Los comerciantes gaditanos llevaban semanas mirando de reojo a Bahía Sur, temiéndose lo peor. Y lo peor llegó. El anuncio de la instalación en el centro comercial de La Isla de otro gigante de la moda: Primark.
Tras la marcha de Inditex de la capital, la espada de Damocles pendía cada vez más oscilante sobre un sector ya profundamente dañado por la pandemia, y que con la futura apertura de Primark a la vuelta de la esquina tenía más complicado librarse de esta amenaza.
La tormenta perfecta de la pandemia unida a la salida de Inditex y a la llegada a suelo ajeno de Primark, junto al cierre de otras marcas de referencia, es un ejemplo de los finos hilos que sustentan una parte esencial de la economía de Cádiz y, con ello, su desarrollo, su apuesta por el futuro más inmediato y, también, su papel como capital de la provincia.
Asumiendo la dureza de la vida tras la Guerra Civil y las heridas que produjo la Explosión de 1947, la crisis en la que la ciudad está ahora inmersa puede considerarse como la más grave de las sufridas en los últimos cien años.
Cuando llegaron estas crisis ya pasadas lo hacían sobre una ciudad cargada de déficit profundos, muchos de ellos estructurales, que en su mayoría seguían presente una vez pasada la mala racha provocada por estas tragedias. Déficit que estaban ocultos porque, o bien se vivía en una situación económica global positiva o bien porque se coincidía con etapas de nuestra historia social en las que la demanda de bienestar no eran una prioridad para buena parte del conjunto de la ciudadanía. La falta de viviendas, los bajos niveles de formación, la ausencia de una alternativa privada al sector público, la escasa relevancia de Cádiz como referente turístico...
Un colectivo urbano, además, más conformista durante décadas pues en su mayoría no había disfrutado de las mieles de los avances sociales y, en buena parte del siglo, estaba atrapado por régimenes dictatoriales que reprimían cualquier queja.
Sin embargo, la crisis que nos ha traído la pandemia, además de la sanitaria, ha roto las costuras que poco a poco estaban conformando una ciudad que, sin tirar cohetes, comenzaba a hacerse notar más allá de sus fronteras. Una ciudad que comenzaba a jugar un papel relevante en cuestiones como la del turismo, a la vez que avanzaba en la recuperación de una vivienda digna allí donde se sufría el chabolismo vertical, y conformaba una ciudad urbanísticamente cuidada, aún quedando mucho trabajo por hacer. Una ciudad capaz de sacar adelante, sin apoyo externo alguno, eventos del calibre del Bicentenario de la Constitución, por ejemplo.
Todo ello con una sociedad crítica, mejor informada y con un nivel de vida sustancialmente más alto al que se tenía en los años 20, 30, 40, 50...
Esta fase de la recuperación se ha parado de forma brusca y ha vuelto a poner delante de nuestros ojos los déficit como ciudad.
Ahora, cuando comienza a vislumbrarse el final de la pandemía a medio plazo, tal vez a final de año o principios de 2022, Cádiz debería de estar preparándose para un nuevo tiempo y, con sus limitaciones, ser capaz de recuperar el pulso que empezó a tener tras el Doce.
Inmersos como estamos en apagar los fuegos de tantos problemas juntos, no hay ni parece que vaya a producirse un encuentro entre los políticos que tienen la misión, por mandato ciudadano, de ordenar nuestras vidas.
El nuevo fracaso de un plan tan relevante, como el de la lucha contra la turístificación, con la oposición en bloque frente al gobierno local, es un ejemplo de ello. Sin entrar en valorar lo necesario o no de esta actuación (que sí ha salido adelante en Sevilla) lo sustancial es la ausencia de acuerdo.
Nuestros ritmos de respuesta no están de acorde con la gravedad de la crisis, por lo menos en algunos aspectos, lo que ralentiza más la recuperación. Urge, por ello, redefinir qué ciudad queremos y cómo podemos llegar a ella.
LA CIUDAD Y EL COMERCIO
Ha sido uno de los sectores más tocados por esta crisis. Nunca habían cerrado en tan poco intervalo de tiempo un número tan elevado de tiendas, además de las que están aguantando casi de milagro. La salida de grandes firmas supone, además, un daño doble pues su permanencia hubiera supuesto una gran ayuda en la recuperación. Ahora, por el contrario, tenemos que luchar contra la crisis y contra un competidor cada vez más fuerte, Bahía Sur, a escasos kilómetros de distancia.
Es un error grave pensar que nuestro potencial se limita al cara a cara que nos permite el comercio tradicional.
La pandemia ha descubierto a muchos la comodidad de la compra desde casa, y ese porcentaje de clientes perdidos difícilmente se va a recuperar. Por ello hay que prepararse para atender a este tipo de demanda.
El comercio tradicional tiene que hacer una apuesta decidida por internet y junto a las web de cada uno sería necesario crear, a nivel global, una gran plataforma logística que abriese a todo el mundo una oferta comercial puramente gaditana.
Sin duda la Zona Franca estaría dispuesta a colaborar en esta operación.A la vez, es necesario analizar cuál es la oferta que tiene la ciudad y cómo la puede completar y mejorar. Ya que hemos perdido marcas de referencia nacional por lo menos ofrezcamos variedad y calidad a los turistas, cuando éstos retornen.
Por otra parte, difícil será actuar de forma eficiente para bajar los precios de los alquileres, disparados en muchas calles. El gobierno central ya ha dejado claro que no está por la labor. Sólo queda que el Ayuntamiento actúe como mediador, se siente con los grandes propietarios y les anime a colaborar con el futuro de la ciudad bajando los precios.

Instalaciones industriales en la Zona Franca
LA CIUDAD INDUSTRIAL
Visto que el comercio y el turismo tienen los pies de barro en una situación de crisis sanitaria, y que ésta puede repetirse más pronto de lo esperado, Cádiz tiene que recuperar con urgencia parte del papel de ciudad industrial que tuvo en su día.
Resulta evidente que en esta cuestión quienes juegan el papel más relevante son la Zona Franca y la Autoridad Portuaria.
Es cierto que en ambas administraciones están dando pasos acelerados para su expansión económica. Pero hay que ir aún más deprisa porque las capitales que están por delante nuestro también querrán sacar tajada del pastel de la recuperación.
A la vez hay que tener claro que buscamos industrias con futuro. No podemos repetir el diseño aún hoy vigente en la Bahía y que también está en crisis. Hagamos una análisis de cuál es la proyección futura de la economía, cuáles son los sectores con mayor futuro y apostar por ellos. Con el apoyo de todas las administraciones a la hora de conseguir y agilizar los correspondientes permisos.
En cuanto a la zona portuaria, que a su frente esté la exalcaldesa Teófila Martínez es una garantía de "no parar". Tiene muy claro lo que quiere para la integración Cádiz-puerto y está trabajando codo con codo con el Ayuntamiento, más allá de sus diferencias ideológicas.
Aquí se debe apostar por una industria limpia relacionada con el mar: el turismo, el mantenimiento de grandes yates, el comercio... A la vez, la llegada de la Naviera Boluda es una garantía de futuro para el nuevo muelle de contenedores, que hay que apoyar de forma unánime. Que las administraciones sean lentas en su gestión o que dilaten decisiones políticas hace huir a las empresas, y Cádiz no está para perder ninguna, y menos de la categoría de esta naviera.

El tesoro desaprovechado del Teatro Romano.
LA CIUDAD PATRIMONIAL Y CULTURAL
Ya hemos asumido que estos sectores, íntimamente unidos, deben jugar un papel relevante en nuestro modelo de ciudad pero no el único. Es cierto que hasta ahora, desde las administraciones públicas, la apuesta ha sido endeble, sin ideas claras y sin presupuestos adecuados.
Hoy estamos pendientes de los fondos europeos para recuperar las joyas del Castillo de San Sebastián y el frente de la Puerta de Tierra, cuando tendrían que ser proyectos ya ejecutados y financiados con el dinero público del Ayuntamiento, la Junta y el Estado.
¿Qué pasará si este dinero de Europa no llega? Pues salvo milagro estas fortificaciones se irán deteriorando más y más. El nivel de vergüenza de la política y sociedad gaditana parece que les permite asumir situaciones tan degradantes sin apenas sonrojarse.
Junto a ello, sería necesario redefinir la política cultural pública, con una apuesta, también, por grandes eventos y una programación que dé continuidad a nuestros espacios escénicos, y más ahora cuando se va a poner en marcha por fin la construcción del nuevo Teatro del Parque y avanzan las obras del Museo del Carnaval, además de un apoyo decidido a los grupos gaditanos.
La lentitud en la recuperación del Teatro Romano, que tendría ser el gran referente cultural y turístico de Cádiz, ha puesto en evidencia a los gestores de la Junta, tanto en la etapa del PSOE como en la actual de la coalición conservadora. Y lo mismo pasa con el parón eterno de la tercera fase del Museo de Cádiz.
Más allá de los dineros, sorprende la falta de nuestros políticos, de todos los colores y de todas las administraciones, a la hora de una apuesta por la historia de Cádiz. Pocas ciudades lo tienen tan sencillo y en pocas ciudades se ha trabajado tan poco por su patrimonio.

Cádiz es ya un referente del mercado de cruceros turísticos.
LA CIUDAD TURÍSTICA
Hay dos formas de plantearse el turismo. El turismo de playa, donde Cádiz ha ido creciendo, y que logra buenos números de visitantes que, salvo en determinados casos, son tacaños en sus gastos; y el turismo cultural y patrimonial, donde como ciudad tenemos una escasa fuerza a pesar de ser visitantes con un nivel de consumo muy elevado.
Asumimos que el turista de playa ya lo tenemos ganado y que a medida que la situación sanitaria se vaya salvando los iremos recuperando (podíamos aprovechar esta espera para mejorar la estética del Paseo Marítimo, por cierto). Pero si nos interesa atraer un turismo "de calidad y de dinero" tenemos que ponernos las pilas.
Aquí conectamos con la recuperación de nuestro patrimonio histórico, con la potenciación de nuestros museos, con el desarrollo de rutas por la ciudad, por la apertura y mejor organización de edificios como los templos de la ciudad. De una vez por todas habría que recuperar los proyectos perdidos en el Doce para dar valor el legado de la Ciudad Constitucional, que en cualquier otra ciudad del mundo sería uno de los pilares de su sociedad y que aquí ignoramos.
Y junto a ello, sería esencial animar al sector privado a la hora de promover la apertura de pequeños hoteles con encanto, de 4 o 5 estrellas, como los que en los últimos años han abierto en Jerez, verdadero polo de atracción a la hora del hospedaje para estos turistas.

La expansión portuaria y su conexión con la ciudad es esencial para Cádiz.
LA CIUDAD Y LA FORMACIÓN
Sin duda este epígrafe debería de abrir este reportaje. Una sociedad bien formada ya tiene dados muchos pasos para garantizar su futuro. Y aquí hay que dar todos los pasos que sean necesarios para mejorar nuestros centros educativos, especialmente los públicos tan maltratados durante años. Que se traslade a los niños y jóvenes que la formación es esencial para su futuro; y que padres y madres sean consciente de su papel en este tema.
Debemos ser ambiciosos como sociedad y no limitar la formación a cubrir empleos en las grandes industrias de la Bahía, las que van quedando. Hace cincuenta años el entonces alcalde de Cádiz, José León de Carranza, ya advertía del error de la formación de los jóvenes como pura mano de obra, aunque entonces no se hizo nada por evitarlo. Hay que animarles, y poner los medios necesarios, para que sean emprendedores y para ampliar sus conocimientos, jugando la Universidad de Cádiz un papel también relevante.
Es cierto que, tal y como está hoy el mercado de trabajo, quienes tienen una mejor formación acaban marchándose de Cádiz, incluso del país. Y una sociedad que no quiere envejecer no puede permitirse el lujo de perder a un colectivo que está metido de lleno en el siglo XXI.
Evitarlo será un primer paso esencial que tendrá que ir paralelo a la creación de nuevas empresas en la ciudad y en la Bahía. Para que no se vayan y para que ayuden a enriquecernos de nuevo como sociedad.
Nos queda mucha pandemia por pasar. Lo que se nos agota es el tiempo para reaccionar y estar preparados para cuando ya nos podamos quitar la mascarilla.
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