viernes santo

Eduardo / Albarrán / Orte

Sin cruz no hay gloria ninguna

EL Viernes Santo es el día de las despedidas. La Isla se despide llegada la noche de sus ritos y costumbres. La Isla es ya un sepulcro de calles y balcones. A la ciudad se le cambia la cara, la fisonomía completa marca ya colores distintos en las que fueron blancas fachadas de barrios engalanados.

Solo tendremos que irnos al Carmen para ver como el ritual del entierro de Cristo congrega en torno a sí un marcado aire tétrico, pero esto, esto también es Semana Santa. El rúan no confunde sino que acerca, el egro rúan marca la cercanía más próxima con el verdadero sentido de la estación de penitencia.

Es el día de las despedidas, nos despediremos hasta otro año cuando llegada la noche y vuelvan a cerrarse las puertas de la Iglesia Mayor y la Soledad deje tras de sí ese sabor a la Semana Santa que se nos fue.

Pero, aquí no acaba todo. Justo después de ese momento, y desde hace más de veinticinco años, la Isla cofrade, la que de verdad sabe de qué trata esto, sube la calle García de la Herrán, aquella que llaman de los muertos, para encontrarse ante la verdadera soledad de María. La imagen de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos.

Aunque desde el pasado año, este momento no puede realizarse, ni tampoco el encuentro en el cementerio con los difuntos de nuestra ciudad y el rezo por sus almas. La ciudad ve quebrada una de sus verdaderas tradiciones, la de los centenares de pies descalzos, las miradas clavadas en el cielo, el rojo y negro escapulario, y solo, solo un sonido, el rezo del rosario.

La Isla se queda sin esa madrugada de víspera del Sábado Santo ya que alguien no entiende, o no quiere entender, que las cofradías nunca deben estar para restar sino siempre sumar. Sumar voluntades, sumar causas favorables a la labor evangelizadora, sumar a la acción social, eso, eso es verdaderamente cada una de nuestras hermandades, y nunca causas particulares.

Cuando en estos días atrás he visto como niños, y no tan niños, realizaban por nuestras calles una estación de penitencia algo descafeinada, en la que a veces parece más un desfile de carrozas de carnaval que una verdadera estación de penitencia me pregunto: ¿Cuál es el motivo para no poder tener este año de nuevo, esa muestra verdadera y sincera de lo que es realizar estación de penitencia? La respuesta no la tengo o si la tengo, espero que no sea esa.

En la madrugada del Viernes nada restaba ante una muestra pública de la fe en Cristo y en María, una muestra inequívoca de lo que es verdaderamente expresar a la Isla en que se basa esto de las cofradías.

La Isla se quedará de nuevo vacía, rezará el rosario a las dos de la mañana en la puerta de un templo cerrado en el que María, como hace más de dos mil años, aguantará sola todo el dolor por la muerte de su hijo. La Isla verá como acaba su Semana Santa, como vuelve a no entender cosas, pero seguirá repitiendo aquella frase marcada sobre fondo negro: Sin cruz, sin cada cruz que nos imponen también hoy, no hay gloria ninguna.

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