Cádiz

Cierra el restaurante de la Estación Marítima tras 46 años de historia

  • La empresa Ordoñez renuncian a la concesión "tras muchas gotas que han colmado el vaso" · La Autoridad Portuaria estudia usarla para ampliar la terminal de cruceros

El endurecimiento de las medidas de seguridad en los puertos españoles tras los atentados del 11-S significó para la Estación Marítima el principio de su fin. El hecho de que las autoridades portuarias prohibieran el libre acceso de peatones más allá de la valla que separaba el muelle de la ciudad fue el inicio de la crónica de la muerte anunciada de ese emblemático establecimiento de Cádiz que data de 1965.

Fue el presidente de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, Rafael Barra, el encargado de hacer pública ante los medios la renuncia por parte de la empresa Hermanos Ordóñez S.L. a la renovación de la concesión para la explotación del bar-restaurante en el edificio de la Estación Marítima de Cádiz.

El consejo de administración de la APBC admitía "de mutuo acuerdo" la extinción de la concesión sin pérdida de fianza, dado que los Ordóñez llegaron al despacho de Barra con las cuentas por delante. Unas cuentas que demostraban que el negocio era ya del todo inviable. "Renuncian porque ya no hacen negocio", comentó Barra.

El proyecto del edificio de la Estación Marítima se debe a José Antonio Bravo, que lo levantó en 1965. Desde entonces, su explotación como bar-restaurante ha pasado ya por muchas manos. Pero la empresa de los Hermanos Ordóñez es la que la ha gestionado durante más tiempo y la que la dotó de sus mejores años.

Ayer mismo, José María Ordóñez, destacaba a este periódico ese carácter de "mutuo acuerdo" existente entre la Autoridad Portuaria y su empresa. "Está claro que el 11-S supuso un antes y un después. Ahí fue cuando el puerto tuvo que tomar la decisión de priorizar la seguridad de los usuarios del muelle por encima de la supervivencia de la Estación Marítima".

Preguntado sobre en qué momento tomó la decisión de renunciar a la explotación, Ordóñez confiesa que "han sido muchas las gotas que han ido colmando el vaso".

Pero sin duda, otro momento crucial en la caída de este emblemático establecimiento gaditano fue cuando la Autoridad Portuaria decidió privarle a los Ordóñez de la explotación de la segunda planta del edificio, usada hasta entonces para la celebración de múltiples comidas y cenas y bautizos, bodas y comuniones. "En ese momento llegué a tener contratados a 20 camareros. Funcionaba muy bien".

Ya en estos últimos meses, como último intento de reactivar el negocio, Ordóñez renunció a una terraza exterior, "pero ya no se podía hacer nada por el negocio".

1965

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