Teatro

José Troncoso: "Las resacas de borracheras de éxito son muy malas"

  • El actor, director y dramaturgo gaditano que vive en Madrid desde hace más de una década acaba de llegar de unos Premios Max en los que ‘Ferretería Esteban’, que escribe y dirige, obtuvo dos galardones

El actor, director y dramaturgo gaditano José Troncoso.

El actor, director y dramaturgo gaditano José Troncoso. / Jesús Marín

No se cansa de hablar de la calle Concepción, del refino de sus padres, de esa camiseta calada que le ponía la madre en las noches de verano cuando desde el balcón de aquella casa de la calle Londres oteaba la pantalla de uno de los muchos desaparecidos cines de verano de la ciudad... Y es que José Troncoso, más de una década en Madrid donde llegó desde Cádiz vía Sevilla, Londres y París, mantiene intactos en su cabeza los sonidos, los olores, los sabores del Cádiz de su infancia y juventud, los sentidos de los que se alimenta para construir su propio lenguaje dramático, tan ennoviado con el esperpento. Siempre en constante aprendizaje, siempre en constante movimiento, sin perder las raíces, José Troncoso, un hombre de teatro, un hombre de Cádiz.

—’Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban)’ que usted escribe y dirige acaba de ganar dos de los tres galardones de los que era finalista en los últimos premios Max. ¿Todavía le dura la resaca de la fiesta?

—(Ríe) ¡Qué va! No pude irme muy tarde porque al día siguiente ya me tuve que venir para Cádiz donde hemos estado estos días en el Falla con Anfitrión, de Juan Carlos Rubio. Pero sí, son unas alegrías maravillosas todas las que está trayendo Ferretería Esteban desde el principio. Esta producción fue un salto sin red donde, con la ayuda a la producción del Ayuntamiento de Zaragoza, nos arriesgamos en la taquilla a ver qué pasada. Y lo que pasó fue el teatro lleno todos los días. Los Max han significado como el espaldarazo por parte de la profesión, que los compañeros reconozcan nuestro trabajo es lo mejor que te puede pasar pero, a pesar de todo, siempre soy súper cauto con estas cosas. Las resacas de borracheras de éxito, y más a los 46, son muy malas.

—¿Y eso?

—Porque me da miedo estar de moda, porque las modas cambian de un año para otro. Me gusta más pensar que estoy aquí por un trabajo que va poco a poco, añito a añito, estando presente pero desde un sitio más tranquilo y reservado. No quisiera estar en ese punto, en ese foco, en el que no se perdona una equivocación o que esperen algo concreto de mí... Prefiero evolucionar poco a poco. No quiero celebrar la victoria ni derrumbarme en la derrota, prefiero alcanzar un estado de tranquilidad engañosa y necesaria.

—No es poca cosa, de hecho, diría que es lo más complicado. Por cierto, ¿fueron difíciles los inicios?

—A riesgo de sonar ostentoso, voy a tirar del clásico de que la profesión me eligió a mí. Lo digo en el sentido de que no me di cuenta como ocurrió. Pero igual me pasó con el paso de la actuación a la dirección o a la escritura. Todo ha sido un proceso muy natural. El caso es que yo estaba estudiando Ingeniería Química en Puerto Real pero en mi familia había muchos pintores. Mi abuelo, por ejemplo, era el rotulista de Cádiz. Todos los rótulos que había antes en la ciudad de médicos, de anuncios y eso los hacía en su taller de la calle Cuna Vieja. El caso es que yo estaba en Ingeniería pero a mí me llamaba el arte, al principio las Bellas Artes, que es lo que más había visto en casa y así que me fui a estudiar a Sevilla. Y es que creo que las cosas importantes, como el amor, como la muerte, como la amistad verdadera son cosas que te pasan, que no buscas. De hecho, si me hubiera dado cuenta o hubiese sido más consciente de este camino quizás me lo hubiera pensado mejor porque qué fatiguitas se pasan (ríe).

—Bueno, compañía propia (La Estampida) con la que obtuvo el pasado año el Premio Ojo Crítico, los Max, actúa para otros proyectos de teatro, también para televisión... Mal del todo...

—Eso es lo que se ve, y no me quejo, sabes que no soy de quejarme y que siempre me gusta tener una mirada constructiva y fuerza pero detrás de todo también hay muchos noes, esos no se cuentan, y tampoco merece la pena para no restarte energías.

José Troncoso, esta semana en el Gran Teatro Falla. José Troncoso, esta semana en el Gran Teatro Falla.

José Troncoso, esta semana en el Gran Teatro Falla. / Jesús Marín

—Volvamos en el viaje en el tiempo. Lo dejo en Bellas Artes pero el teatro, ¿cómo llega?

—A ver, yo ya había tonteado en Cádiz en la Casa de la Juventud, con Uqui Moreno, una persona maravillosa que nos animaba a seguir tu estrella, y, por supuesto estaba tremendamente influido por el ambiente de aquel Alcances por el FIT, que creo que ahí es donde me enamoré de la actuación, pero digamos que ya me llegué a desgraciar del todo cuando estudiando en Bellas Artes la especialidad de pintura conocí a la gente del grupo de teatro de la Universidad. Conocí a Pepa Díaz-Meco, de Los Ulen, la que considero mi primera maestra y tuve la suerte de que me invitó a dirigirla en un espectáculo en solitario, Subida a la montaña, nos cogieron para el Festival de Palma del Río y, encima, la obra resultó ganadora del premio al mejor espectáculo. Entonces todo sucedió muy deprisa, me vi con muchas propuestas y con mucha responsabilidad. Con un futuro para el que todavía no me había dado tiempo de formarme. Así que es lo que hice. Lo dejé todo dos años para formarme.

—¡Vaya, qué valentía! Es usted una rara avis total

—O valentía o que era muy chico y la ignorancia es muy osada (ríe). Ahora creo que sería imposible hacer un parón así para formarme pero entonces podía y lo hice. Me fui a Londres y a París con esas becas buenas que antes te daba la Junta de Andalucía donde estudié con la persona que cambió mi concepto del teatro para siempre, Philippe Gaulier. Yo conocía lo que hacía también por Pepa así que cuando decidí irme me fui a Londres a su escuela y como él se volvía a París en el segundo curso, allá que me fui también. Es que me explotó la cabeza conocer a ese hombre. Me alentaba a trabajar desde mis raíces, desde mi acento, desde mi familia, desde lo que conocía y sentía como mío. Y en eso es en lo que he trabajado desde entonces. Años después, él me invitó a dar clases como docente en su escuela de París, así que imagínate qué alegría... La verdad que me he sentido bendecido, como suele decir Miguel Rellán, en esta profesión las cosas son o muy fáciles o absolutamente imposible. En mi caso, como te decía, creo que han ido fluyendo pero siempre he tenido el temor de que la cometa se me desbocase.

—Y más cuando tiene tantos afanes diferentes...

—Sí pero eso lo resuelvo priorizando. Y mi prioridad siempre es La Estampida, en la compañía es donde me estoy desarrollando como creador, desarrollando nuestro lenguaje propio. Es donde estamos aprendiendo a hablar. Luego, están las otras compañías que me llaman, que confían en mí y que me dejan poner en práctica esa metodología con la que trabajamos en La Estampida. Y después está mi trabajo como actor que es que me encanta porque adoro la comunicación directa con el público. A mí, al menos, se me hace muy duro estar sentado tras el escenario, no respirar con la gente conjuntamente, respirar..., gran palabra hoy en día, ¿verdad? La actuación me alienta. Todo me alimenta, en realidad y no tengo necesidad, hasta ahora, de elegir .

—¿Cuánto tiempo hace que vive en Madrid?

—Pues ya me pierdo creo que 16 o 17 años pero todos los días echo de menos a Cádiz. De hecho, cada vez se me hace más duro estar separado de mi familia y de mi tierra pero, lamentablemente, si pienso en mi profesión, cada vez veo más imposible la vuelta. Ojalá en Cádiz se impulsase más el talento gaditano, como ocurre en la comunidad de Aragón por ejemplo, que se nos cedió un teatro para las Fiestas del Pilar... En fin, que no hablo sólo por mí. Hablo de la profesión en general. No sé, a veces pienso que estaría bien que se otorgaran unos premios culturales cada año para que se tomara conciencia de la proyección que hacen los artistas de Cádiz de su ciudad y del talento de la tierra cuando están fuera.

—Algunos de esos compañeros suyos también comentaron en su momento que un lugar como los Depósitos de Tabacalera, por ejemplo, también podría dinamizar esa realidad si se utilizara como lugar para residencias artísticas de todo tipo...

—Es una idea magnífica. Es que yo creo que Cádiz es el contexto perfecto para cualquier tipo de actividad artística. Es una ciudad preciosa, con una temperatura maravillosa y una gente increíble. Fíjate que yo veo los Depósitos como un lugar tipo Matadero en Madrid, un contenedor multicultural, de encuentro, donde se preparen los trabajos pero también se expongan al público, sin menoscabo de que se siga cuidando las programaciones del Falla, La Lechera y la Tía Norica. Insisto, Cádiz representa un concepto tan excepcional que cualquier cosa que pongas va a cuajar. A mí me recuerda mucho a San Sebastián, es ese tipo de ciudades especiales que no sólo se ofrece belleza, también cultura, también gastronomía, también historia... Es algo especial.

—Hágame un repaso de todo en lo que anda ahora

—Pues estoy como actor en Anfitrión, con Pepón Nieto, Toni Acosta, Fele Martínez...; estoy escribiendo mi primer guion para una serie de televisión; llevamos La cresta de la ola, de La Estampida, al Teatro Nacional de Cataluña, una de las pocas obras en castellano que se representan en ese coliseo maravilloso; y estamos arrancando con mucha ilusión el próximo proyecto de La Estampida, La noria invisible, una obra sobre la adolescencia que tiene como reclamo la frase “no es fácil tener 15 años”. La tengo ya escrita y estamos con la primera tanda de ensayos, y aunque no hay fecha definitiva de estreno pues nos ponemos ahí como meta enero del año que viene. Bueno, también me gustaría decirte que a nivel teatral otro de los encuentros que me han nutrido más en los últimos tiempos ha sido con Alberto Conejero, un genio loco con el que me peleo mucho pero con el que aprendo cada día. Discutimos mucho sobre arte pero yo quiero pensar que lo hacemos como los antiguos, que se adoraban, se envidiaban y crecían juntos. Con él en la dirección he estado como actor en La geometría del trigo, una preciosidad que me ha dado mucha pena que no se viera en Cádiz y el pasado marzo estrenamos Esta primavera fugitiva, donde estoy con Susi Sánchez, una maravilla.

—¿Y su ‘Manolita Chen’?

—Ese fue otro de esos proyectos estupendos en los que he tenido mucha suerte de que confiaran en mí, en este caso, el Circo Price. Pues Manolita volverá a Madrid y, además, vamos a hacer una gira por los teatros más bonitos e España, el Arriaga (Bilbao, 7 al 9 de enero); el Lope de Vega (Sevilla, 5 y 6 de marzo) y espero que, con un poquito más de suerte, se pueda ver en mi querido Teatro Falla.

—Más deseos para terminar, por favor.

—Pues me encantaría que saliese el guion de televisión que estoy escribiendo, sería una serie de ocho capítulos autoconclusivos basada en un lenguaje de terror cañí donde los sentimientos están al límite; me gustaría que la compañía, La Estampida, saliese adelante por muchos años; y mantenerme así, que todo siga así. Mi deseo es mantenerme en la ausencia de deseo, sorprenderme con lo que me pasa cada día, que creo que como ejercicio contra la frustración es muy recomendable. Y me encantaría que Cádiz reventase a producciones, que se rodase mucho en Cádiz, que llegaran muchas producciones a la ciudad y con gente de Cádiz trabajando en ellas.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios