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Historias de Cádiz

Ramón de Carranza y el naufragio del Tajo

  • Trágico hundimiento en 1895 en aguas de Pasajes del cañonero al mando del marino ferrolano l Consejo de Guerra de Oficiales Generales en averiguación de lo sucedido

Cañonero Tajo poco antes de su hundimiento

Cañonero Tajo poco antes de su hundimiento

Ramón de Carranza Fernández de la Reguera contaba con una larga trayectoria naval y militar antes de dedicarse a la política y ser nombrado alcalde de Cádiz. Una carrera militar dilatada, con infinidad de navegaciones por todos los mares del mundo, con mando de buques y destacadas acciones de guerra por las que llegó a recibir  la cruz laureada de San Fernando, la máxima distinción militar. 

El que sería alcalde de Cádiz nació en Ferrol el 13 de abril de  1863 en el seno de una familia de marinos. Su padre, José Juan de Carranza, fue capitán general de Ferrol y de Cádiz y sus tres hermanos varones, Fernando, Juan Manuel y José Ignacio también fueron marinos. Ramón ingresó como aspirante de Marina en 1876 con apenas trece años de edad.  Primero de su promoción, a Cádiz llegó como alférez de navío en  1886.

Casado con la gaditana Josefa Gómez Arámburu, en 1890,  Carranza, ya teniente de navío, siguió ocupando destinos propios de su carrera, como oficial de Derrota  en el acorazado Pelayo y en el crucero Conde del Venadito. En 1895 fue nombrado comandante del cañonero Tajo, de vigilancia en el Cantábrico y rio Bidasoa, frontera con Francia.

Hoja de Servicios de Ramón de Carranza Hoja de Servicios de Ramón de Carranza

Hoja de Servicios de Ramón de Carranza

El Tajo pertenecía a una serie de diez pequeños cañoneros de la clase “Somorrostro” encargados por el Gobierno para la vigilancia de los puertos del Norte de España durante la tercera guerra carlista. Eran pequeños buques de hierro de unos 24 metros de eslora y cinco de manga. Disponían de dos cañones emplazados en una torreta. 

Poco tiempo después de tomar el mando, Carranza acudió a Bilbao para limpiar los fondos de su barco. Terminados los arreglos y reparaciones, el 29 de mayo de 1895 puso rumbo de regreso al Bidasoa. Según relata el propio Carranza en su Hoja de Servicios, al llegar a la altura de San Sebastián comprobó que no podría llegar a su destino antes del anochecer y decidió fondear en Pasajes y reconocer previamente la ensenada de Illurgita, muy próxima a San Sebastián. Tras este reconocimiento y al aproximarse a Pasajes, Carranza observó desde el puente “oscurecer el agua a 50 o 60 metros por la proa”, por lo que mandó caer a babor para evitar una piedra desconocida y que resultaría ser la denominada ‘Redonda’.

El timonel, según el relato de Carranza, comunicó que  el timón no respondía, por lo que ordenó dar atrás toda la máquina para evitar el accidente. La arrancada que llevaba el cañonero  hizo que no pudiera detenerse  y la piedra produjo una vía del agua en el barco, que comenzó a hundirse rápidamente.

Carranza ordenó de inmediato el abandono del buque.  La tripulación subió a unos botes y Carranza puso a salvo los caudales y la documentación del barco. Cuando Carranza comprobó que toda la dotación estaba a salvo en los botes, tuvo un arranque muy propio de los marinos de la época. Largó las estachas de los botes y regresó al puente para hundirse con su barco.  Fueron momentos terribles y de confusión. Uno de los botes pudo llegar a la muy cercana costa y el otro volcó a consecuencia del remolino formado por el hundimiento del  cañonero.  Afortunadamente a esa misma hora regresaba de la pesca una trainera de Pasajes, que auxilió a los marineros del Tajo. Carranza fue encontrado por estos pescadores flotando en la mar  y sin conocimiento. Todos fueron llevados a tierra a excepción del marinero Enrique Lago, que no sabía nadar y se hundió al volcar su bote. 

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El naufragio del Tajo fue publicado por los periódicos de la época, en particular por La Ilustración Española y Americana, relatando con detalle algunos de los pormenores de la tragedia.  

De inmediato comenzaron las labores para poner el barco a flote, lo que pronto fue desechado por lo costoso de la operación.  Carranza y su tripulación colaboraron en las tareas de  recuperar el armamento de barco y otros elementos de valor.

Mientras se procedía a la instrucción del correspondiente sumario en averiguación del hundimiento del cañonero, Ramón de Carranza fue destinado como comandante de las escampavías de las Provincias Vascongadas  y la vigilancia de la frontera con Francia.

El 16 de agosto de ese mismo año se celebró en Ferrol el correspondiente Consejo de Guerra de Oficiales Generales para conocer lo sucedido en el naufragio del Tajo y dilucidar las correspondientes responsabilidades. Tras las pruebas practicadas y los informes periciales emitidos, el teniente de navío Ramón de Carranza fue absuelto por unanimidad con todos los pronunciamientos favorables. El marino regresó a Cádiz con su familia con dos meses de licencia. 

Terminado el permiso  reglamentario, Carranza solicitó ser destinado al Apostadero de la Habana ya que la guerra de Cuba había entrado en fase decisiva. Fue nombrado comandante del Contramaestre, donde tomaría parte en destacadas acciones de guerra y sería premiado con la cruz laureada de San Fernando.  Posteriormente fue nombrado agregado naval en Washington, donde fue expulsado, junto al resto de la legación española, al comenzar la guerra.

Carranza solicitaría el retiro en 1898 para comenzar su carrera política.

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