El Cádiz del morapio y el condumio

Julio Molina Font presenta su libro 'Baches, bares y ultramarinos'

Julio Molina Font con su libro ayer en la sede de la Asociación de la Prensa.
Julio Molina Font con su libro ayer en la sede de la Asociación de la Prensa.
J.m. Sánchez Reyes Cádiz

14 de octubre 2016 - 01:00

Para que no se pierdan las pequeñas historias "que hacen latir el corazón de una ciudad" existen gaditanos como Julio Molina Font. Porque si los expertos suelen dejar un legado ambicioso, principalmente sobre la historia a nivel político, otras historias más locales no se pueden perder. "Y si no se escriben, se pierden. Eso he intentado con este libro", decía ayer el autor de 'Baches, bares y ultramarinos', que con el subtítulo 'Crónica-guía del buen morapio y condumio en el Cádiz de ayer' se presentó en la tarde de ayer en la sede de la Asociación de la Prensa. Molina recogió el reto de la editorial portuense Boletín para recopilar la historia de estos establecimientos, como ya hiciera esta firma en El Puerto con los bares y tabernas con solera. En lo que a la capital ocupa se ha realizado un censo desde principios del siglo hasta los años 70 de esa misma centuria, cuando las tiendas que solo servían mollate fueron dejando paso a las que ya ofrecían también tapas. Molina Font ha recopilado datos en archivos históricos y registros antiguos, en listados tributarios, aportando además sus conocimientos por haber vivido parte de esa época. El resultado arroja alrededor de 1.500 establecimientos y más de 4.000 nombres de encargados, empleados, chicucos...

No falta un bar del imaginario gaditano de los que ya peinan canas. De las tiendas que solo sirven morapio apenas quedan. La Manzanilla, en la calle Feduchy, es un icono. "También se habla de las que permanecen y en cómo se han transformado en lugares donde se sirve también comida, como La Sorpresa y La Carbonera, que siguen guardando parte de su esencia, o La Fama Gaditana, convertida en La Rusa Blanca", exponía el autor a modo de ejemplos.

Mención especial merecen los ultramarinos. Otra especie en extinción. "He querido hacer un homenaje a los cántabros que los regentaban y que están en el recuerdo. Me ha llamado la atención la cantidad de montañeses que venían como chicucos, y se volvían a su tierra bien para siempre, ya jubilados, o por temporadas". A juicio de Molina Font "Cádiz no ha reconocido la labor social que desarrollaron. Quitaron mucha hambre porque fiaban a sus clientes. Ahora que hay crisis y no quedan almacenes, los supermercados no dejan fiao". El libro cuenta incluso con un apéndice con apellidos de 300 familias que repoblaron Cádiz en tiempos de Alfonso X y que llegaron desde Cantabria. "Algunos apellidos de esos aún se conservan en la ciudad", apuntaba.

Molina lamentó el escaso número de locales con encanto y con historia que perviven en la ciudad. "Y los que quedan deben cuidarse porque dan un tipismo único al paisaje urbano. A mí me pareció una barbaridad cerrar La Privadilla, en Gaspar del Pino. Antropológicamente hablando son una reliquia", concluía.

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