Medicina que viene del Tibet
Un maestro budista y una doctora tibetana revelan en Cádiz las claves de esta tradición milenaria
Occidente y Oriente parecen dejar de darse la espalda. Ha nacido un afán de los de aquí por entender a los de allí. Han venido de visita tradiciones milenarias y empiezan a ser conocidas palabras como acupuntura o tai-chi. Sin embargo, a pesar de que lo de allí empieza a estar de moda aquí, Oriente es aún un gran desconocido.
Un ejemplo es la medicina tibetana. Una enseñanza con una antigüedad de 2.500 años de la que poco se sabe. Una forma de curar que tiene mucho que aportar a la medicina occidental. Como lo explica la doctora Sangay Dolma Lama, ambas pueden combinarse muy bien. Mientras que la medicina occidental es más efectiva en casos de emergencia, señala, la tibetana no tiene efectos secundarios.
Esta forma de curar procedente del Tibet tiene una serie de diferencias clave. Primero, no intenta curar los síntomas, sino la raíz del problema. Por ejemplo, en una patología digestiva la medicina occidental diría que deriva de la ingesta de ciertos alimentos o incluso de la ansiedad o el estrés. Para la tibetana sin embargo vendría de un desequilibrio entre los cinco elementos, que son tierra, espacio, agua, fuego y aire. Buscaría la forma de restablecer el equilibrio para curar al paciente.
La segunda diferencia es el diagnóstico. No se utilizan las pruebas habituales sino la observación y una serie de medidas como los pulsos. Estos se miden en las dos muñecas, utilizando las yemas de los tres dedos centrales de cada mano. Cada lateral de los dedos sirve para conocer el estado de un órgano del cuerpo. Así, dos cada uno de los seis dedos y, por tanto, de 12 órganos.
El tratamiento también sigue otros caminos. No utiliza métodos agresivos y los fármacos están compuestos por una serie de hierbas que se recogen una vez al año en el Tibet además de por una distintos minerales y piedras preciosas, entre otros.
Sangay Dolma Lama y el maestro budista tibetano Gaden Nyari Tritul Rimpoche impartieron en Cádiz el pasado fin de semana un curso sobre medicina tibetana que suscitó la curiosidad de un buen número de ciudadanos.
Este último abrió el curso con la introducción de las enseñanzas sobre el apego. Según la filosofía budista la raíz del sufrimiento está en la propia mente del ser humano y, en concreto, en tres emociones negativas: la ignorancia, el odio y el apego. Este concepto hace referencia a una idea del amor, en el más amplio sentido de la palabra, que se olvida de la necesidad de tener a alguien para ofrecer un afecto real. Explica Gaden Nyari que "se piensa que sin apego no hay cercanía en las relaciones, pero no apegarse a alguien no significa alejar las relaciones, sino dar un amor no contaminado; un amor real que se basa sólo en el deseo de que la persona sea feliz y no en el beneficio que recibimos por querer a esa persona". Así, sin apego, se elimina, explica, el dolor ante una separación, "algo que es natural porque todo es variable".
De este modo se dieron Oriente y Occidente la mano en Cádiz, con un acercamiento a una forma distinta de ver la vida y, en este caso, de ver la medicina.
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