrial y logístico, adaptado al puerto del siglo XXI. Pero sí supone, aunque de forma muy limitada, el regreso del ferrocarril a un tramo de superficie urbana después de décadas en las que la ciudad vivió completamente de espaldas al paso visible del tren.

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