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Comercio

Los mercados confían en Cádiz

  • Con la reapertura de la placita de la Barriada la ciudad vuelve a tener cuatro mercados en funcionamiento

Un puesto de frutas en el perímetro exterior del Mercado Central de Cádiz.

Un puesto de frutas en el perímetro exterior del Mercado Central de Cádiz. / Julio González

Los mercados sí confían en Cádiz. Si no lo hacen los influyentes mercados que mueven los hilos económicos del mundo, tan alejados de este castigado rincón sureño, sí los mercados de abastos, los centros de alimentación tradicionales, de toda la vida, que en la capital gaditana se mantienen, con sus diferencias y dificultades, con cierta solvencia frente al tsunami de centro comerciales y supermercados que les hacen competencia. Cádiz, incluso, ha sumado un nuevo mercado esta semana a su oferta. En verdad, habría que decir que ha recuperado un mercado, la popular placita de la barriada de la Paz, casi fronteriza con el barrio del Cerro del Moro, que ha vuelto a abrir sus puertas dejando atrás el anterior y destartalado equipamiento. Con esta iniciativa privada, Cádiz vuelve a tener cuatro mercados: dos públicos –Virgen del Rosario y el Mercado Central– y dos privados –el señalado de la Barriada y el mercado de San José, que sigue abierto pese a sus dificultades–.

La situación de cada uno de ellos es, desde luego, muy distinta. De nueva planta el de la Barriada; remozada en profundidad hace ya algunos años la Plaza de Cádiz, aunque pendiente aún de mejoras desde su nueva puesta en funcionamiento; moderno y funcional, con alguna reforma reciente, el del Virgen del Rosario en Varela, y siempre en el alambre de la incertidumbre, aunque en funcionamiento, el mercado de San José, un equipamiento sobre el que se ha cernido en varias ocasiones la amenaza de cierre, que comparte edificio con los juzgados y que, pese a todo, sigue abierto con una menor oferta de puestos pero con una clientela fiel que ayuda a mantener la plaza pese a las dificultades y la reducción de vendedores.

Los mercados públicos viven un buen momento. Lo ratifica José Luis Paramio, presidente de Asodemer, la asociación que agrupa a los detallistas del Mercado Central y del Virgen del Rosario, los dos centros públicos, de titularidad municipal, que existen en la ciudad. Ambos tienen ahora una vitalidad y un vigor suficiente para mantener una oferta de calidad que tiene en el pescado, como explica Paramio, “su motor principal”. Podríamos decir que el motor diferencial, el que arranca cada mañana la maquinaria de estos mercados y en torno al cual va funcionando el resto. Es, evidentemente, el motor de los cuatro mercados de la ciudad.

Destaca el presidente de Asodemer que, en el caso de la plaza del casco histórico, “pocos mercados pueden presumir de disponer de más de medio centenar de puestos de pescado, con una variedad de precios y de género tan amplia como la que tenemos aquí”. Tanto es así que los lunes, día en el que no hay pescado, para el mercado es un día de transición, de poco público y, por tanto, escasa venta, un denominador común de todos los mercados gaditanos.

Sí recuerda José Luis Paramio que la Plaza de Cádiz está pendiente de algunas reformas que aún colean desde la profunda rehabilitación a la que fue sometido. Se solucionaron algunas deficiencias, pero otras están pendientes y en proceso de negociación con el Ayuntamiento y la empresa que ejecutó las obras. Entre ellas, el cierre parcial del exterior del mercado, del perímetro al aire libre que rodea la nave central del pescado en el que se reparten fruterías, carnicerías, panaderías y los puestos del rincón gastronómico, que tienen que convivir con las inclemencias meteorológicas. “En invierno esto es horroroso”, explica José Luis Paramio, que recuerda la urgencia de la actuación pero, también, “la buena disposición y armonía” del Ayuntamiento. El nuevo equipo de gobierno trae nuevo concejal del ramo, David Navarro, con quien tendrán que contactar en próximas fechas.

Pero la Plaza no vive un mal momento: “Cuando hay dinero, esto funciona bien”, explica Paramio, que destaca el pescado como “motor” del equipamiento pero que también resalta cómo los otros puestos, como fruterías y carnicerías, van haciendo frente con dignidad a la competencia de tantos supermercados como se están abriendo en los barrios de la ciudad. Y, por supuesto, el mercado gastronómico, esa iniciativa ya consolidada que sirve a Paramio para lanzar un aviso a navegantes. “Queremos que no se nos olvide, que el Ayuntamiento no nos deje a un lado cuando abra el mercado gastronómico previsto en la antigua estación”.

Estos establecimientos hosteleros son, por ejemplo, el reclamo de muchos turistas que llegan a la ciudad en los cruceros: “Aquí se toman una cerveza y, de camino, compran algo de fruta, que otra cosa desde luego no se van a llevar, es muy difícil”, dice Paramio. Pendiente está aún de evaluar el impacto que puede tener en el mercado central la proliferación de pisos turísticos, con visitantes con cocina a su disposición, a diferencia de un hotel, y que pueden precisar de comprar género fresco.

También destaca José Luis Paramio el mercado del Rosario, el edificio municipal de los antiguos cuarteles de Varela que vino a agrupar los desaparecidos mercados de La Merced y San Severiano y que el presidente de Asodemer califica de “moderno y muy atractivo”. La última reforma se centró en la decoración del mercado. “Es muy bonito y es un mercado muy cómodo para comprar, con aire acondicionado, cerrado en invierno... A ello se une que hay gente muy preparada, detallistas con muy buen género, y puestos de mucha calidad”.

Algunos de estos vendedores han llegado en los últimos años del mercado de San José. El edificio de Los Balbo ha ido perdiendo puestos, algunos por jubilación de sus propietarios y otros por traslado al Virgen del Rosario, a tiendas particulares o, incluso, al remozado mercado de la barriada de la Paz que se ha reabierto este mes. Los propietarios de este último echaron el gancho en San José, conocedores de la incertidumbre del edificio, y alguno optó por cambiar de aires, otros por abrir en la Barriada pero manteniéndose también en San José y la mayoría por quedarse en este mercado de dos plantas que comparte espacio con los Juzgados, como los de instrucción y el de guardia.

Hace algunos meses el Ayuntamiento abrió un expediente de seguridad al edificio, apuntalado en sus bajos. Desde entonces, los propietarios han ido enviando a Urbanismo los certificados de las obras realizadas. Así, el mercado no se cerró y sigue abierto. De titularidad privada, los detallistas lamentan que sean generalmente noticia por causas negativas, y defienden la permanencia de un edificio cuyo cierre, si llegara a producirse, afectaría también a los juzgados de las plantas superiores: “A nosotros nos llegan las cartas, pero a los juzgados no sabemos, de eso no se habla”, cuenta uno de los vendedores.

El mercado se mantiene, pese a la fuga de puestos que han dejado la segunda planta muy vacía, gracias a la clientela fiel de la zona y de otros barrios cercanos. Y ahora, en la época estival, por los turistas que visitan Cádiz y que alquilan apartamentos y pisos turísticos, una clientela estacional pero también fiel porque cada verano repite compra en este mercado.

Más de media docena de puestos de pescado, otras tantas fruterías, una carnicería y una tienda de especies componen la oferta de este mercado en el que sus vendedores luchan por mantenerse en pie cada día pese a las dificultades. En todos los aspectos se sienten “más vigilados” que otros mercados. Han hecho frente a reformas exigidas por la administración y que, en su momento, no se exigieron a otros centros, como la sustitución del suelo de calle en el interior de los puestos.

Pero el mercado sigue abierto y los clientes no fallan porque también hay género de calidad y de muchos precios en este lugar; tanto los clientes particulares, acostumbrados desde hace décadas a este mercado, como muchos de los dueños de los bares cercanos que aprovechan la existencia de la plaza para ofrecer cocina de mercado en sus establecimientos.

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