Franco. 40 años

Noviembre en Cádiz

  • La muerte de Franco se vivió en Cádiz con serenidad, se mantuvieron las misas, los taxis llevaron crespones y apenas hubo circulación

Cada 20 de noviembre se hacían turnos de media hora en la Santa Cueva para velar la leyenda de José Antonio. Es curioso ver los nombres de los veladores, publicados cada año en la prensa local. Con la llegada de la democracia algunos de quienes lloraban anualmente a José Antonio harían una pequeña carrera política en la izquierda de la ciudad. Antes se ofrecería la tradicional misa en la Virgen del Rosario. Coronas y cinco rosas en la Cruz de los Caídos también formaban parte del ritual. En ésas estaban, en los preparativos de este nuevo 20 de noviembre de 1975, aunque, la verdad, todos suponían que este 20 de noviembre no iba a ser como todos los 20 de noviembre. Y no lo fue. Habría misa en el Rosario, pero el protagonista fue Franco y no José Antonio. Hubo ofrenda en la Cruz de los Caídos, pero no se recitaron los versos del poeta falangista Sánchez Mazas.

Jerónimo Almagro y Montes de Oca era el alcalde del momento. Era un franquista irreductible y, de hecho, fue uno de los pocos que no contribuyó al harakiri posterior de la reforma política en las Cortes del municipio y la familia porque, siguiendo su lema, que llevaría a las primeras elecciones municipales democráticas como candidato de la Falange, "sí cuando era sí, y no cuando era no". Y el harakiri era no. Camisa vieja donde los hubiera, siempre se dijo de él que era un cabezota en la fidelidad a sus ideas, pero no dejaba de ser un buenazo. Para el 20 de noviembre tenía pensado ofrecer una conferencia de actualidad política organizada por la comunidad cristiana de Santo Domingo en el que hablaría del puente de Carranza, que no era muy actual porque se había inaugurado cinco años antes y fue el motivo de que Franco recibiera la medalla de oro de la ciudad. Tendría que cambiar de planes. Apesadumbrado, convocó un pleno extraordinario para dar cuenta de que, efectivamente, Franco había muerto. Además, se elevó la medalla de oro a primera medalla de oro, se le hizo hijo adoptivo a título póstumo y se ordenó guardar el bastón de mando que había portado en su última visita a la ciudad en una vitrina. Decisiones fruto de la emoción.

Diputación también convocó un pleno extraordinario. Su presidente, Antonio Barbadillo, atribuyó a la fe en Dios del Caudillo los 40 años de paz y se decidió, como principal punto del orden del día, enviarle un telegrama de pésame a la familia.

El obispo era Antonio Dorado, muy de Tarancón, y fue él el que oficio la misa en la Catedral, en un pésimo estado de conservación. Su homilía fue genérica, rogando a Dios por el alma del dictador y diciendo que, tarde o temprano, todos nos morimos. También el dictador. Ya puestos, deslizó incluso una frase para la interpretación: "El futuro queda abierto".

Cuentan las crónicas que la jornada fue tranquila, que incluso se vieron menos coches por la calle. Tan lejos de Madrid, nadie pensaba que la muerte de Franco trajera demasiados cambios y el que menos el jefe provincial del Movimiento, Antolín de Santiago, que estuvo presente en otra misa, ésta de los Caídos, incluyendo en esta ocasión a Franco entre ellos. Se siguió el protocolo nacional de banderas a media asta. En los balcones muchos gaditanos colgaron banderas españolas con signos de luto y los taxistas se sumaron al duelo colocando crespones negros en sus puertas.

No se sabe si, como en otros muchos lugares, hubo casas en las que se descorchó champán. Posiblemente sí, quizá menos de lo que luego se dijo, pero eso no salía en la prensa.

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