El botellón ha vuelto, y cada fin de semana se abre paso en una ciudad que había perdido la costumbre de estas concentraciones juveniles y que en el momento actual lucha por contener la quinta ola de la pandemia del Covid. Desde que finalizara el estado de alarma y las temperaturas fueran más agradables, las reuniones de jóvenes han ido protagonizando una escalada en la noche y madrugada gaditana que se ha incrementado a lo largo y ancho de la ciudad. De los primeros encuentros en torno al hotel Playa, en el Paseo Marítimo, a la playa de la Caleta; y de ahí, a numerosas plazas del centro, a la Zona Franca y a otras localizaciones donde los jóvenes dan rienda suelta a sus reuniones más allá de los límites horarios y de reunión de los establecimientos de ocio y hostelería.

Este pasado fin de semana ha vuelto a poner de manifiesto esta realidad, que no sólo atenta contra una pandemia que vuelve a crecer en datos que amenazan con volver a recortar los movimientos y facilidades del día a día de la sociedad, sino que además contraviene la ley que está vigente desde el año 2007 contra las concentraciones de personas y el consumo de alcohol en la vía pública. En la noche del viernes, las actuaciones policiales se centraron en la calle Alcalá de los Gazules, en el mismísimo polígono exterior de la Zona Franca, donde además de la aglomeración de jóvenes se cometieron algunas intervenciones por peleas o conducciones temerarias de coches y motos. Y en la noche del sábado, la Policía Local se tuvo que emplear a fondo en el casco histórico.

A estos hechos se unen las aplastantes imágenes con las que amanecía este pasado domingo la Alameda, que se ha convertido en uno de los puntos calientes del botellón en Cádiz. Bolsas de plástico, botellas, refrescos y otros restos del consumo masivo de bebidas sin recoger evidenciaban la congregación juvenil (así como las deficiencias del servicio de limpieza). “La Alameda era una feria a las cuatro y media de la mañana”, apuntaba un vecino sobre esa concentración, que de hecho coincidió con la rotura por arrancamiento de las seis banderas que flanqueaban la puerta de la iglesia del Carmen con motivo de los cultos y actos en torno al 16, día de la Virgen.

Ante todo esto que se sigue repitiendo cada fin de semana, el Ayuntamiento se muestra incapaz de frenarlo o erradicarlo, y pide para ello implicación a la Junta de Andalucía. “Aunque hubiera 200 policías en la calle cada noche tampoco podría evitarse esto sin otras herramientas en las que los ayuntamientos puedan apoyarse, ya que la gente siempre va a buscar un lugar de reunión y la única alternativa que queda es la calle”, ha afirmado el concejal de Seguridad y Policía Local, Demetrio Quirós, que señala cómo esta realidad no es exclusiva de Cádiz capital, “sino que se repite en todos los municipios, sobre todo en los turísticos y costeros, por lo que el problema no puede achacarse a los ayuntamientos”.

“Si los locales cierran a las 2.00 horas y no se establece por parte de la Junta de Andalucía ninguna herramienta de restricción de la movilidad o de la estancia en la calle es una cuestión prácticamente imposible de controlar, dejando nuevamente la pelota en el tejado de los ayuntamientos y planteando como única opción la labor meramente coercitiva policial y de disolución de concentraciones”, ha insistido Quirós, que reclama que la administración autonómica “tiene que asumir su responsabilidad y poner en marcha las herramientas necesarias para poder controlar esta situación .

“Desde que empezó esta crisis, la Junta de Andalucía está actuando siempre de la misma manera, que es dejando todo el peso sobre los ayuntamientos pese a ser la administración con menos recursos”, añade como conclusión el concejal del Ayuntamiento de Cádiz.