Yo te digo mi verdad

La religión de Feijóo

El atentado de Algeciras no servirá, afortunadamente, para provocar una lucha de creencias, ni siquiera dialéctica

Algunas manifestaciones de Alberto Núñez Feijoo, y ya lleva unas cuantas, obligan cada vez más a pensar que el presidente del Partido Popular no es que se equivoque porque no piense bien las cosas antes de decirlas, sino que eso es lo que realmente piensa. Otra cosa es la consistencia de su pensamiento. Afirmar que "nosotros", los católicos, hace muchos siglos que no matamos invocando la religión y que "otros pueblos" tienen algunas personas que sí lo hacen es agitar precisamente las guerras de religiones, otorgándonos a "nosotros" una superioridad moral que la evidencia social e histórica desmiente. No se tiene que remontar muchas centurias el político gallego para toparse con el propio nacionalcatolicismo sobre el que se sustentaba Franco para reprimir, y matar, a los disidentes, a los que evidentemente no consideraba "nosotros".

El atentado de Algeciras, que costó tristemente la vida al sacristán Diego Valencia, no servirá, afortunadamente, para provocar una lucha de creencias, ni siquiera dialéctica aunque algunos (quién lo iba a pensar del moderado Feijóo) lo pretendan. Tampoco habrá enfrentamiento social porque la inmensa mayoría de los españoles tiene claro lo que parece que algunos políticos no. El debate religioso, si es muy intenso y fanático, tiende a la peligrosidad porque todos los monoteísmos, cada uno de ellos auto considerado la única fe verdadera, llevan en su germen la negación del otro y, por supuesto, la del ateísmo. Por eso sería bueno que sus fieles embridaran sus entusiasmos con una saludable mijita de duda y tolerancia.

Otros sostienen que los países con mayoría cristiana son más tolerantes que los de mayoría musulmana. Y digo yo que no es ese el meollo de la cuestión. No es asunto de religiones, sino de libertad de religión, e incluso de la posibilidad de negación de cualquier devoción. Y podemos remitirnos de nuevo al franquismo. Lo que hace que un país sea democrático no es las creencias de sus ciudadanos, sino que no se les obligue a acatar sólo una y se persiga a las otras, y que una determinada doctrina inspire el funcionamiento de un Estado, desde sus leyes hasta las relaciones familiares. Hemos vivido muchos años en una nación en la que la única religión permitida era la católica e incluso se paseaba bajo palio al dictador. Y no por ello se puede decir que el cristianismo es dictatorial. Feijóo, si quieres ser presidente de alguien más que tus "nosotros", infórmate.

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