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Cataluña: un cambio que no cambia

Los electores catalanes deparan un resultado en el que hay relevantes cambios pero que, parece, no impedirá que vuelva a gobernar el bloque independentista

Las elecciones catalanas celebradas ayer depararon relevantes cambios en el tablero político de esa comunidad autónoma, aunque el hecho de que las opciones independentistas conserven la mayoría absoluta fía a los pactos poselectorales comprobar si realmente hay una modificación real en el Gobierno de Cataluña. La principal novedad de la jornada electoral, con una participación muy baja, es que el PSC se convierte en el primer partido en el Parlament, no sólo como el más votado, sino empatado a 33 escaños con ERC, que se hace con la hegemonía del bloque de formaciones independentistas. Esto supone un primer éxito para Salvador Illa y para Pedro Sánchez, que es quien decidió que el que había sido su ministro de Sanidad fuese el cartel electoral socialista. Ese éxito queda empañado, sin embargo, por la revalidación de una mayoría absoluta del bloque independentista aún más extensa que la lograda en 2017, en los comicios convocados por Mariano Rajoy tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Esa mayoría es ahora de 74 escaños, gracias a los 33 de ERC, los 32 de JxCat y los 9 de las CUP. Son las mismas fuerzas que se comprometieron por escrito, junto con el PDeCAT, que no ha obtenido representación, a no formar un Gobierno que incluyese a Illa y el PSC. El cumplimiento de ese pacto impediría un tripartito entre PSC, ERC y Podemos (ECP-PEC), en línea con la mayoría que sostiene al Gobierno de España. Aun así, Illa confirmó que intentará su investidura. Un segundo cambio fundamental de estas elecciones es la reconfiguración de la derecha en Cataluña. Vox irrumpe con amplia ventaja como el primer partido de ese espacio, con 11 escaños, tras el hundimiento de Cs, que pasa de primera fuerza a séptima (pierde 30 de los 36 diputados que tenía) y el enésimo retroceso del PP, que empeora su pésimo resultado de 2017, al perder un escaño de los 4 que tenía. Esta convulsión en la derecha tendrá consecuencias nacionales, pues revela la debilidad del liderazgo de Pablo Casado y certifica que Cs sigue sin encontrar su sitio. El resultado en Cataluña tiene algo de gatopardismo, porque aunque todo cambie parece que no modificará lo fundamental: que el bloque independentista vuelva a gobernar.

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