In memoriam: Domingo José Solano Castro

Obituario

11 de agosto 2021 - 06:00

El pasado jueves 22 de julio falleció en San Fernando (Cádiz) Domingo José Solano Castro a los 57 años de edad. Fue un gran médico, urólogo especialista del Hospital Universitario de Puerto Real, muy estimado como profesional y muy querido por sus amigos.

Con más de 30 años de carrera, su trayectoria profesional transcurrió entre los hospitales universitarios gaditanos. Se formó como MIR de Urología en el Hospital Universitario Puerta del Mar hasta 1997; continuando su labor profesional como médico adjunto en los hospitales Punta Europa (Algeciras) y finalmente en el de Puerto Real. Compaginaba su labor asistencial con otra que le apasionaba: la docencia como tutor de residentes en formación.

Fue devoto del Cristo de Medinaceli, que comienza a cargar desde muy joven durante 18 años cada Lunes Santo.

Domingo José Solano Castro.
Domingo José Solano Castro.

Compatibilizaba su profesión con su gran afición al Cádiz Club de Fútbol, siendo socio que no perdonaba ningún partido ni su cervecita correspondiente.

Con estas líneas, sus compañeros de profesión y amigos queremos reflejar lo que para el Servicio de Urología del Hospital de Puerto Real ha sido el haber compartido más de 15 años de profesión y amistad con el doctor Solano Castro, Domingo para sus compañeros y Domi para los más íntimos.

En estos momentos tristes y difíciles para nosotros como amigos y compañeros, el mejor homenaje que desde aquí le podemos rendir es destacar todo aquello que le hacía notable e imprescindible, no solo por su profesionalidad, de la que no queda duda, sino por su personalidad. Magníficos urólogos pueden haber muchos en nuestro hospital, pero personas como Domingo, muy pocas. Él tenía ‘algo’ que lo hacía único y especial.

Su alegría, vitalidad, optimismo, su modo de ver la vida y afrontar los problemas, su facilidad para hacer feliz y sacar una sonrisa siempre a los demás… todo ello unido a su gracejo andaluz y su hablar a veces atropellado, formaban un cóctel que, junto con su gran corazón, lo hacían entrañable e inolvidable.

Esa filosofía de vida la mantuvo hasta el final. Jamás tuvo una mala cara o un gesto contrariado a lo largo de su enfermedad, la cual sobrellevó de manera ejemplar. Trabajando hasta el final de forma incansable, sin abandonar a sus pacientes, incluso en la difícil época de pandemia. Siempre con su buen talante y su chiste fácil, dando ánimos a los demás cuando el más necesitado era él.

Tuvimos la suerte de celebrar con él la despedida de nuestras dos residentes que finalizaban su especialidad este año, a finales de junio. Despedida que una vez más, él mismo se encargó de organizar y a la que por supuesto no quiso faltar. La comida de “sus niñas” como cariñosamente se refería a ellas. Ese día, aunque siempre orgulloso de su familia y sus hijas, estuvo especialmente ilusionado, ya que la mayor de las tres, María, comenzaba su andadura como médico.

A partir de ahora las celebraciones de nuestro servicio, de las que él era el ‘alma máter’, nunca volverán a ser lo mismo. El hueco humano que nos deja será imposible de ocupar y no habrá evento, en el que, por recordarlo, no brindemos por él, pues estamos seguros que sería lo que hubiese hecho por cualquiera de nosotros.

Sin más, decirte que allá donde estés, sigas haciendo feliz a todo aquel que tenga la suerte de encontrarse contigo; Descansa en paz amigo.

Además, su gran y mejor amigo Salvador Salazar, urólogo de la provincia de Sevilla, con el que coincidió haciendo la Residencia en el antiguo hospital Zamacola, y donde se hicieron grandes amigos, lo recuerda con unas bonitas palabras:

“Domingo fue aquella persona que me enseñó lo más importante, me enseñó a vivir y a ser feliz. Un médico triste y amargado nunca va a estudiar y mucho menos va a tratar con cariño al paciente. Cuando yo tenía el programa exhaustivo de ciencia del congreso, Domingo ya sabía dónde y con quién nos íbamos luego a comer, copear, cenar…. Cuando teníamos un día malo en quirófano, Domingo ya tenía hueco en la barra del restaurante La Marea, Cádiz, para olvidar las penas y al día siguiente hacerlo mejor. Domingo era un buen urólogo, un buen doctor, un buen padre, marido, y una gran persona. Domingo era el mejor amigo, mi mejor amigo.

Domingo descansa en paz, ¿cómo?, ni de coña; Domingo, diviértete y ve preparando los bares donde más pronto o más tarde tus amigos iremos a buscarte”.

Todos los que hemos tenido la suerte de coincidir con él solo tenemos palabras de agradecimiento y lo recordaremos siempre, ya que es una persona difícil de olvidar y que se ha ganado un hueco enorme en todos y cada uno de nuestros corazones.

¡Qué suerte hemos tenido los que te hemos conocido!

Te recordaremos siempre, alegre, sonriente y con una cervecita en la mano. Y seguiremos viviendo la vida como tú nos enseñaste: “La vida está escrita con letra de médico, no intentes entenderla, solo disfrútala”.

Gracias por todo. / COMPAÑEROS DE PROFESIÓN Y AMIGOS

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