Amanecer en Semana Santa
Hay mil y un detalles cofrades que nos revelan una simbología en la que todo está metido
EL tiempo de espera terminó, ya estamos en plena Semana Santa. La ciudad se ha ido preparando desde antes incluso que los papelillos y serpentinas estuvieran rociados por nuestras aceras. Ha sido una intensa Cuaresma que en San Fernando podemos decir que empieza cuando abrimos el último de los regalos de Reyes. Y es que desde ese momento le cogemos prestado el incienso a nuestras Majestades de Oriente para irlo quemando poco a poco e ir inundando nuestras calles con ese olor tan característico; un olor que se entremezcla con el de la canela y el clavo de obradores victoriosos o al azahar que poco a poco va germinando en los naranjos de algunas de las calles más cofrades que tenemos. Ese azahar es la prueba más evidente que esto ya está aquí, que una vez más Cristo padecerá en la Isla el dolor y la humillación de su pasión y muerte pero que, como siempre, volverá a salir triunfante con su Resurrección redentora.
Un año de espera mitigado por cultos internos, por actos cofrades que llenan nuestra agenda. Una manera de vivir la fe cristiana diferente, ni mejor ni peor que otros colectivos. Una fe sobradamente demostrada en el día a día en las parroquias, en la ayuda al más necesitado, en el rezo cotidiano o en la generación de empleo a travñes de los proyectos de enriquecimiento patrimonial. Sin embargo, el calendario es caprichoso y deja solo para unos pocos días -apenas unas horas- que esa fe pueda ser expresada públicamente en la calle, sacando lo mejor de nosotros desde el anonimato que permite el antifaz y la túnica.
Animo al lector a que presencie los cortejos fijándose en cada detalle, que busque las diferencias estéticas de cada una de las corporaciones que componen nuestra Semana Mayor y que se gusten en buscarle el sentido a las cosas, al por qué una cofradía presenta en la calle tal estandarte o ese otro, que intente analizar los elementos que componen los cortejos, que se paren a mirar el exorno floral, la manera de vestir las imágenes o en el corte alegre o fúnebre de las composiciones musicales.
Pero sobre todo animo al lector a que viva la Semana Santa desde el primer café de la mañana. Que tras él se acerque a los templos, que sea testigo y partícipe de la vitalidad que emanan las iglesias desde el alba con las misas preparatorias, con los pasos ya preparados y los altares de insignias instalados. Allí será el momento en el que podrá detenerse a apreciar toda la simbología y el lenguaje catequético que contienen las andas procesionales en las cartelas y la imaginería menor. Porque todo tiene una razón de ser. En este sentido, observaremos la representación de multitud de escenas bíblicas que no sólo hablan del momento pasional de Jesucristo, sino que hacen referencia a otros escenarios dentro de la labor catequética del Señor o de los profetas del Antiguo Testamento.
Así, propongo que se deleiten en el paso de Los Estudiantes buscando esas cartelas que representan el bautismo de Cristo, la anunciación a la Virgen María, la Asunción a los cielos del Hijo de Dios o la representación de la Iglesia. Observemos el calvario que está representado en la Cruz de Guía de Ecce Homo, los elementos pasionales que prenden de las manos de los ángeles de su paso de misterio o los relieves de las letanías de María en el paso de palio de La Salud.
Acérquense a los relicarios que se sitúan en las delanteras de los pasos de Medinaceli y vean a quiénes pertenecen. Busquemos la libélula o la lagartija de los candelabros de cola del palio de la Salud o a los nombres de las velas votivas en el palio de Trinidad, ejemplo de compromiso solidario en la campaña luz de vida. Vayan a la búsqueda de las cruces de madera marcadas con el escudo de la hermandad en la iglesia del Cristo y observen como algunas están unidas, aumentando considerablemente el paso que horas más tarde portarán algunos penitentes intercalados entre el resto de nazarenos con cirios. O, en la propia iglesia del Cristo, deténgansen en observar la capa pluvial del preste y de los acólitos que le acompañan o los ropajes de los servidores de paso. También podremos ir a la búsqueda de las bocinas de Ecce Homo o al guión que en la hace referencia al carácter contemplativo de la hermandad de Medinaceli.
En definitiva, mil y un detalles que nos muestran las tres cofradías de este Lunes Santo; mil y una posibilidades de gozo de una simbología en la que todo está medido y que podemos disfrutar desde las primeras horas del día en las iglesias para que, horas más tarde, podamos compartirlo con los que nos acompañan en una labor de pedagogía cofrade que vaya un paso por delante del simple hecho de presenciar un cortejo procesional formando un corrillo de amigos en torno a un paquete de pipas y una conversación banal.
Disfrutemos de esos mil y un detalles que nos muestra la Semana Santa porque tal y como ésta llega también se va... y el nuevo tiempo de espera se hace eterno.
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