Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

La obsesión del gobierno de Kichi y de su socio Martín Vila, en particular, ya roza lo enfermizo con la figura de Pemán. Su afán no parece ser otro que tapar sus vergüenzas en la gestión y ajustar las cuentas con el pasado retorciendo la memoria de sus adversarios, antes que favorecer la defensa de sus favoritos. ¿Y a qué viene tanta inquina de repente? ¿Acaso es que ven fascistas a todas horas y por todas partes? Cuesta un mundo adivinar qué le ha pasado a Kichi para pasar del halago al encono con Pemán. Primero lo nombró "el embajador de las letras gaditanas" y ahora intenta enterrar su legado. Pero sin duda resulta mucho más inexplicable la chapuza consentida con el cambio de nombre del Estadio Carranza. Tras las primeras votaciones, Vila y sus acólitos cambiaron las reglas del juego porque les salió el tiro por la culata al ganar por goleada Carranza, Ramón de Carranza, Abascal y hasta Teófila Martínez, frente a otras alternativas del agrado de la corte, que no gustaron al pueblo.

El gobierno del cambio decidió entonces mandar la participación a la venta más famosa de Cádiz y se apoyó en la comisión del tuyameentiendes para controlar el proceso más de cerca. Con lo fácil que habría sido bautizarlo a su antojo, optaron por el engaño como esos trileros que distraen la atención mientras cambian las cartas (y los 50 euros) de manos. Los nombres propios quedaron prohibidos por decreto y hemos de dar gracias a que haya salido Nuevo Mirandilla antes que otra de las cursiladas sugeridas. Ni Mágico González, ni Pepe Mejías merecían tan alto honor a juicio de las mentes más pulcras de San Juan de Dios, adalides de la pureza y la posverdad, centellas rutilantes del populismo a flor de piel, reyes de los desvaríos de ese lenguaje presuntamente inclusivo, de la ciega militancia del animalismo y del postureo del feminismo de salón.

Kichi debería andarse con ojo, porque no muy lejos, Pacheco perdió las elecciones por pensar que los xerecistas le darían las gracias tras enfrentarse a un presidente al que calificó de gánster. 'El Inmatable' de Jerez, como lo bautizó González Cabaña, cavó su propia tumba porque olvidó que a la afición sólo le preocupan el juego y sobre todo los resultados. Kichi no es tonto y se le ve incómodo con esta historia porque es consciente del malestar del graderío. Pero igual que se ha enfrentado a los suyos cuando le censuraron la chaquetita y la corbata, la medalla a la Patrona y que acompañe al Nazareno, con Vila nunca se atreve en su terreno. El alcalde sabrá, pero a falta de una oposición seria que le ponga en algún apuro, Vila va camino de convertirse en su verdugo, junto a su núcleo duro, con tanto afán por imponer a fuego su ideario. Gran parte del espacio que ocupa Kichi con carisma y flexibilidad, su socio lo recorta con esa miopía tan sectaria. Como algún día le dé por descubrir, en la Wikipedia, que Falla escribió un himno marcial para las tropas sublevadas antes de exiliarse, se puede formar el gran taco. Nadie dude que al final el estadio se llamará como quieran los cadistas, y que dejar fuera a los abonados que no vivan en la capital no sólo ha sido un fraude para la afición, ha sido un insulto. Sólo 275 personas votaron el nombre elegido, apenas mil personas participaron en el juego. El penalti es de libro.

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