El Gobierno ha anunciado que mañana jueves una comisión interministerial fijará el precio de los test de antígenos. La medida es totalmente necesaria, pero una vez más llega tarde, como ya ocurrió con las mascarillas. Nadie puede negar que la pandemia del coronavirus es una situación totalmente anómala y, por tanto, los errores en su gestión siempre deben ser enjuiciados con una cierta benevolencia, pero lo cierto es que en esta sexta ola se detecta una excesiva tardanza y torpeza a la hora de tomar decisiones. Antes de las vacaciones navideñas ya se sabía que la nueva variante ómicron iba a desatar un nuevo contagio masivo y que las celebraciones típicas de estas fechas serían un auténtico obstáculo en su contención. Sin embargo, poco o nada se hizo para la regulación de la venta de los test de antígenos, una de las pocas herramientas que, pese a sus muchos defectos, tenían los ciudadanos para protegerse del virus. Durante las pascuas, especialmente en Nochebuena y Navidad, hubo un auténtico desabastecimiento de test de antígenos, que además se vendieron en algunos lugares a precios muy superiores a los que les correspondían. Situaciones como éstas sólo aumentan la desigualdad de los ciudadanos frente a la pandemia. El Gobierno hace bien ahora en regular los precios, pero es inevitable preguntarnos por qué se ha tardado tanto. Aun así, la medida debe ser bienvenida, más cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha echado un jarro de agua fría a aquellos que ya dan por prácticamente superada una pandemia. Ayer, la OMS dejó claro que aún queda mucho para que lleguemos al ansiado momento en el que el coronavirus deje de ser considerado pandémico para llevar el sello de endémico, como hoy lo es la gripe. Asimismo, aseguró que sus cálculos son que más del 50% de la población europea se contagiará de ómicron en las próximas 6 a 8 semanas. Esperemos que en esos días haya test de antígenos para todos y a un precio razonable.