Jerez

Locos por ver a José Tomás

  • Las entradas para la corrida del sábado de Feria están agotadas · La sombra apenas duró 39 minutos · El primer aficionado llegó de Ciudad Real y esperó 23 horas

José Manuel, un vecino de Ciudad Real que se desplazó al efecto hasta Jerez, fue el aficionado que se hizo con las primeras entradas de sombra puestas a la venta ayer en la plaza de toros de Jerez para ver a José Tomás el sábado de Feria. Las entradas no le salieron gratis, ni en lo económico ni en lo físico, ya que para él se quedaron las 23 horas de castigo que aguantó ante la taquilla. No en vano, el aficionado manchego aguantó a pie de taquilla desde las once de la mañana del pasado domingo. Apenas se hizo con los dos boletos puso rumbo a su tierra no sin antes posar para la cámara de Miguel Ángel González con el fruto de su paciencia.

A las diez de la mañana abrieron sus ventanucos las tres taquillas de la plaza de toros, la de abonados-prensa, la de sol y la de sombra. Ese fue el momento más esperado por los sesenta primeros aficionados que hicieron cola junto a José Manuel, la mayor parte de ellos aterrizados en la calle Circo a partir de las cinco de la mañana de ayer. Todos ellos se organizaron con número. El resto de la cola -hasta completar las casi 350 personas que allí se concentraron en ordenada fila india- se originó de las siete de la tarde en adelante. Para ellos, las posibilidades de obtener una entrada de sombra era, sencillamente, nula.

La empresa que gestiona la plaza de toros de Jerez, Funciones Taurinas SA, puso ayer a la venta un total de 2.000 entradas, el 22% del aforo total, que asciende a 9.000 plazas. Las entradas de sombra apenas duraron en taquilla, tanto por el escaso número de asientos disponibles como por la enorme demanda. Cada aficionado podía comprar, a lo sumo, cuatro entradas, lo que no evitó que a las 9,39 horas se anunciara que la sombra se había agotado. El resto del billetaje aguantó apenas unas horas más. A las seis y media de la tarde apenas quedaban cien entradas. Cuando se cerraron los ventanucos a las ocho de la tarde hacía ya un buen rato que el papel había volado.

La reventa, a buen seguro, volverá a hacer acto de presencia en las inmediaciones de la plaza a partir de hoy, visto el elevado número de entradas con que se hizo un grupo de diez individuos que dijeron venir de la vecina Sanlúcar. Fueron los segundos en turno de cola tras el aficionado manchego. A las cinco de la tarde del domingo se dejaron caer ante las taquillas. La misma furgoneta que les dejó fue la encargada de recogerlos, eso sí, cada uno de ellos con ocho entradas, las cuatro de sombra y otras cuatro de sol.

'Peones' de otras reventas, no menos disimulados, abandonaban la calle Circo como pasajeros a bordo de un brillante BMW cuando su aspecto dejaba a las claras que el mejor vehículo que habían conducido en sus vidas fue una Derbi Campera.

El control de la cola por parte de los 'peones' de la reventa y los intentos vanos de algunos aficionados por colarse echándole todo el morro del mundo provocaron que la frase "¡Mire usted, que yo no me estoy colando, que estoy aquí organizando la fila!" provocara desde intentos de agresión a burlas y risas.

La paz en la cola comenzó a dar signos de poco equilibrio. Apenas habían pasado 27 minutos desde que abrieron las taquillas cuando una pareja de agentes motorizados del Cuerpo Nacional de Policía se plantó ante las taquillas a requerimiento de la empresa. Fueron recibidos con aplausos por parte de los aficionados, lo que deja claro que hubo momentos realmente tensos, sobre todo en el tramo de cola más cercano a los ansiados ventanucos de madera roja.

El improvisado organizador de filas, que persistía en sus intentos de colarse, fue incapaz de superar la primera fase del 'interrogatorio' al que le sometió uno de los agentes: "Vamos a ver... ¿Detrás de quién va usted?". La callada por respuesta le valió un gesto por parte del agente con el que le conminaba a abandonar las inmediaciones de la taquilla.

Entre los aficionados, el comentario generalizado era que a pesar de la imposición de un tope máximo de cuatro entradas por cliente, la reventa fue capaz de controlar tanto el sol como la sombra al venderse ambas entradas en taquillas distintas "en vez de centralizarse todo en una sola".

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