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La crisis derivada del apagón sufrido en todo el país el pasado lunes ha vuelto a demostrar la enorme capacidad del sistema político español para convertir cualquier suceso, por grave que este sea, en materia de bronca partidista. Mientras las causas del corte total de electricidad continúan sin ser aclaradas y la asunción de responsabilidades brilla por su ausencia, los partidos han tomado posiciones en un debate falto de cualquier rigor técnico en el que la defensa del mantenimiento de las centrales nucleares, cuyo desmantelamiento progresivo está previsto por el Gobierno, es un planteamiento de derechas asumido por el PP mientras que la defensa a ultranza de las energías renovables es un argumento progresista que sustenta el Gobierno de Pedro Sánchez y el PSOE. En medio, se escuchan voces que parecen vueltas de hace medio siglo, como la de Sumar, partido que se sienta en el Consejo de Ministros, que reclama la nacionalización de la red de transporte de electricidad. Plantear el diseño del sector eléctrico y la participación en él de las distintas fuentes de generación de energía desde presupuestos ideológicos es un reduccionismo que no conduce a ninguna parte. Entre otras cosas, porque no ayuda a dotar de fortaleza a un sistema que acaba de demostrar que necesita de una profunda reflexión para garantizar que hechos tan graves como los sucedidos esta semana no se vuelvan a producir. El ruido político distorsiona una discusión que deberá estar en manos de los técnicos para que, una vez clarificados todos los extremos, sí se tomaran en las instancias correspondientes de la Administración las medidas necesarias.
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