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La rebelión de la clase media

Ruiz Boix es muy consciente de que el PSOE para remontar tiene que mirar a la clase media y no sólo a las minorías

El nuevo presidente de la Diputación, Juan Carlos Ruiz Boix, advierte de que el PSOE se ha equivocado al volcarse especialmente con los colectivos minoritarios -en una competición absurda con Podemos- olvidándose de una clase media trabajadora que suma 20 millones de cotizantes, a la que se le queda la cara de tonta cada vez que se declara ante Hacienda. Las capas más desfavorecidas necesitan la nueva ayuda de 200 euros aprobada por el Gobierno de Sánchez para las familias más vulnerables, que se han visto seriamente afectadas por la guerra y la inflación. Pero sólo un miope ignora que también la gente que se levanta temprano para trabajar necesita un milagro para llegar a fin de mes, porque el subidón de los tomates, los huevos y la gasolina ha sido igual para todos. La última condena del TSJA al Ayuntamiento de Écija por negarle a tres trabajadoras un complemento de 6.500 euros que sí percibían sus compañeros deja bien claro que las políticas de igualdad no sólo son deseables, sino que siguen siendo necesarias. También las familias monoparentales precisan el apoyo de todos, por citar otro colectivo al que proteger. Pero el oportunismo político ha llegado a tal extremo -y que no se molesten los ofendiditos- que las familias tradicionales se ven relegadas frente a las minorías. La mayoría tiene la sensación de que las instituciones realizan un gran esfuerzo con las asociaciones y los colectivos más diversos. Y esto sería de justicia si la clase media no se sintiera huérfana de una administración que no repara en sus penurias pero sí le exige la mayor parte de los tributos que sostienen los servicios públicos, a cambio de muy pocos incentivos.

Muchas familias, guiadas por unos criterios absurdos y la picaresca, simulaban su separación no hace mucho para matricular a sus hijos en el centro deseado. Y hoy ni siquiera nos sorprendemos cuando una pareja sostiene que no se casa mientras no encuentre razones que inviten a dar el paso. ¿Qué ventajas nos ofrece el sistema?, se preguntan. Seguramente son muchas, pero el Gobierno no es capaz de explicarlo. Y todo ello se ha vuelto en contra de un PSOE que apuntala las ayudas sociales sobre los más vulnerables, olvidándose de que quienes trabajan a piñón a diario también existen. Cada vez que un partido vuelca su gestión en la ideología antes que en la economía se estrella. Al común de los mortales le da igual si las soluciones son de derecha o de izquierda mientras se solucionen sus problemas, como ha comprobado el PP. Éste es el discurso que ha conectado con una amplia mayoría en Andalucía, aferrándose al pragmatismo. Si añadimos que Sánchez abandonó el centro, la debacle socialista no tiene mayor misterio. Lo saben los alcaldes socialistas como Ruiz Boix, que trabajan a pie del terreno y que ya piensan en salvar los muebles como sea, porque el panorama para el PSOE no puede ser más incierto. Veremos si Sánchez piensa igual.

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