Eugenio D’Ors en el Ateneo Gaditano

Historia

De pensamiento conservador, se inició en los círculos del Instituto de Estudios Catalanes

En Cádiz, pronunció tres conferencias y seis lecciones en medio de una gran expectación

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Detalles del folleto editotado por el Ateneo con el programa de actos de 1933.
Detalles del folleto editotado por el Ateneo con el programa de actos de 1933.
José María García León
- Expresidente del Ateneo de Cádiz

26 de mayo 2025 - 12:23

Escritor, ensayista y filósofo, la figura de Eugenio D’Ors, nacido en Barcelona el año 1881, abarcó una amplia obra en la que abordó diversos géneros, aunque fue en la prensa diaria catalana donde sobresalió por sus ‘glosas’, un particular género de ensayo, crítico y reflexivo a la vez, siempre al hilo de la actualidad. De pensamiento conservador, se inició en los círculos modernistas como miembro muy activo del Instituto de Estudios Catalanes, del que fue secretario, y de la Mancomunidad de Cataluña. Por lo general, siempre en buena sintonía con Ortega y Gasset a pesar de sus divergencias de índole metafísica, sus detractores lo tacharon de escritor “difícil” y hasta “oscuro”. En cambio, para sus partidarios, su fondo conceptual era de una “claridad deslumbrante”, aunque a otro genial autor catalán, el siempre incisivo Josep Pla, por su estilo le pareciera que “hablaba en cursiva”, dada su tendencia a cierta ampulosidad.

Durante los años de la Segunda República era ya un escritor reconocido y una figura relevante de la intelectualidad española, con obras escritas en catalán y en castellano, como ‘La ben plantada’ (1914) y, sobre todo, su alabada ‘Tres horas en el Museo del Prado’ (1922), tal vez su obra más leída y donde descolló por su agudeza como crítico de arte. Al mismo tiempo, sus colaboraciones en periódicos como El Debate, El Sol y ABC. Tengamos en cuenta, también, otros nombres brillantes de entonces, comprendidos dentro de un amplio espectro ideológico y político, tales como Unamuno, García Lorca, Marañón, Pío Baroja, Pérez de Ayala, Muñoz Seca, Ramiro de Maeztu, Rafael Alberti… Tras la Guerra Civil fue uno de los promotores del Instituto de España, impulsando, asimismo, desde Ginebra las negociaciones para repatriar los cuadros del Museo del Prado. Hasta su muerte, acaecida en 1954, prosiguió una acomodaticia labor literaria, centrándose en la recién creada Academia de Crítica de Arte, atenta a los movimientos contemporáneos y en la que contó, entre sus más estrechos colaboradores, con José María Alfaro, José Camón Aznar y Luis Felipe Vivanco.

En 1933 el Ateneo de Cádiz, sin duda, una de las instituciones más señeras de la vida cultural y social de Cádiz desde mediados del siglo XIX, “haciendo honor a su tradición y a su historia”, lo invitó a participar en una serie de actividades que, en principio irían desde el 26 de enero al 5 de febrero. Bajo la presidencia de José María Pemán, en el folleto que, a tal efecto, se publicó, el Ateneo calificaba a D’Ors, sin ningún tipo de ambages, como “acaso el nombre más universal de nuestra intelectualidad de hoy”, justificando el novedoso diseño de esta actividad, homogénea y centrada en un solo interviniente, como mucho más coherente y provechosa. Así, en vez de interesarse por el consabido y disperso ciclo de conferencias que, por falta de unidad de los conferenciantes y temas, carece de todo valor formativo y cultural, se había optado por concentrar sus esfuerzos en pro de la unidad de temática y el prestigio de D’Ors. Algo parecido, pues, a lo que se había venido llevando a cabo por la cátedra Luis Vives en Valencia con notables resultados.

Bajo el título genérico de ‘Ciencia y milicia de la Cultura’, el programa comprendía tres conferencias que serían públicas, sin necesidad de inscripción previa, bajo los epígrafes de ‘La Ciencia y la Cultura’, ‘La Teoría de la Tradición’ y ‘La Cultura Militante’. Complementario a todo ello, D’Ors también impartiría seis lecciones, siguiendo la misma línea de la temática previamente establecida, con referencias que iban desde San Agustín a Rousseau, pasando por la Antigüedad clásica, el europeísmo hispánico, la causalidad de la Historia o la noción de raza en lo antropológico, social y cultural. Así como la asistencia a dichas conferencias era abierta, los matriculados en las lecciones debían abonar “la cantidad de 25 pesetas cada una”. Los actos tuvieron que retrasarse unos días por compromisos ineludibles, contraídos anteriormente por el conferenciante.

De verdadero acontecimiento cultural calificaría Diario de Cádiz la presencia de D'Ors, “el más ameno y ático de los conferenciantes”, en la ciudad, dedicando una amplia cobertura a todos los actos programados. Días antes de su venida puso de relieve la gran expectación e interés reinantes, “perfectamente justificados” y que iban creciendo por momentos, llegando a “exceder todas las previsiones” el número de matriculados en las lecciones. Así ocurrió, acordándose celebrar todos los actos en el Conservatorio de Música (calle Benjumeda número 7), al reconocer el propio Ateneo que no contaba con un local “suficiente para ello”.

Finalmente, la estancia de Eugenio D’Ors concluyó el día 14 de febrero con la celebración de un banquete en su honor, que se celebró en el Hotel Atlántico, contándose con la asistencia de los presidentes de los Ateneos de Cádiz y Jerez, así como la de los cónsules de Argentina y Uruguay.

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